«El patrón dijo que nos tirásemos al agua, que haríamos pie»

El Mundo, PEDRO SIMON / OLGA R. SANMARTIN, 01-11-2008

Desde 1988 hasta hoy, 18.000 inmigrantes han muerto viniendo a España. EL MUNDO reconstruye el primer día de esta tragedia 20 AÑOS DEL PRIMER NAUFRAGIO El 1 de noviembre de 1988, una patera con 23 inmigrantes magrebíes naufragaba antes de llegar a la costa de Tarifa. El balance fue de 11 muertos, siete desaparecidos y cinco supervivientes. Veinte años después de aquella tragedia primigenia, las aguas españolas son un camposanto de algas y anhelos. Según la Asociación pro Derechos Humanos de Andalucía, unas 18.000 personas han perdido la vida tratando de llegar a las costas andaluzas y canarias en todo este tiempo. En lo que va de año ya han muerto 442 inmigrantes. El Ministerio del Interior no facilita cifras.


MADRID. – El cadáver yacía en la tarifeña playa de Los Lances como un fardo destartalado y nunca visto. Tenía la pose algo forzada de un Robinson tomando el sol con quietud marmórea a las nueve de la mañana.


Vestía pantalón vaquero, camisa gris, alpargatas de esparto negras y la edad aparente de los que ya deben aportar a la casa. Nunca llegó a tener nombre en España, pero él fue el primero.


Hoy, justo 20 años después del primer naufragio con inmigrantes muertos, la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía cifra en 18.000 los desgraciados que han corrido la misma suerte tratando de llegar a las costas del Estrecho y Canarias.


Al periodista Ildefonso Sena el soplo le llegó arrebujado en plena cama.


- Oye, que en la playa ha aparecido un fiambre.


Era primero de noviembre de 1988 y hoy hace 20 años de aquella noticia peculiar, extraordinaria y terrible. Lo nunca visto en España y un reportero frotándose los ojos en exclusiva: el cuerpo sin vida de un chaval de unos 25 años de origen marroquí, tendido en la arena junto a una barquita de risa.


Dos guardias civiles custodiaban el cadáver cuando Ildefonso llegó con las magdalenas en la boca. El viento movía el mar como una batidora gastada y de lloraderas sólo gritaban las gaviotas. Allí estaba la patera gris, de cinco metros de eslora por dos y medio de manga, amarrada a un cabo para que no la reclamara el agua. «Hice fotos, pero no sabía qué pasaba. Era el primer naufragio con muertos y no estábamos acostumbrados a ver aquello».


Varios guardias llegaron con algunos detenidos, cinco supervivientes empapados que habían sido apresados en las inmediaciones como conejos asustados. Rodeando al yacente, el periodista hizo de traductor.


- ¿Le conocéis? [señalando el cuerpo]


- Oui. Il es mon ami.


Empezó una historia que aún se escribe hoy.


«Eran ya bastante mayorcitos, casi de 30 años, seguro que tenían mujeres e hijos… Iban en vaqueros y camisa, sin ropa de abrigo. No venían preparados para la travesía», recuerda el capitán de la Guardia Civil José Osorio, de 61 años, por aquel entonces sargento comandante de puesto en la costa de Tarifa.


El capitán Osorio, que fue el instructor del atestado, entrevistó a los marroquíes y recogió un testimonio hórrido.


«Salimos de noche en la barca desde una playa de Tánger. Vimos unas luces [las de la urbanización Las Cañas] y pensamos que estábamos ya muy cerca de la playa. El patrón nos dijo que nos tiráramos al agua, que haríamos pie. Pero no era verdad».


- ¿Qué hicisteis?


- Chillar. Los que sabíamos nadar llegamos a la playa. Los demás se agarraron a la lancha todos desde el mismo lado y la volcaron. Escuchamos los gritos de los amigos ahogándose. Allí se quedaron.


Los que sabían nadar lo hicieron como locos hacia aquellas luciérnagas de la costa. Partieron 23. Encontraron 11 cadáveres. Siete personas se dieron por desaparecidas.


«Les dimos leche caliente y galletas. Y les traje unos chándales que tenía en casa para que tuvieran ropa limpia. En aquellos años no había kits de supervivencia», evoca el capitán. El periodista concluye: «Y empezaron a llorar allí en la playa. Estaban tan asustados…».


Juan Triviño, de 58 años, era el delegado de la Cruz Roja en Tarifa y participó en las tareas de rescate. Lo hizo con la ayuda de las dos lanchas neumáticas que tenía la organización y que, en aquellos años, servían para rescatar a windsurfistas extraviados y poco más. «Estuvimos dos o tres días sacando cuerpos. Todavía recuerdo uno que encontré flotando detrás de la Isla y que llevé al puerto».


Cuenta el capitán Osorio que «muchos cadáveres estaban parcialmente comidos por los peces». Tampoco se le quitan de la cabeza aquellos escapularios que algunos guardaban en la cartera o colgando del cuello. El propio Osorio rescató un ejemplar del Corán del bolsillo de un muerto. No llevaban dinero ni pasaporte, ni siquiera carné de identidad, para que no pudieran ser devueltos a Marruecos.


A Ildefonso Sena le persigue la foto que ven aquí arriba como un Pepito Grillo taladrante. Concede que le ganó «mucho dinero» a la imagen aquella del exclusivón y que sintió «remordimientos por ello».


«Aquello fue un trauma. Vinieron periodistas de todo el mundo. De los supervivientes se hizo cargo la Policía Nacional. Todos fueron repatriados muy rápido», recuerda el reportero. «Yo te digo que, casi con toda seguridad, acabaron volviéndolo a intentar, como la mayoría hizo por entonces. Yo te digo que volvieron».


El cónsul de Marruecos en Algeciras dijo que aquellos parias eran delincuentes. Los enterraron como hacen los musulmanes con los suyos, mirando hacia La Meca.


Nueve cuerpos reposan desde hace 20 años en el cementerio de Tarifa, uno más en el de Ceuta (adonde fue a parar un cadáver) y otro más en el de Algeciras. Cada uno tuvo su tumba propia hasta 2003, cuando se decidió meterlos en un nicho común, apretujados como en la barca de color gris.


No puede ser más modesto el túmulo. Sólo hay una florecilla y es de plástico. Pone: «En memoria de los inmigrantes caídos en aguas del Estrecho».


elmundo.es


Especial:


Inmigrantes en busca de un futuro


ANTES Y AHORA


1988: las pateras llevaban droga a España y algunos porteadores se quedaban. Casi todos eran marroquíes que querían ir a Francia.


2008: Cada vez llegan desde más lejos (Mauritania Argelia, sur de Marruecos) y por eso hay más naufragios. Mueren mujeres, niños y bebés. Cruzan el Estrecho en colchonetas de juguete y neumáticos. Siguen viniendo y muriendo en masa, pese a la vigilancia.

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