Violento tercer asalto a la valla de Melilla, con tres guardias civiles heridos Los agentes lograron repeler a un grupo de subsaharianos que querían entrar en España a toda costa por el boquete de la verja

ABC, 30-10-2008

CARMEN ECHARRI

CEUTA/MELILLA. La reciente riada abrió la brecha en la valla. Y los 37 sin papeles que se colaron poco después encendieron la esperanza en los cientos de subsaharianos que aguardan al otro lado de la alambrada. De campamento en campamento se ha corrido la voz y los desesperados aspirantes a inmigrantes quieren aprovechar a cualquier precio lo que ellos consideran una buena oportunidad. «Hay un hueco y hay que conseguir colarse por él como sea», parece haberse convertido en la consigna que alumbra el ánimo de todos los que se encuentra al otro lado de las alambradas. Todo vale. Hasta la violencia. Al respecto, los servicios de Información de la Guardia Civil alertan de que en los próximos días se volverán a repetir nuevos intentos de entrada a la desesperada de inmigrantes.

Se esperan más intentos

Esperan que abunden en los próximos días estas intentonas de infiltrarse por una frontera que los subsaharianos piensan que se encuentra más débil que nunca. Aguardan maniobras como la protagonizada la pasada madrugada, cuando un grupo de subsaharianos, no superior a la veintena, quiso burlar la vigilancia policial cruzando por el cauce del Río de Oro, en la zona comprendida entre los puestos de Farhana y Mariguari.

Ninguno de ellos lo consiguió, pero en su incursión, marcadamente violenta, lesionaron a tres guardias civiles que se encontraban de vigilancia en el puesto. El empleo de material antidisturbios, unido a las malas condiciones en las que se encuentra la frontera melillense, gravemente afectada por la tromba de agua caída el pasado fin semana, constituyeron el freno para los hombres y mujeres que, alentados por el boca a boca, pretendían entrar en Melilla. Y lo pretendían como los 37 compatriotas que se encuentran ya en el CETI tras haber conseguido su objetivo.

«Están muy contentos, tranquilos y dando gracias a Dios por haber entrado. Ahora tienen la esperanza de quedarse en España», apunta el presidente de la ONG Prodein, José Palazón, que ayer visitó el campamento para comprobar el estado de estos irregulares, la mayoría procedentes de Nigeria.

Quienes no están ni tan contentos ni tan tranquilos por lo sucedido son los propios guardias civiles. Se quejan de falta de previsión, de escasez de material, de falta de medios, de que sus coches se encuentran en pésimo estado y, sobre todo, de nula colaboración por parte de la Policía marroquí en el control a estos flujos migratorios.

«Los agentes marroquíes no están colaborando; al revés, están haciendo la vista gorda porque esos inmigrantes estaban esperando y ellos tenían que haberlos visto», apunta uno de los guardias. Unas críticas que se unen a lo que los guardias de base consideran mala previsión, «porque estamos pocos efectivos para lo que pudiera haber pasado», añaden. Las lesiones sufridas por sus tres compañeros fueron leves, pero «de haber sido mayor el número de subsaharianos, estaríamos contando otra historia», completa otro compañero del Instituto Armado.

La versión oficial que aporta la Delegación del Gobierno en Melilla evita cualquier referencia a este desajuste de fuerzas para frenar los intentos de entrada que de manera gradual se han producido en los tres últimos días. Es más, se esfuerzan en especificar que ha existido esa colaboración de agentes de ambos lados de la valla.

«Quienes están intentando la entrada son los mismos que se han ido quedando atrás en los rechazos, pero tememos que a este grupo se unan más porque aquí funciona muy bien el boca a boca», apunta la Benemérita. José Palazón va más allá. «Van a llegar más», apunta. «Llegarán de Uxda y Alhucemas», añade con rotundidad. La presión mediática y las conversaciones que mantienen los propios inmigrantes son el canal idóneo para hacer que las lluvias torrenciales caídas en Melilla se transformen en el maná que necesitaban. Llegan en malas condiciones, tras meses de espera al otro lado soportando, además, las batidas con las que, de manera aleatoria, presiona el Ejército marroquí.

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