LITERATURA Y VIDA / Considerado el faro de la llamada 'Next Generation', llega a Barcelona para hablar de su novela 'Qué es el qué' / Narra la historia de un refugiado sudanés que desembarca en Estados Unidos

Eggers reinventa la figura del escritor comprometido

El Mundo, MATIAS NESPOLO, 26-10-2008

«Creo en la fuerza de los libros para cambiar el mundo», afirma una de las voces de la nueva narrativa de EEUU En poco más de una década la promesa más joven de la llamada Next Generation se convirtió en su faro. Dave Eggers (Chicago, 1970), el benjamín de aquella pandilla de gamberros y versátiles narradores con un pie en la cultura de masas y otro en la non fiction – integrada por el malogrado David Foster Wallace, Chuck Palahniuk, Richard Powers o Davis Sedaris, entre otros – , hoy marca el pulso de toda la nueva narrativa que se cuece en EEUU.


No en vano Eggers era y sigue siendo el más activo militante de aquel grupo. Lo suyo no se reduce a aporrear el teclado en solitario. Lleva años al frente de la mítica McSweeney’s, una extraña revista literaria trimestral publicada en Islandia que cambia de formato en cada número y que, pese a contar con las mejores firmas, funciona como plataforma de autores desconocidos. Apoya y participa en cuanta antología o montaje artístico periférico se le ponga a tiro y destina buena parte de sus royalties a proyectos sociales. El más importante: 826 Valencia, una suerte de escuela de escritura creativa y tutoría escolar para jóvenes sin recursos que ya se ha convertido en una red a escala nacional. El último: la Fundación Valentino Achak Deng, nacida como secuela de su última novela Qué es el qué (Mondadori), que inaugurará una escuela al sur de Sudán en abril de 2009. En síntesis, si la vieja noción de escritor comprometido aún tiene sentido, Eggers personifica su nuevo paradigma.


De eso vino a hablar el pasado viernes al festival Kosmopolis 08, dentro del ciclo Escritores por el cambio. «Es muy fácil ser miope en EEUU y aislarse como escritor. En los años 80 y 90 hubo una suerte de belle époque que se prestaba a ello, pero algo ha cambiado desde el 11 – S con las guerras mal gestionadas que ha incrementado y con el nivel de rabia, que ha subido el nivel de responsabilidad en la literatura», dice. Para Eggers «sólo quedan un puñado de escritores que se miran el ombligo» en su país, pero se cuida de dar nombres. Aunque reconoce los aportes de «algún escritor insular», afirma sin ambages que la tónica pasa por el compromiso. «Creo en la fuerza de los libros para cambiar las cosas», dice. Toda una declaración de intenciones.


Lo cierto es que, cuando se enfrenta al papel, su «compromiso» pasa por la noción de faction, neologismo que se utiliza en América para designar a la ficción literaria basada en hechos reales (facts). Esa fue la estrategia que utilizó en su primera novela autobiográfica, Una historia conmovedora, asombrosa y genial (que reeditará Mondadori en abril de 2009), y la que utiliza en la última, Qué es el qué, obra con la que se metió a la crítica en el bolsillo. «Me viene de mi formación periodística», dice y aunque invirtió cuatro años de investigación y dos viajes a Sudán en la novela, Eggers no cree en la máxima «escribe de lo que sepas». «La obra siempre acaba siendo más sabia que tú. Escribes para comprender lo que no entiendes y eso te hace crecer».


Qué es el qué es la biografía novelada, narrada en primera persona, de Valentino Achak Deng, un refugiado sudanés que Eggers conoció a través de la Lost Boys Foundation. Valentino es uno de tantos huérfanos de la guerra de Sudán que huyeron a Etiopía y Kenia, y uno de los pocos que sobrevivieron a los bombardeos, a la hambruna, a las fieras que acechaban la columna de niños exiliados y finalmente a las enfermedades que diezmaron los campos de refugiados. Y por si fuera poco, padeció años más tarde la violencia y el rechazo del emigrado a EEUU, por parte de sus hermanos afroamericanos.


El título remite a una antigua leyenda de las tribus dinkas del sur de Sudán a la que pertenece Valentino. Tras el Génesis, Dios dio a elegir a los hombres entre el ganado y el qué. Los dinkas desecharon la incertidumbre del qué y optaron por el ganado. Pero la guerra desatada por las tropas de sudaneses musulmanes del norte, que según la leyenda habían recibido el qué, comenzó a sembrar la duda entre las tribus cristianizadas del sur sobre si habían elegido el obsequio divino equivocado.


«Es una pregunta sobre el origen, que tiene muchos niveles de interpretación», explica Eggers. «Los musulmanes del norte tampoco tienen certezas teológicas», aclara, «porque los fundamentalistas islámicos sólo son una pequeña elite de Jartum que hoy odian tanto musulmanes como cristianos». En definitiva, Eggers destina los derechos de la triste historia de Valentino a la fundación homónima que pronto inaugurará en Marial Bai, su arrasada aldea natal, una escuela secundaria, la primera en 300 millas a la redonda.


Libros al ritmo que la fruta madura en el árbol


La agenda de Eggers parece no tener fin. La mítica McSweeney’s cuenta con un sello editorial; a ello se suma una revista en DVD, una página web de humor y literatura y ‘The Beliver’, otra publicación literaria – dirigida por su mujer, Vendela Vida – , que cuenta con columnistas como Javier Marías o Nick Hornby. A la red de escuelas beneficas surgidas del primer centro 826 Valencia se añade ahora la Fundación Valentino Achak Deng y los constantes viajes. Eggers llegó a Barcelona desde Siria, donde prepara su próxima novela sobre los inmigrantes de ese país a EEUU, y sigue rumbo a Málaga, con infinitos proyectos en la chistera. ¿Qué tiempo le queda para escribir? «He aprendido a delegar», dice. «En la mayoría de proyectos cuento con un equipo local, yo me dedico a observar y a animar». Así roba tiempo para la escritura, pero sin obsesionarse. «Virginia Woolf decía que no hay que coger la fruta del árbol si no está madura. Antes escribía muy deprisa, incluso me encerré en Islandia año y medio para escribir. Ahora espero que cada libro madure a su ritmo y la fruta caiga del árbol».


Una red de escuelas de Sudán a San Francisco


BARCELONA. – Además del apoyo económico a los refugiados sudaneses en EEUU, el último proyecto de Dave Eggers, la Fundación Valentino Achak Deng, colabora con las organizaciones de paz en Darfur, gestiona becas y donativos y proyecta un amplio programa de reconstrucción del sur de Sudán a nivel sanitario y de carreteras, cuyo primer paso es la construcción de la escuela de Marial Bai. Pero su labor está amenazada por la precaria situación sudanesa con 20 años a cuestas de un conflicto bélico aún latente.


«Sudán atraviesa hoy una situación de máxima tensión gracias a la ayuda americana», ironiza Eggers contra «la filosofía de Bush», que promueve el rearme de la frontera sur para intimidar a las milicias del norte.


Demócrata convencido, Dave Eggers arremete contra la Administración republicana ya en la recta final hacia la Casa Blanca sin ocultar sus preferencias. «He trabajado muchísimo por Barack Obama y creo que ganará», arriesga el escritor, que donó en las primarias demócratas 2.300 dólares para apoyar la candidatura de su paisano de Chicago. «Por fin el electorado se está apartando de la ignorancia y está demostrando su madurez», añade. Para Eggers, Obama ya ha dado sobradas pruebas de su dotes, pese a su juventud e inexperiencia en el Senado, para liderar el país en tiempos difíciles. «Pagaremos muchos años esta crisis del capitalismo desbocado», anticipa el autor de Guardianes de la intimidad. Una crisis financiera planetaria «que es fruto de los errores de Bush y Allen Greenspan», el ex director de la Reserva Federal. «Hace tres años Greenspan era visto como un héroe; hoy todo el mundo lo quiere decapitar porque ahora reconoce, pero ya demasiado tarde, que un cierto grado de regulación en los mercados es recomendable», fustiga Eggers.


Poco puede hacer la literatura frente a esa coyuntura política y económica, reconoce el escritor, que se siente «frustrado ante el cambio que se quiere y lo poco que se logra» Pero con los años aprendió a «ser realista» y a dedicar sus energías en «esfuerzos pequeños pero realistas». Como 826 Nation, la red de escuelas de escritura creativa para estudiantes pobres surgida del primer centro de 826 Valencia (San Francisco), ya gasta una decena de sedes repartidas en siete ciudades, «sin recibir ningún apoyo estatal». La organización, que cuenta con más de 400 voluntarios, sobrevive gracias a la autogestión. «La financiación siempre es un problema», reconoce Eggers. De hecho la organización recurre a la beneficencia, o a los escritores que – como Nick Hornby o Jeffrey Eugenides – ceden los derechos de sus libros.

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