Norma Juárez tiene la llave de la Casa Blanca

El País, JUAN JESÚS AZNÁREZ, 26-10-2008

Brigadas de hispanos friegan y abrillantan los casinos de Las Vegas, donde ludópatas locales y turistas de Oregón, Kansas o Tokio se juegan las pestañas y el matrimonio. La ciudad de las ruletas y el entretenimiento es una gran luminaria en el desierto de Nevada, un Estado que duda entre Barack Obama y John McCain. Los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos cortejan el voto de Norma Juárez, una mexicana de Zacatecas que limpia ceniceros y retretes en el casino Monte Carlo y hace 10 años apostó la vida y el patrimonio en su tortuoso viaje hacia el sueño americano. No se queja, pero teme que la crisis económica más grave desde la gran depresión, y la caída de los beneficios del turismo – más de mil millones de dólares en siete meses – la alcance.

Norma está legalizada, tiene unos 50 años, ninguna preferencia electoral, y una preocupación: conservar su trabajo, cerca de 2.000 dólares mensuales contra los 300 que ganaría en México. “No entiendo mucho, pero los demócratas piensan más en nosotros ¿no?”. Su paisana Lucy, una pizpireta veinteañera embutida en un cortísimo vestido negro, el uniforme de camarera, ofrece bebidas a los esclavos de unas tragaperras. “¿Drinks, drinks?”. A la garbosa le gusta Obama aunque sea negro. “El otro es muy viejo”.

Los hispanos regularizados en Estados Unidos rondan los 18 millones y pueden decidir el vencedor de las elecciones del 4 de noviembre al residir en Estados clave: Nevada, Florida, Nuevo México y Colorado, donde las distancias entre demócratas y republicanos son cortas, apenas unos miles de votos. La presencia latina dejó de ser irrelevante. Es la primera minoría, y la más dinámica, el 15% de la población (46,5 millones), por delante de los negros, el 12,1%. El sufragio de las dos paisanas en la sala de máquinas es por tanto objetivo de los candidatos, que se baten por los cinco votos electorales de Nevada en una campaña centrada en el desplome económico.

“Hay más de dos millones de hogares en EE UU con problemas. Se metieron en préstamos de interés variable mortales, unas veces sin saberlo, otras sabiéndolo”, dice la analista financiera Julia Stav. Ocho de cada diez norteamericanos atribuyen a las deudas y a la incertidumbre sus depresiones y su estrés, según la Asociación Americana de Psicología. El empobrecimiento y el paro también complicaron la vida a los 12 millones sin papeles, cuya progresiva legalización prometieron los candidatos, aunque McCain la subordine a la impermeabilización de la porosa frontera al sur de Río Bravo: cerca de 3.000 kilómetros imposibles de tapiar.

“Yo soy del puro Jalisco”, presume Pedro, que llegó a Las Vegas hace cuatro años después de una horrorosa travesía. Un coyote le cobró 2.000 dólares; 5.000 a los centroamericanos de su grupo. Otros no tuvieron esa suerte. Desde el año 2000, más de 1.000 clandestinos murieron en la ruta hacia Tucson, Phoenix, San Diego, o dondequiera que se necesitaran braceros. Murieron por deshidratación, descalabrados en desfiladeros en las marchas nocturnas, envenenados por las serpientes o abandonados por los coyotes.

El patriota de Jalisco, empeñado en enriquecerse aunque sea robando carteras, calza una camiseta con la publicidad de un negocio en auge durante los años de hedonismo y crédito fácil: Las Vegas hottest babes. Junto a otros cuatro latinos reparte números de teléfonos y fotografías de las “nenas”; otras cuadrillas vocean el espectáculo Las Vegas y la mafia o las virtudes de Bobby Slayton, el rey de la comedia. Trabajan por horas o días en la avenida más bulliciosa de la principal ciudad de Nevada, carburada por 17 millones de turistas al año.

Aunque Pedro vive a salto de mata, se le ve contento. Le resbala el 4 de noviembre, pero a sus primos, no. Prefieren al senador de Illinois. “Me dicen que con el héroe de Vietnam [McCain] no me voy a legalizar nunca”. Quienes desprecian la importancia electoral de los indocumentados porque no pueden inscribirse en el registro electoral se equivocan: casi todos tienen un pariente o un amigo íntimo votante que reclama la amnistía para sus allegados.

Obama no se batirá por su amnistía, pero ofrece reformas legales más cómodamente que McCain, lastrado por el conservadurismo de su partido. No sorprende pues la brusca caída de apoyo latino al aspirante republicano. El 44% respaldó a George W. Bush hace cuatro años cuando prometió, junto con McCain y el demócrata Edward Kennedy, aperturas migratorias. Arrasó en Florida, Nuevo México, Colorado, Arizona y Nevada. Todo quedó en nada porque un sabotaje republicano tumbó la reforma en el Senado el año pasado. Dos tercios de los hispanos votarán ahora por Obama; el 23%, por McCain, según el centro Pew Hispanic, con sede en Washington.

¿Y qué votarán los cubanos? La mayoría apoyará la línea dura de los republicanos contra Fidel Castro, a pesar de que en la calle 8 de Miami, algunos de los nietos de los damnificados de la revolución castrista se divierten a costa de sus mayores. “¡Viva Fidel!”, gritan a los abuelos desde sus coches al pasar frente a las timbas de dominó. “Yo no puedo votar a un candidato [por Obama] que quiere sentarse a conversar sin condiciones con el dictador y su hermano que me jodieron la vida”, anticipa un cubano de Nevada, camionero, que prefiere no identificarse porque tiene familia en la isla. Otros cubanos no encuentran más solución que la invasión, y al no ser probable, votarán a Obama para normalizar las relaciones y poder entrar y salir de su país.

La bestia negra es ahora el presidente venezolano, Hugo Chávez. Una cuña televisiva de McCain lo presenta hecho un energúmeno, vociferante, amenazador en un púlpito político de Caracas, y una voz en off dice: “¿Ya viste con quién hablará Obama?”.

Pero la constelación hispana tiene otras prioridades. La economía y el trabajo son la primera (63%), después el seguro médico (37%), la educación (29%) y la guerra de Irak (23%). El paro en Nevada trepó hasta el 7,5%, el más alto en 23 años. La cuestión migratoria interesa, aunque de otra manera. “A los jóvenes hispanos las leyes migratorias no les afectan porque son estadounidenses, pero les preocupa el ambiente hostil hacia su gente, la discriminación”, destaca Jorge Mursuli, director de Democracia USA. “El ambiente antiinmigrante de los últimos años ha sido muy fuerte”.

Tan fuerte fue en Pahrump que sublevó a los hispanos de esa ciudad de 36.000 habitantes al oeste de Las Vegas. Dos años atrás, asociando a los latinos con la extranjería indeseable, varios concejales anglosajones aprobaron una ordenanza que bloqueó la asistencia social a ilegales, exigió su registro en el Ayuntamiento y les pidió una cuota mensual de 200 dólares. Los blancos iracundos vitorearon el decreto municipal: “¡América para los americanos!”, “¡Cierren las fronteras!”.

El locutor de una radio había caldeado el ambiente con acusaciones de este tenor: los ilegales vienen a EE UU a robar, a vender droga y a delinquir. “Saturan hospitales y escuelas, traen enfermedades del Tercer Mundo y como aceptan menos que el sueldo mínimo nos roban también trabajos. Y todo con nuestros impuestos”. Las protestas adquirieron tal virulencia que obligaron a la anulación de la ordenanza municipal.

A Dora, dueña de un restaurante mexicano, se le enciende la cara cuando recuerda la victoria. “Aquello era discriminación. Pasa mucho. Aquí la policía interroga a los hispanos por gusto. Votaré por Obama. Es un abogado de los derechos civiles y eso es muy importante”. Los cuatro comensales de una mesa sepultada por cervezas, tamales, quesadillas y tacos, en la que no cabe el análisis académico, brindan por McCain. El cuarteto regenta un negocio de transporte y una inflamada retórica anti – Obama. “Ese güey (tipo) nos va a quitar la lana (dinero) con los impuestos”, dice uno.

Debió de sucumbir a las alertas radiofónicas del candidato republicano en Nevada: “Los nuevos impuestos que prepara Barack Obama eliminarían empleos y oportunidades”. Su rival lo niega: “No te dejes engañar. Sólo se subirán los impuestos a las rentas superiores a los 250.000 dólares. Es hora de traer el equilibrio y la equidad a nuestra economía”.

La crisis financiera ha determinado el curso de las elecciones, el discurso de sus candidatos, los 700.000 millones del plan de rescate, y el suicidio de una viuda de 90 años en Ohio que se pegó un balazo en el pecho cuando los alguaciles llamaron a su puerta con una orden de embargo. “Muchas personas me dicen que esto les recuerda a los atentados del 11 de septiembre”, se dolió la monja Ann Malonne, en un sermón de la Iglesia Trinidad. ¿Y quien contribuyó abiertamente a la catástrofe financiera? Pues el Gobierno federal y los indocumentados, según el Centro de Estudios de Inmigración. Las élites políticas, según esa fuente, promovieron el crédito a gente sin solvencia económica ni avalistas, con el objetivo, entre otros, de incrementar el índice de propietarios de viviendas, estancado en el 64% desde hace decenios.

“Te daban dinero fácil para comprar un carro o lo que sea. El sistema te atrapaba. Yo tengo esposa y dos hijos adolescentes y sólo por el seguro médico pago 600 dólares al mes”, reconoce José Cardona, informático en Las Vegas. “Entre mi esposa y yo ingresamos casi 4.000 dólares y nos los gastamos todos entre la hipoteca de la casa a 30 años y lo demás”.

El gobernador Bill Richardson, de origen mexicano, visitó colegios y presidió mesas redondas con empresarios de Nevada preocupados por su futuro y electoralmente indecisos. “Apoyo la posición de Obama en la reforma migratoria porque puede lograr alianzas con los republicanos y aprobar un plan que legalice a 12 millones de personas”, dijo. “Son personas que viven con miedo. Hay que darles la oportunidad de que ellos también consigan el sueño americano”.

Lo intentaron las universitarias peruanas al cuidado de ancianas, los ingenieros mexicanos en freidoras de comida rápida, los economistas colombianos en las cosechas, o el patriota de Jalisco, acomodador de lupanar en Las Vegas a mucha honra. También, la ilegal Norma Portales, de 26 años, fotografiada por The Washington Post con una argolla electrónica en el tobillo para que la policía la localice dondequiera que se encuentre con sus dos hijos. Adriana Arévalo, directora de Noticias 15 – Univisión, confía en una votación masiva. Si sus compatriotas pierden esta oportunidad, seguirán en las sombras, marginados. “Que se escriba nuestro nombre en la historia con letra mayúscula, como la comunidad que cambió el rumbo del país más poderoso del mundo”.

En Nevada, al menos, parecen dispuestos a que así sea.

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