Un repatriado organiza las travesías y enseña español a los que se embarcan

El Día, DORY MERINO, Tenerife, 26-10-2008

Los observadores internacionales que conocen la situación de la inmigración en distintos países de la costa africana manifestaron a este periódico que, en concreto en Mauritania, las expediciones clandestinas se “cuecen” en una calle céntrica de Nuadibú, cerca de un conocido hotel “de mala muerte”, concretamente, en un local dedicado a algún rito religioso de origen sectario (no católico), donde un mauritano que ha sido expulsado de España ejerce de pastor y da algunas clases de español básico a los candidatos a embarcarse en los cayucos.

Las fuentes especificaron que este mauritano trabajó en España durante siete años, en el Valle del Jerte, en la provincia de Cáceres (Extremadura), pero ha sido expulsado a su país de origen y ahora se dedica a organizar expediciones clandestinas hacia Canarias, en parte por el enfado que muestra hacia España.

Esta es la forma de proceder de los que organizan el negocio en los países subsaharianos.

Cuando desde España se habla de “mafias” se puede transmitir la idea de una red organizada de personas, cuando la realidad es que siempre se trata de “listillos”, o en ocasiones algún clan familiar, que difunden los beneficios de llegar a Europa en cayuco y se encargan de organizar la salida de algún cayuco, cobrando un elevado peaje a cada pasajero, y se quedan en tierra con los bolsillos llenos.

En ocasiones lo vuelven a intentar o pasan el “negocio” a otro.

Por este motivo, todavía no se han encontrado las grandes “mafias” que organizan las salidas clandestinas, sencillamente, porque no existen como tales organizaciones, a imagen de las que sí operan en distintos países europeos.

El que organiza el viaje compra el cayuco, los impermeables para los pasajeros, el GPS dirigido al sur del Archipiélago y el teléfono vía satélite – que ya no faltan en ninguna de las expediciones – , así como el arroz y el agua para los días de travesía.

Otras fuentes han recalcado la mala situación que atraviesan algunos países africanos, exportadores de población, como Mali, donde se vive un drama sin solución. Destacan la desesperanza de sus jóvenes de edades comprendidas entre los 20 y 25 años, sobre todo si el rol que ocupa es el de hermano mayor.

Esta es la edad para realizarse profesionalmente, casarse y estar disponible cuando la familia lo necesita. Es importante tener en cuenta la responsabilidad que adquieren estos miembros de la familia, que les lleva a buscarse la vida para mantener el hogar.

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