Frustración abate a deportados  

Prensa Libre, 19-10-2008

El silencio y la desesperanza se apoderaron de los habitantes de la aldea El Rosario, San Miguel Dueñas, Sacatepéquez, pues la gran mayoría de hombres que sostenían económicamente esa población fueron deportados la semana pasada. Volvieron con las manos vacías, luego de haber sido capturados en una redada en Postville, Iowa, y haber purgado cinco meses de prisión.

En la aldea se respira la frustración, por la falta de oportunidades de trabajo, y la desesperación, por la escasez de alimentos. A las madres y esposas se les han acabado los pocos ingresos, a consecuencia de no recibir remesas.

Alejandro Coy, alcalde auxiliar de El Rosario, expresó que gracias a los inmigrantes el desarrollo había llegado a la aldea, ya que la mayoría de familias comenzaron a sustituir la lámina y el bambú de sus hogares, por block y cemento.

“Hubo una época en que no habían hombres, solo se veían mujeres y niños deambular por El Rosario, pues todos empeñaron hasta su pequeño pedazo de tierra para viajar a Postville”, explicó Coy.

Los cohetillos y aplausos de bienvenida no lograron levantar el ánimo de los deportados de San Miguel Dueñas, y pese a que se reunieron con su familia, luego de cinco meses de no saber nada de ellos, la mayoría refleja un rostro lleno de decepción y fracaso. Es por esto que los jóvenes recién retornados no quieren salir de sus hogares y, mucho menos, compartir su difícil experiencia vivida en EE. UU.

“El maltrato, la mala nutrición y el temor es algo que jamás olvidará mi hijo”, manifestó Ceferina Marroquín, madre de un joven que se pasa los días observando fotos de Postville.

Todos los hogares de El Rosario tienen retratos de ese lugar en las paredes, donde se reflejan los recuerdos de aquellos días arduos de trabajo. Ahora lo que les preocupa son las deudas que contrajeron al viajar ilegalmente.

“El pueblo está muy afectado, varios hogares se quedaron a medias, las deudas se hacen cada vez mayores, y las madres no tienen con qué alimentar a sus hijos”, manifestó Antonio Guevara, pastor de la aldea, quien dice que al menos cinco familias deben Q55 mil.

“Mi hijo se despierta llorando por las noches porque el grito de “¡viene la Migra! no se ha esfumado de sus pesadillas”, afirmó Maximiliana García, madre de 11 hijos, de los cuales seis fueron detenidos en Iowa.

“Me siento triste e intranquila, y no puedo comer porque no estamos todos juntos, mi nieto ya no pudo volver”, aseguró García con los ojos llenos de lágrimas.

Ángela Agrade, madre de tres deportados, compartió que la han operado ocho veces de cáncer. “Con lo que ganaba mi hijo mayor en EE. UU., pude pagar las intervenciones”, añadió.

Eriberto Ordóñez, quien regresó el sábado recién pasado, fue el único migrante que se atrevió a hablar. “Yo estoy feliz de ver a mis hijos, no me quiero volver a separar de ellos, pero lamentablemente aquí no hay trabajo, por lo que tendré que buscar en la capital”, asintió de mala gana.

De momento, no hay oportunidades de trabajo en la aldea, pero esperan que el Gobierno pueda implementar proyectos de desarrollo rural.

Mientras que algunos deportados de Chimaltenango y Sacatepéquez mueven cielo y tierra para buscar un trabajo, otros no se dan por vencidos y preparan, a pesar de los riesgos, su retorno al “sueño americano”.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)