Entra en juego el voto oculto racista

La ventaja de Obama dispara el temor por el «efecto Bradley», un candidato negro a gobernador que perdió con todo a favor

La Razón, Marta G. Hontoria, 19-10-2008

Marta G. Hontoria
Washington – Una inquietante incógnita planea sobre la carrera por la Casa Blanca en las dos últimas semanas de la campaña. No tiene nada ver con la crisis financiera, ni con ex radicales de los 60, o ni siquiera con «Joe, el fontanero». El interrogante es el papel que jugará la raza cuando, en la intimidad de la cabina electoral y sin la presión mediática, depositen su papeleta en las urnas gente como Jeff Lau, de York (Pensilvania), o Doug Douglass, de Martinsville (Indiana).
Estos dos estadounidenses viven a 1.000 kilómetros de distancia en dos de los famosos «swing states», o estados bisagra. Los dos, en una conversación con LA RAZÓN dejaron al descubierto los prejuicios que subyacen con frecuencia cuando se habla de raza con el estereotipo de votante blanco de clase trabajadora.
Y es que la ventaja de Obama en todas las encuestas ha generado estos días un vivísimo debate no sólo entre los tertulianos políticos, también en la calle, sobre el llamado «efecto Bradley».
El fenómeno se remonta a 1982, cuando el ex alcalde afroamericano de Los Ángeles, Tom Bradley, perdió inesperadamente su campaña para ser gobernador de California. Su derrota demostró lo que muchos analistas sospechaban: que los votantes mienten en las encuestas.
En este caso, el electorado blanco apostaba por el candidato negro en los sondeos, donde aparecía con 7 puntos de ventaja, pero a la hora de emitir el voto, acabó eligiendo al aspirante blanco. Es difícil demostrar que Bradley cayera por los solapados prejuicios raciales, pero el mismo episodio se ha repetido desde entonces en otras carreras electorales durante la década de los noventa.
«Estoy completamente convencido de que va a ocurrir», asegura a este periódico el afroamericano Deniss Cordell, agente de seguridad en Washington y familiarizado con el «efecto Bradley». «A pesar de que Obama es un buen candidato, para muchos es aún difícil poner a un hombre negro en la Casa Blanca. Puede que Obama gane, pero el resultado va a ser mucho más reñido de lo que dicen las encuestas. Ya lo verás».
Otras voces alimentan esta teoría. Esta misma semana, el congresista demócrata John Murtha, declaró que «no hay duda» de que los votantes del oeste de Pensilvania a los que representa son «racistas». Jeff Lau, nacido en la industrial York de este estado, está de acuerdo. Rubio con ojos claros, este hombre de 39 años trabajaba en la construcción hasta que se fue al paro.
Aunque admite que «Obama sería mejor para la economía», tiene sus «reservas». «Estados Unidos no está preparado para tener un presidente negro», asegura a este periódico.
En York las tensiones raciales de los años 60 no se han olvidado. «Muchos aún consideran a los negros sinónimo de gueto y de pobreza», explica Lau. Esta realidad se repite en muchos puntos del país. De hecho, hay lugares donde la historia es aún mucho más cruda. Uno de ellos es Martinsville, Indiana, donde el 98,61 por ciento de los habitantes son blancos y los negros no superan el 0,01 por ciento.
De la noche a la mañana
En los años 20, el Ku Klux Klan reinaba la vida pública de Martinsville y los negros estaban obligados a desaparecer antes del anochecer. «Puede que no lo confiesen, pero aquí sigue habiendo un problema racial», aseguró Doug Douglas, dependiente de un comercio local, hablando de sus propios vecinos una mañana de mayo de este año. «La historia no cambia de la noche a la mañana», asegura.
Muchos expertos, sin embargo, desestiman el «efecto Bradley». Argumentan que hoy las técnicas de la demoscopia han mejorado mucho y que EE UU es mucho más tolerante que hace 20 años. Otro factor importante a tener en cuenta es que, como ocurrió en las primarias, probablemente vote por Obama un número sin precedentes de afroamericanos, algo que puede compensar la reticencia de otros grupos.



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