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La conspiración del fútbol

La Voz de Galicia, 16-10-2008

Aquí, mucho banco, mucha crisis, mucho rescate y mucha tela, pero a la patria que no nos la toquen. ¿Y qué es la patria?, preguntará usted, al ver que no significa lo mismo para Rajoy y Carod – Rovira, para Zapatero y Anxo Quintana. Pues la patria es ¡el fútbol! Los palos que nos acaba de dar Europa han enardecido y unido más a los políticos que el Pacto de Toledo. Ayer era un espectáculo escuchar a nuestros diputados, que buscaban un micrófono para dejar constancia de su aliento al Atlético de Madrid, como los asistentes a un funeral buscan la mesa de firmas para dejar constancia de su asistencia. El récord de pasión lo ha puesto el ministro de Industria, Miguel Sebastián, que defendió al equipo con más fuerza que la subida del gas: «¡Es un atraco!», repetía. «¡Al Atlético, apoyo a muerte!».

Y encima, apareció la teoría de la conspiración, que tantos seguidores tiene en nuestro país. Como en dos días la federación británica repudió al Bernabéu por racista y la UEFA cierra el Calderón por dos partidos, asomó sobre España el fantasma de la enemiga Europa. Ayer se hablaba en un periódico del «eje anglo – francés». Se sospechan extraños intereses. Y la guinda se puso en una tertulia de televisión: se dijo que todo tenía la pinta de ser una operación planificada para boicotear la candidatura olímpica de Madrid, ya que dos de sus estadios, los más emblemáticos, eran presentados como escenario de violencia y racismo.

Exagerados que somos, pero quizá no tanto. Es realmente insólito que una organización futbolística se permita enjuiciar la labor de la policía de un país democrático. Es más insólito todavía afirmar que esa policía tenía que haber pedido autorización para intervenir al delegado de la UEFA en el estadio. Es pintoresco que el Atlético de Madrid o cualquier otro equipo tenga que pagar los incidentes provocados por seguidores del equipo contrario. Y es más que anecdótico saber que Platini, francés y presidente de la UEFA, le escribió una carta a Zapatero para hablar de la «situación de los estadios españoles», como si fueran más salvajes que los demás. Si no es una conspiración, lo parece.

Dicho eso, tómese nota también de lo que hacen los supuestos conspiradores, porque se basan en hechos que pueden demostrar. Es verdad que hubo gritos racistas en algunos partidos. Y que hay símbolos nazis y asimilados sin que pase nada. Y que no hay igualdad de trato y multa en los casos sancionados por violencia. Y que sigue habiendo entrenadores y presidentes que permiten, cuando no alientan, actos de falta de civismo. Unámonos contra la agresión, defendamos el interés del país; pero tampoco viene mal un poco de humildad para reconocer que algo tenemos que arreglar.

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