Miram Gómez, viuda de Guillermo Cabrera Infante

"Yo me tomaba muy en serio divertir a Guillermo"

Tengo 68 años. Nací en Taguasco (Cuba) y vivo en Londres desde hace 40 años. Soy ama de casa. No he tenido hijos. Odio a los políticos y las ideologías. Antes era católica, ahora creo en Dios: mejor eso que un psiquiatra caro. Estoy rescatando obras que mi marido dejó escritas

La Vanguardia, , 15-10-2008

VÍCTOR-M. AMELA

Conseguiremos no hablar de Fidel Castro?

¿Para qué hablar de monstruos si tenemos las estrellas?

Hábleme de los Gómez.

Una familia pobre en Taguasco. Mis hermanas mayores trabajaban en el batey: seleccionaban, planchaban y liaban hojas de tabaco. Ellas son mi orgullo.

¿Por qué?

Porque éramos pobres positivos. Ellas decían: “Un día tendremos frigorífico, un día tendremos carro, un día…”. Y trabajaban duro. ¡Hacer patria es actuar así, no hay más!

¿Y usted?

Yo tenía 12 años cuando nos fuimos a La Habana, para progresar. Y me desencantó: yo soñaba casitas con jardín…, y encontré edificios de pisos llenos de gente.

¿Cuál era su gran sueño por entonces?

En los años 50 La Habana tenía 134 cines, ¡era la ciudad con más cines del mundo! Y yo quería ser actriz. Estudié arte dramático.

¿Conoció en un cine a Guillermo Cabrera Infante?

Él era crítico de cine, pero lo conocí en un autobús. Me miraba fijamente, temí que fuese un loco. Me bajé, me siguió, y me tomó de la mano para cruzar la calle conmigo.

Se había enamorado de usted.

Yo no había cumplido 18 años cuando empecé a salir con él.

¿Logró ser actriz?

Con 17 años debuté en el teatro con una obra de Tennessee Williams, y fue un éxito.

¿Cómo ha sido su vida junto a Cabrera Infante?

Cada día era una sorpresa, por su talento, sus juegos, su inteligencia, su humanidad. Durante años sufrió mucho: era bipolar y padecía graves crisis depresivas, casi autistas. Así que yo, desde que me levantaba, me tomaba muy en serio divertir a Guillermo.

¿Cómo lo hacía?

Si me veía seria, me decía: “No estés grave, Miriam, que aquí grave es tumba” (tumba, en inglés, se escribe grave),así que yo procuraba divertirle, comentarle lecturas curiosas, alquilarle películas de su gusto, amables y chispeantes… Ese era mi trabajo diario.

Y él escribía.

A todas horas. En cuartillas y papelitos sueltos, que me daba: “Esto es para La ninfa inconstante;esto es para Cuerpos divinos;esto es para El mapa dibujado por un espía;esto es para…”. Y yo iba metiéndolos en cajas. Con esos papeles monto ahora cada obra.

Él no se la sacaba a usted de los labios.

¡Me halagaba y me asustaba lo mucho que me amaba! Nunca he visto a un hombre amar a una mujer como Guillermo a mí.

¿Qué apreciaba usted más de él?

Su inteligencia, que todo lo analizaba. En un avión, un hombre empezó a insultarle por sus opiniones sobre Cuba. Yo estaba indignada, pero él no se inmutó, quedó pensativo y dijo: “Es absurdo discutir, porque no se trata de ideas, sino de sentimientos. Ese hombre es de sentimiento totalitario: no hubiese visto los campos de exterminio de Hitler. ¿Cómo combatir eso? ¡Es terrible!”.

¿Y cuál era su sentimiento?

Humanista. Amaba la libertad individual, la felicidad del individuo, la democracia… Y por eso colaboró con la revolución contra el dictador Batista, y por eso le desilusionó descubrir en Fidel Castro a un tirano.

Oh, ya nos ha salido Fidel Castro.

Guillermo le criticó, y fue tildado de traidor. Guillermo era muy varonil, pero el 80% de sus amigos eran homosexuales. Castro los persiguió…, sabedor de que obedecen antes a su naturaleza que a un dictador. ¡Este es Fidel Castro!, que confesó que a la persona que más odiaba era Cabrera Infante.

¿Qué hubiese sido de Guillermo de haberse quedado en Cuba?

Hubiese padecido una horrible muerte en algún infame manicomio cubano. El ministro de Cultura de Cuba decía de Guillermo que estaba loco… ¡Ese es un eunuco moral que no por gusto tiene ese físico de eunuco!

¿Qué pasará cuando Castro muera?

Se van a saber todos los horrores del hombre que nos hizo la vida imposible.

¿Se lee a Cabrera Infante en Cuba?

Está más prohibido que nunca. Me conmueve cuando veo que los jóvenes cubanos adoctrinados que logran zafarse de la doctrina leen a Guillermo y le imitan, buscando en él la libertad que Castro les ha negado.

¿Volvería usted a Cuba?

¿Para qué? Ya no existe Cuba. Sólo existe en la nostalgia…, de la que Guillermo decía que era una puta: “Yo le pago, y ella me da”. Ahora Guillermo estaría muy triste.

¿Por qué?

Porque el huracán ha devastado Gibara, su pueblo natal. Yo me juré no dar ni un dólar a la Cuba castrista, pero ahora ayudaría a los cubanos de esa zona. Pero… ¿cómo hacerlo sin que Castro manosee ese dinero?

¿Siguen allí sus hermanas?

No, huyeron a Miami: han trabajado duro y han comprado a plazos frigoríficos en que yo quepo de pie, carro, casitas con jardín… ¡como las que yo soñaba para La Habana!

¿Y usted? Sacrificó su vida de actriz…

No, porque una actriz nunca deja de serlo: ¡durante medio siglo he sido actriz para un solo espectador!

¿Y ahora, qué?

Mejor que él haya muerto antes que yo, al revés habría sido horrible para él. Yo caí en una depresión…, pero montar La ninfa inconstante me ha salvado la vida. Sigo en diálogo permanente con Guillermo.

“Ella hace todo…”

Lo primero que hizo Guillermo Cabrera Infante cuando le entrevisté aquí hace años fue presentarme a Miriam Gómez. Al quedarnos solos, aclaró: “Yo sólo escribo, ella hace todo lo demás”. Y era verdad: él, ya muy enfermo, le dejó encomendado a ella montar las novelas con los textos que dejaba escritos: “Organízalo tú sola: si te gusta, publícalo; si no, destrúyelo”. Y por eso ahora se publica La ninfa inconstante (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores), un bolero literario que nos transporta a La Habana de 1957. Miriam sigue asombrada de que, pese a la enfermedad, la cabeza de Cabrera Infante hirviese de “tanto humor y tanta cultura”, que leeremos gracias a la paciencia de ella.

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