EL RUIDO DE LA CALLE

Los ingleses

El Mundo, RAUL DEL POZO, 15-10-2008

Los ingleses conocen nuestra Historia mejor que nosotros, incluidos los estatutos de sangre limpia y la España que chamuscaba a los conversos si éstos se comían un corderito el día de Jueves Santo. Divulgaron una imagen feroz de España con su Inquisición y sus milicos y populistas en las colonias mientras ellos dejaron democracias, haciéndose olvidar los crímenes del colonialismo. Los ingleses no olvidan nunca que la palabra raza es de origen español y equivale a raya, navaja, línea, linaje. Para los anglosajones la jarana, el ritmo la alegría, el atletismo, el boxeo son invenciones negras. Sus primos de Washington, que ahora van a elegir un presidente mulato, hicieron una guerra para defender a los negros después de matar a los indios.


Claro que Kipling, el cantor del imperialismo, desprecia a los españoles como blancos y proponía la carga del verdadero hombre blanco para dominar a las razas inferiores. En la Enciclopedia Británica hasta muy recientemente se decía que el negro es intelectualmente inferior al caucásico. Hubo escritores anglófilos de culto que escribieron que el mundo no se perdería nada si no hubiera negros, tan haraganes; después del mediodía sólo sirven para dormir la siesta.


Los ingleses, inventores del fútbol y de la piratería, fueron más colonialistas que negreros. Hay más racismo en nuestros clásicos que en los suyos. Nuestros grandes escritores comparan a los negros con grajos malolientes. Describe Quevedo una boda de esclavos: «Trajeron unas morcillas / y hubo algunos que de miedo / no las comieron pensando / se comían a sí mesmos».


Fueron más corsarios que negreros. Cuenta Pío Baroja en Las inquietudes de Shanti Andía que Felipe II dejó a los portugueses el mercado de esclavos, y durante años fue Lisboa la sede central del tráfico. Los portugueses, vascos y holandeses eran los que alimentaban a los negros con manteca y mijo, pero temían a los ingleses. Cuando cogían a algún negrero solían ahorcar al capitán y luego vendían los negros por su cuenta. «Así trabajaban por la humanidad y por el bolsillo».


Todo esto está muy bien, pero ahora nos han montado una pequeña leyenda negra de racistas, ellos que no hace mucho, en un partido oficial de su selección contra Turquía, gritaban: «Prefiero ser un paki – término injurioso contra paquistaníes – que un turco». Sus hinchas llamaron hijo de puta con sida a un negro de su propia selección y acusaron de terrorista a un jugador sólo por ser egipcio. Su presente es más sucio. Con ese rollo macabeo del estadio racista están denigrando a Madrid, la ciudad más tolerante de Europa. El público del Bernabéu, y el del Calderón, que también ha cerrado la UEFA, son público de ópera al lado de esos ingleses hooligans, chaperones, hasta el culo de cerveza, que van pisando cabezas y sembrando el pánico a los negros y a los blancos en las ciudades que intentan arrasar los fines de semana.

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