El cayuco imposible

Las Provincias, F. P. PUCHE, 03-10-2008

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En este nuevo emplazamiento, más holgado pero más expuesto, se me ocurre decir, por las bravas, que tendrían que venir en persona los almirantes con más experiencia de la Armada, y darme además su palabra de soldado, y aún me quedaría yo con el resquemor y la duda a cuestas. Porque no puede creerse, la mente no acepta que ese Titanic de 30 metros de eslora, el cayuco más grande nunca visto, haya podido hacer con éxito el trayecto entre Mauritania y Tenerife con 229 seres humanos hacinados a bordo.

Dentro de unos días veremos partir desde Alicante a los navegantes de la Volvo Ocean Race, que van a dar la vuelta al mundo pertrechados hasta los dientes. Aunque sé que mi ejercicio bordea la crueldad, intento hacer abstracción del drama humano de las pateras para decir que navegar en mar abierto es lo que vamos a ver entre el cabo de Huertas y Ciudad del Cabo: un ejercicio para gente adiestrada y con la mejor tecnología del mundo. Un ejercicio que, sólo a la vista, hace imposible de creer la estampa del pobre tronco flotante que ha llegado hasta Tenerife. Tanto, que es muy dudoso que los 229 mejores marinos españoles, bien entrenados, pudieran hacer el mismo trayecto con semejante armatoste, sin víveres ni agua suficiente, sin protecciones para dormir o para el sol, de pie días y días, sin más apoyos a la navegación que rudimentarios instrumentos o una orientación por las estrellas.

Insisto, pues: no me creo la aventura de la superpatera. No es aceptable que ese cayuco haya hecho el viaje así, a pelo, sin volcar antes de la tercera milla. De modo que es probable que estemos ante algo que las autoridades saben y callan: ante la verosímil existencia de buques nodriza que remolcan cayucos – cada vez mayores, desde luego – que van soltando con su carga cuando se encuentran a una distancia prudencial de la tierra europea.

Hace tiempo que se baraja esa hipótesis y es extraño, sin embargo, que nunca se haya emplazado seriamente, en sede parlamentaria, a que las autoridades civiles y militares hablen de cuanto saben o sospechan. Porque en España se habla de todo, siempre entre lástimas, pero no se aborda el actual modo de operar de unos navegantes que ya no quieren desembarcar de noche, en pequeño número, en una playa solitaria, sino por el contrario aspiran a llegar en masa, de forma bien evidente, y en aguas vigiladas de Canarias.

¿Y eso por qué? Porque saben que, gracias a un Gobierno complaciente, incauto y bienintencionado, no habrá esperándoles un campamento de repatriaciones sino una mera escala temporal. Hacia su destino europeo, que es el inevitable traslado a la Península de los inmigrantes que no se pueden retornar.

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