Ramadán en la Turquía berlinesa

El Periodico, PAOLA Álvarez, 28-09-2008

Los martes y los viernes en el Maybachufer tienen personalidad propia. A la orilla del canal en el que se encuentran los barrios de Neukölln y Kreuzberg se extiende el conocido como mercadillo turco, repleto de voces, colores y olores muy distintos a los que resuenan en el resto de esquinas de la ciudad. En esta capital, repleta de supermercados de comida envasada y donde el comercio minorista familiar parece reservado a la inmigración, los puestos ambulantes de verduras, carnes, pescados, especias y demás conforman un universo paralelo, y al visitante le da la impresión de haber viajado en el tiempo y en el espacio con la única ayuda del suburbano berlinés.
“¡Tres sandias por un euro!”, “¡El kilo de tomates a 60 céntimos!”… Los gritos de los vendedores se mezclan y el precio va bajando a medida que sube el tono de voz de la competencia. Es tradición ir mejorando la oferta según avanza el día. Pero hoy, en pleno Ramadán, los precios están por los suelos desde antes del mediodía. “No hay ni la mitad de gente. Muchos no vienen al mercado por no acercarse a la tentación, otros no tienen fuerzas… y los que vienen compran lo más rápido posible para ir corriendo a casa y preparar la comida para tenerla lista cuando caiga el sol”, comenta aburrido un vendedor turco de mediana edad que lleva más de una hora sin clientes.
Kreuzberg y Neukölln son, junto a Wedding, los barrios con más población turca y procedente de otros países musulmanes. Aquí el Ramadán está presente en todas partes. Los comercios anuncian con grandes carteles sus ofertas especiales y hasta los locutorios telefónicos ofrecen tarifas extraordinarias para llamar a casa en estas fechas.
Se dice que Berlín es la tercera ciudad más grande de Turquía, después de Estambul y Ankara. En la capital alemana viven más de 150.000 turcos, sin contar a los turcoalemanes (nacionalizados o nacidos en Alemania de familias turcas). Aunque muchos se han occidentalizado y para las familias cada vez es más difícil transmitir la tradición a sus hijos adolescentes, nacidos en un Berlín laico, el Ramadán se deja ver en la capital, y hasta podría decirse que ha desarrollado ciertas particularidades que casi permiten hablar de un Ramadán berlinés.
Una de las novedades con buena aceptación es la feria del Ramadán instalada este año por varias comunidades junto al río Spree, también junto a la frontera de Kreuzberg. De día es un pueblo fantasma, pero cuando cae la noche y al fin pueden romper el ayuno, empiezan a reunirse los grupos de musulmanes de distintas procedencias para cantar, comer, beber y fumar en comunidad. Algunos reunidos en casetas familiares que recuerdan una feria andaluza, y otros juntos – – pero no revueltos – – en la gran carpa central, en la que el té y las pipas de agua corren más que el fino en Sevilla.
En la salida del recinto aparecen dibujadas la bandera turca y la alemana, que dejan claro que uno abandona un espacio único en el mundo, el Berlín turco, o la Turquía berlinesa, depende de cómo se mire. La sede, en definitiva, en la que se vive la exaltación del genuino Ramadán berlinés.

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