La nueva amenaza de la pobreza

Diario Vasco, MARIO GARCÍA, 28-09-2008

DV. El 8,5% de la población vasca vive en situación de pobreza o en sus umbrales, 180.000 personas en cifras absolutas, de las que 134.000 no son capaces de hacer frente a sus gastos extraordinarios y 53.000 ni siquiera pueden afrontar sus pagos habituales. Otras 400.000 se encuentran en situación de riesgo de pérdida de bienestar. Estas son cifras que sirven para dimensionar la tragedia cotidiana de quienes forman parte de la exclusión social. Un panorama que, pese a los avances de los últimos años, ahora vuelve a mostrar su rostro más amenazador. Hay algunos indicadores que lo anuncian: la crisis, la precariedad laboral, las hipotecas, el aumento de los precios de los alimentos básicos y de la energía, el incremento de pensionistas que apenas alcanzan el SMI, la imparable llegada de inmigrantes. Así lo estiman los cuatro participantes en el debate organizado por DV: Itziar Usabiaga, directora general de Inserción Social y Empleo de la Diputación de Gipuzkoa; Joserra Trebiño, delegado de Cáritas; Iñigo Lamarca, Ararteko, y Miguel Calvillo, representante de Nagusilan.

Análisis de la situación

Precariedad y exclusión social

- ¿Qué cifras manejan?

- Joserra Trebiño. Habría que matizar el concepto de pobreza. Por un lado está la económica, con unos indicadores muy objetivables; pero también hay otra pobreza que tiene que ver con carencias sustanciales, como la cultura, la salud, la propia participación. en definitiva, que la pobreza es poliédrica, tiene muchas caras. Y hay que entenderla no sólo como carencia de bienes, sino como exclusión social. Esto supone un matiz muy importante de cara a entender el sufrimiento de la gente y para arbitrar soluciones. A veces se habla del pobre como un problema; y no lo es, sino que es una persona con dignidad y con derechos. En Cáritas de Gipuzkoa atendemos a unas 15.000 personas. Según la encuesta de la pobreza 2004, en torno a 45.000 hogares vascos, unas 110.000 personas, se ven de alguna forma afectadas. Parece que la pobreza severa la tenemos más controlada en Gipuzkoa y en Euskadi, pero la de vulnerabilidad está afectando a mucha gente, por encima de la media europea.

- Itziar Usabiaga. La pobreza está también muy relacionada con la crisis de valores. Nos faltan referentes y cuando no los hay es muy difícil saber hacia dónde se quiere ir. Los jóvenes no tienen referentes, aunque también existe una gran juventud que funciona muy bien. Pero hay que hacer un esfuerzo por establecer referentes sociales. Las cifras son las que son, las que se han expuesto, y, a pesar de que los datos comparativos nos aportan una situación mejor respecto a terceros, desde el momento en que existe ya se puede decir que es alta.

- Miguel Calvillo. En Gipuzkoa, según un estudio foral, hay 4.700 personas mayores en situación de pobreza grave. Pero, además, 47.000 no tienen ascensor; 2.200 familias encabezadas por una persona de 65 o más años no disponen de ningún sistema de calefacción y casi 2.000 no tienen cuarto de baño. La UE calcula el umbral de pobreza sobre el 60% del salario medio de los trabajadores del entorno. El salario medio en Euskadi en 2007 fue de 1.873 euros al mes. Por tanto, el umbral de pobreza para Gipuzkoa debería situarse en 1.124 euros, cuando nuestro SMI es de 600.

- Íñigo Lamarca. Hay cuatro elementos que han de tenerse en cuenta para definir una situación de exclusión social. Hacen alusión a los recursos económicos suficientes para atender las necesidades básicas, a la vivienda, al acceso a los recursos sociales – educación o sanidad – y al desarrollo de una red básica familiar y social. Según cual sea la situación en cada uno de esos elementos produce una escala de la exclusión. Es importante que se sepa que en Gipuzkoa, y en Euskadi, existe el Cuarto Mundo, es decir, que hay personas que se encuentran en una situación social gravísima. En ese colectivo están los extranjeros sin papeles que, por no encontrarse empadronados, no pueden tener acceso a ningún recurso. Y en el siguiente nivel de exclusión estarían aquellas personas que perciben la renta básica o salario mínimo de inserción.

El rostro de la pobreza

Mujeres, inmigrantes…

- ¿Qué colectivos son los más afectados?

- Joserra Trebiño. Casi todos los estudios señalan por un lado el rostro femenino de la pobreza, es decir, mujeres y especialmente separadas y con niños a su cargo. Junto a ello y junto a la realidad de los que no tienen hogar, a la pobreza están accediendo personas que anteriormente no lo eran. Por ejemplo, jóvenes o familias que anteriormente llevaban una vida normalizada y se ven ahora en esa rampa de deslizamiento hacia la marginalidad. Otro colectivo muy afectado es el de los inmigrantes. Y también hay que acordarse de las viudas con pensiones bajas, de los ancianos y, muy especialmente, de la enfermedad mental asociada a la pobreza. Ocurre, por ejemplo, que un esquizofrénico bien diagnosticado, bien tratado, puede hacer una vida normal; pero muchas veces, debido a la carencia familiar y por otra serie de realidades añadidas, los enfermos mentales derivan también a la exclusión social. Pero a mí también me sobrecoge el tema de la irrelevancia social, eso que llamamos la muerte social. Hay personas que no tienen a nadie. La muerte social, no ser nadie para nadie, es muy duro.

- Itziar Usabiaga. No hay duda de que quienes se llevan la peor parte son las personas invisibles, esas que no están inscritas en ningún sitio. Entre ellas, los inmigrantes, que no están censados y consecuentemente no existen para la sociedad. Pero hay otros grupos humanos muy vulnerables, integrados por personas mayores con pensiones muy bajas, entre ellos las viudas, hacia los que la Administración debe actuar mediante aportes económicos. Otro grupo susceptible de padecer pobreza es el de las familias monoparentales. El 60% de las personas que están percibiendo renta básica en Gipuzkoa son mujeres en edad de trabajar. Por otro lado, cada vez es mayor el número de hombres separados que se encuentran en situaciones de pobreza. Es un nuevo fenómeno. También nos encontramos con el tema de los jóvenes que encuentran graves dificultades para salir del hogar familiar. La vivienda está cara y no es accesible. Pero uno de los aspectos que más me impresionan es el de la pobreza de los niños, que cada vez está más presente en los análisis.

- Miguel Calvillo. Son precisas unas políticas que, además del problema económico, resuelvan el aislamiento especialmente al que se ven sometidas muchas personas mayores. La mayoría de éstas viven en viviendas viejas, que no tienen ascensor y con enormes problemas de accesibilidad. O sea, que hay un problema económico y un problema de adaptación de espacios para que las personas estén integradas en la sociedad.

- Íñigo Lamarca. No hay un grupo afectado por la pobreza, sino diferentes personas con distintos perfiles. Algunas ya se han citado, pero hay otras realidades, como la gente que sale de prisión. La inmensa mayoría de ellos ya estaban en una situación de exclusión grave, y cuando salen de la cárcel permanecen en esa situación o aún peor. Por otra parte, cada vez tenemos una esperanza de vida mayor, pero eso va unido al aumento de las situaciones de dependencia física y, con ello, al aumento de necesidades que en algunos casos no están debidamente atendidas. Los perfiles son muy amplios. Y, ojo, que a cualquiera le puede tocar. Hay personas que en ningún momento se les hubiera pasado por la cabeza que pudieran encontrarse en situación de pobreza, y una conjunción negativa de circunstancias les ha conducido a ella. Hay otro colectivo donde el índice de exclusión es grave, que es el de la población gitana. Como lo es también en las familias monoparentales, mujeres solas con hijos, o el de familias homoparentales, es decir, dos mujeres con hijos.

El avance de la pobreza

Crisis y recursos agotados

- ¿Estamos ante un fenómeno que va a más, especialmente teniendo en cuenta la crisis, o está siendo atajado?

- Joserra Trebiño. A mí me parece que la crisis tendrá un carácter transitorio. En este sentido, el umbral de la vulnerabilidad, que tiene un montón de factores, probablemente se haga más amplio y la vida de cada día resulte más costosa para más gente. Pero merece la pena hacer la reflexión de que la crisis coyuntural es la expresión de una crisis más global. Es el modelo de desarrollo el que está en entredicho. Respecto a la situación en Gipuzkoa, sí es cierto que ahora empiezan a acudir en demanda de ayuda determinadas familias que antes vivían en una situación normal. Las hipotecas y la carestía de la vida se han convertido en factores desencadenantes de las situaciones de necesidad. Y sí vemos que los anteriores destinatarios de las ayudas empiezan a necesitar más dinero. La crisis coyuntural hará que una serie de personas que estaban en una situación de vulnerabilidad se vean afectadas por la pobreza y la necesidad. Al final, lo que tenemos que plantearnos es sobre qué espaldas caen estas crisis.

- Itziar Usabiaga. No hay que ser muy adivina para suponer que efectivamente la crisis tendrá consecuencias. Pero en los últimos años han ocurrido algunos hechos que han modificado nuestro funcionamiento y que contribuyen a incrementar las situaciones de pobreza. Están subiendo mucho los alimentos básicos y eso afecta directamente a las economías domésticas. Por otro lado, tenemos la cultura de la propiedad de la vivienda y muchas economías domésticas se han comprometido hasta situaciones límite en relación a los créditos. A ello se unen las subidas registradas y las que están aún por llegar, especialmente la relativa a la electricidad. Eso sí que ha cambiado. ¿La crisis influirá? Por supuesto que sí, pero lo que se está modificando en nuestra estructura de funcionamiento diario me temo que nos va a hacer cambiar el modo de vida.

- Miguel Calvillo.Estoy de acuerdo en la incidencia que está teniendo el aumento de los precios. Una misma pensión de viudedad no es la misma en Extremadura o Galicia que en Gipuzkoa, con una cesta de la compra que es un 18% más cara. Sí es verdad que se ha generado el compromiso institucional de apoyar a las personas desfavorecidas, como lo muestra que se ha equiparado la pensión mínima al SMI. Pero, a pesar de que tenemos la renta básica más alta de España, todavía estamos por debajo del umbral de pobreza fijado por la UE. También lo estamos en relación al gasto social. O sea, que queda mucho por hacer. De hecho, nuestro PIB es de 26.592 euros por habitante, cuando en el Estado es de 20.933 y en la Unión Europea, de 22.400. ELA decía recientemente que consideraba obsceno que haya superávit público y déficit en el gasto social. Si dinero hay, lo lógico es que se establezca una escala de necesidades para invertirlo. Sin embargo, se está gastando en actividades que no son básicas cuando todavía hay mucha necesidad.

- Íñigo Lamarca.A todas luces, la necesidad de paliar situaciones de pobreza y exclusión social va a aumentar, no nos engañemos. Va a aumentar la inmigración por muchas restricciones que se le pongan; por otra parte, las redes familiares y sociales se van a debilitar. Esto, unido a las dificultades coyunturales, va a afectar al mercado de trabajo. La situación de crisis económica, de la que saldremos, seguramente sí que nos llevará a un escenario donde el mercado de trabajo sea más precario y eso golpeará a un segmento vulnerable de la población que aún no ha caído en la exclusión pero ahora tiene dificultades para llegar a fin de mes. Y todo eso en un contexto donde el margen del aumento de los recursos públicos tocará techo, si no lo ha tocado ya. Lo cual nos lleva a la necesidad de plantearnos un cambio en el modelo social.

– ¿Cómo creen que es la respuesta institucional ante la pobreza, cuáles son sus fortalezas y debilidades? ¿Cuáles son las soluciones frente a este fenómeno?

- Joserra Trebiño. Entre las fortalezas, constatamos una cercanía y una facilidad de acceso a las instituciones a la hora de plantear las situaciones de necesidad. También se ha avanzado en la construcción de una red de recursos sociales y es evidente que existen programas específicos ante las situaciones de pobreza, como es el caso de las ayudas de emergencia social o la renta básica. En cuanto a las debilidades, entendemos que no se dedican suficientes recursos para atender las necesidades detectadas. Una expresión de esto es la saturación de los servicios sociales de base. Los módulos de salud mental, por ejemplo, están desbordados. También constatamos cierta descoordinación entre los ámbitos competenciales. Y tampoco se analiza con suficiente profundidad cuáles son las causas reales de la pobreza para atajarlas de manera preventiva. Habría que hacer una política integral de lucha contra la pobreza, más que políticas parciales. En cuanto a las soluciones, yo diría que hace falta una sinergia, una coordinación entre todos. En este sentido, no hay que ceder en los recursos sociales, aun cuando haya crisis.

- Miguel Calvillo. Las propias instituciones han reconocido que hay problemas que se les han ido acumulando, que los recursos habilitados no van en paralelo con las necesidades. A veces los ayuntamientos se quejan de que se les están dando competencias que no les corresponden. A mí me parece vital que la solución a estas necesidades la asuman los ayuntamientos. Otra cuestión es la búsqueda de alternativas para mantener a las personas mayores en su domicilio y en su medio habitual. También las cajas de ahorros tienen una labor importante en este asunto, a través de su obra social. Por ejemplo, Caja Vital de Vitoria tiene un programa mediante el cual financia, a fondo perdido o con créditos sin interés, hasta el 70% de la obra de mejora del domicilio habitual de las personas mayores sin recursos. Es un asunto que en Gipuzkoa debería asumir Kutxa, aunque por ahora no parece que esté por la labor.

- Íñigo Lamarca. Entre los aspectos positivos yo destacaría que el desarrollo del llamado Estado Social en Euskadi es razonablemente bueno. Las administraciones han hecho en los últimos años grandes esfuerzos para que sus políticas y sus esfuerzos se destinen adecuadamente a las situaciones de pobreza y exclusión social. Y también es de destacar el gran desarrollo que en Euskadi adquiere la sociedad civil. Pese a ello, es evidente que no llegamos. Hay que destinar más recursos. Pero también hay que valorar la necesidad de un cambio del modelo de Estado Social debido a que hay necesidades que no están debidamente atendidas y de cara al futuro van a ir creciendo, por lo que urge anticiparse a los problemas. Es el momento, por tanto, de hacer una gran reflexión al respecto. Creemos que se pueden optimizar mejor los recursos y pensamos que las organizaciones sociales deberían implicarse de una forma más activa. Sí es verdad que se detecta la necesidad de una mayor coordinación entre las administraciones públicas. Euskadi, pese a ser pequeño, es un país institucionalmente muy complejo, con tres niveles administrativos, y hace falta una mayor coordinación institucional, con implicación de otras administraciones, especialmente las de Justicia y Penitenciaria. Un aspecto también fundamental es la prevención: primero, porque evitamos que surjan problemas y además porque resulta más económico. Es imprescindible una mayor interrelación entre las políticas sociales y las políticas sanitarias; en definitiva, optimizar los recursos de ambas. Habría que cambiar radicalmente las políticas de vivienda para ir a un modelo que dé preferencia a las de protección en alquiler. Otro aspecto es la necesidad de una política homogénea en materia de empadronamiento, de tal forma que el padrón sea reflejo de las personas que residen en el municipio. El empadronamiento es un elemento clave, porque es la llave para que las personas puedan acceder a ayudas sociales básicas.

- Itziar Usabiaga. En primer lugar, debemos apoyar e impulsar el mantenimiento en activo dentro de la sociedad de todas aquellas personas que están en situación de poder trabajar. No se insiste lo suficiente en la referencia del SMI, que es bajo y no permite funcionar en situaciones de dignidad para una familia. Otra vertiente son las prestaciones del paro. Son cortas económicamente y escasas en el tiempo. El parado pasa a la situación de beneficencia, con lo que indirectamente se reduce el ánimo de la búsqueda activa de trabajo. Respecto a la cobertura social, están surgiendo necesidades emergentes, seguramente a consecuencia de los cambios sociales que se están produciendo. La enfermedad mental es un buen ejemplo porque todavía no hemos desarrollado recursos suficientes para abordarla. Respecto a las personas mayores, yo creo que no es correcto decir que desde la Diputación se opta porque estén en sus casas. Se ha hecho una interpretación de los deseos de las personas mayores. Y a las ayudas técnicas, a las adaptaciones de los domicilios, etc., hemos dedicado este año 3,1 millones de euros del presupuesto.

Por otro lado, un aspecto de la nueva ley de garantía de ingresos mínimos, que ahora está en el Parlamento, se refiere al complemento de las pensiones contributivas y no contributivas; esa vertiente se ha puesto en marcha en julio y en Gipuzkoa hay 1.115 personas que han empezado a cobrar ya esos complementos. Pero posiblemente alcanzará a más de 7.000 personas. Asimismo, la ley de dependencia supone el reconocimiento de un derecho. A 31 de agosto se habían pagado 11.952.663 de euros a 3.479 beneficiarios. Son inyecciones importantes de dinero a una población necesitada de ayuda y de apoyo. Esa nueva ley de garantía de ingresos mínimos tiene como novedad la incorporación de la vivienda como una necesidad básica. Sí es verdad que los servicios sociales de base están bastante desbordados, pero espero que poco a poco esta situación se vaya solucionando.

mgarcia@diariovasco.com

Testimonios de pobreza


– ¿Podría describir alguna situación de pobreza que le haya impactado?

- Joserra Trebiño. Recuerdo el caso de un indigente que apareció en los medios de comunicación, Francisco Barrena, que falleció en una noche de invierno de hace dos años. Fue víctima de la falta de coordinación y de la falta de asistencia. Difícilmente encontraremos situaciones de sufrimiento, de pobreza humana y de desamparo que las de aquellas personas que no tienen hogar, ni techo y que padecen una enfermedad mental grave. Es de lo más impactante. Y es lo que le ocurrió a Francisco, que murió en esas circunstancias en el Donosti del siglo XXI. Luego tenemos casos similares, aunque sin consecuencias tan funestas. Pero también quiero dejar testimonio de la situación de algunas personas mayores que están en residencias y aseguran que nadie les va a visitar. O sea, que arrastran una frustración después de haber peleado durante toda su vida, de haber trabajado por los hijos, por la familia&hellip Esa sensación de frustración ante lo más querido es muy impactante. Es un dolor soterrado que nos lleva a la consideración de que es preciso trabajar en lo más sustancial, que son los valores humanos.

- Itziar Usabiaga. Cuando hablamos de datos dije que me preocupaba la pobreza en los niños. A veces tengo dudas de si somos capaces de ofrecer a estos menores una igualdad de oportunidades. Un niño que vive en un medio social con dificultades para atenderle no va a ir a la escuela bien pertrechado. Y la escuela tiene un modelo de funcionamiento que descansa mucho en los apoyos de los hogares. Es decir, que los resultados académicos guardan relación con el ambiente del domicilio. Tenemos que pensar en alguna forma para paliar y compensar ese déficit en estos niños que están viviendo en una situación de pobreza y no tienen el apoyo de su casa. No sé si se tienen que crear programas municipales para hacer las etxeko lanas, o qué; de lo contrario, me temo que se va a consolidar la pobreza generación tras generación en las mismas familias.

- Miguel Calvillo. Al abordar el problema de precariedad en que viven las personas mayores, la mayoría viudas con ingresos por debajo del SMI, nos reunimos con ellas para que nos contaran su situación. Y observamos que, por encima de su austeridad, mantienen la dignidad serena de haber cumplido su misión en la vida. Se sienten pobres, pero están resignadas. Entre ellas voy a citar el caso de Conchi, de 78 años, viuda desde hace 18 y con una pensión de 432 euros. Vivienda de alquiler, quinto piso con 84 escalones sin ascensor. Un tercio de la pensión se va en la renta. Dispone de cocina de butano y una estufa. No posee baño. El piso tiene goteras y la comunidad no dispone de fondos para arreglar el tejado. Cuando llueve, pone baldes. Con el resto del salario cubre malamente el mes. Estaría encantada si dispusiera de una percepción un poco más elevada para no depender tanto económicamente de su familia.

- Íñigo Lamarca. Yo tenía anotado el caso del indigente Francisco Barrena, que fue muy impactante y todo un aldabonazo para que no vuelva a ocurrir un caso más. Pero también me referiré a otras dos situaciones. La primera es una familia gitana en la que una madre y una tía están viviendo en un camión con cuatro hijos, uno de ellos discapacitado, y no hay manera de que les empadronen, lo que les impide acceder a las ayudas que necesitan. Y el otro caso es el de un hombre que, estando en una situación relativamente buena, como resultado de una separación tuvo que abandonar la vivienda habitual y se fue a vivir a un vehículo y más tarde, debajo de un puente. Eso le produjo a su vez un trastorno mental y ha caído en una situación de exclusión social gravísima.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)