"Educamos a niños y padres"

La escuela infantil de la Casa Caridad inicia el curso con más de 30 alumnos de entre 1 y 3 años, el 90% hijos de inmigrantes

Las Provincias, SERGIO BORREGO, 20-09-2008

Sonrientes y al ritmo de unas canciones educativas, los 30 niños de entre 1 y 3 años de la escuela infantil de la Casa Caridad afrontan una jornada de clase.

Después de los primeros días de curso los pequeños ya están prácticamente integrados en su nuevo entorno.“Hay niños que enseguida se adaptan, sobre todo si la madre no ha tenido la posibilidad de estar siempre con ellos”, afirma Ana Navarro, directora de la escuela infantil. “Todo depende de las vivencias que haya tenido cada uno”.

Los alumnos se dividen en dos grupos por edades: el de los elefantes, de 1 a 2 años; y el de los hipopótamos, de entre 2 y 3 años.

En total, cuatro profesores – más 27 voluntarios para la hora de la comida o para excursiones – se encargan de las 30 plazas escolares del centro, “más otras tres de emergencia para que las familias que entren al albergue puedan tener un lugar para sus hijos”, aclara Pablo Yániz, el trabajador social del centro.

El perfil de los niños, según Yániz, es muy similar. Hijos de inmigrantes ilegales, aunque ya nacidos en España. La mayoría son familias monoparentales con una madre, trabajadora del hogar, al frente.

“En muchos casos ellas han sido mujeres maltratadas y algunas han trabajado en la prostitución”, manifiesta el trabajador social.

Por supuesto, apenas tienen recursos económicos y suelen vivir en habitaciones alquiladas en situación de hacinamiento, junto a otras familias con características muy similares.


Servicio gratuito

“El servicio en la escuela es totalmente gratuito”, subraya la directora. Se incluye tanto la matrícula como la comida, material, excursiones o incluso ropa que necesiten.

Además, muchos días los niños vuelven con regalos en las mochilas. “Los donativos de la gente que no tienen salida en el albergue se los regalamos a ellos, porque los necesitan”, confirma Navarro. Ayer fueron a casa cargados con paquetes de macarrones y espaguetis.

“En la escuela tenemos esta particularidad más social”, afirma la directora. “Son familias que necesitan mucha ayuda”.

Por este motivo, desde la escuela fomentan las normas de comportamiento, los hábitos y las rutinas que en otras guarderías no se trabajan tanto. Según la pedagoga, “hay que enseñarles cosas básicas de la familia que ellos no han tenido la oportunidad de aprender debido a sus complicadas situaciones”.

Los profesores tienen contacto directo y continuo con los padres. “Aquí educamos tanto a los niños como a sus padres. Esta escuela no tendría sentido si no hubiera un trabajo también con las familias. Les ayudamos en todo lo que podemos”, corrobora Navarro.

“Las familias tienen muchísima suerte de tener a sus hijos aquí y eso lo tienen que valorar. Queremos que se impliquen con la escuela, que acudan a las charlas que hacemos para ellos, porque hay 73 niños en reserva, esperando para lograr una plaza”, explica la directora.

Pese a las dificultades, la directora la tiene claro: “Este trabajo es muy gratificante. Cuando ves el progreso que ha habido a final de curso, te das cuenta que algo estás haciendo bien”.

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