«Nueve de cada diez menores extranjeros tienen éxito y logran su inserción social»

«Los adolescentes marroquíes no vienen a perder el tiempo, tienen una motivación y un proyectode vida: ganar dinero para mandarlo a sus familias»

Diario Vasco, IÑIGO URRUTIA, 20-09-2008

Fran Armenteros es el coordinador de los centros especializados de atención a menores extranjeros no acompañados que la oenegé Dianova gestiona para la Diputación de Gipuzkoa

- ¿Cómo llegan los menores a Gipuzkoa?

- Es un fenómeno que ha cambiado en el último año. Antes no éramos un territorio de primera acogida, los menores ya habían tenido alguna experiencia en centros de Madrid, Barcelona o Sevilla antes de llegar aquí. Poco a poco, eso ha ido cambiando y hay menores que ahora llegan directamente, entre otras cosas, porque saben que en otras zonas se está llegando a la saturación.

_ Llegan en pateras, en bajos de camiones….

- Las formas de llegada son todas las imaginables. Hay menores que salen desde el puerto de Tánger y otros que se cuelan en camiones y autobuses, o se embarcan en pateras. Y también los hay que vienen con documentación en regla desde Marruecos, a pasar unas vacaciones acompañados de un familiar, y sólo regresa éste último. De todos modos, la experiencia de venir les resulta tan traumática que no suelen querer hablar del tema.

- ¿Hay picaresca con la minoría de edad, jóvenes que tiren sus papeles para ser atendidos como menores?

- Hay menores que llegan con pasaporte y si no lo tienen se les hace una prueba médica para determinar la edad. Pueden haberla tirado o no haber tenido nunca papeles, pues ni siquiera están identificados en Marruecos. No obstante, no olvidemos que también hay un porcentaje de menores inmigrantes, sobre todo latinoamericanos, que han venido aquí con sus familias y que por diversas circunstancias han terminado bajo la tutela de la Diputación.

- ¿Cuál es el perfil del menor extranjero no acompañado que es atendido en Gipuzkoa?

- Es difícil describirlo. Hemos tenido menores que venían de familias marroquíes muy desestructuradas; niños que ya llevaban años viviendo en las calles en Marruecos, pero también chavales de familias muy asentadas, con un poder adquisitivo medio.

- ¿Y estos últimos por qué vienen?

- Porque está muy extendida la imagen de que en Europa se vive mucho mejor, tanto por recursos materiales como por las libertades.

- Supongo que sólo la diferencia cultural nos impide entender que una familia mande a su hijo de 14 años a que se busque la vida en España para que le envíe dinero.

- Existe un desajuste entre las expectativas que se crea la familia y la realidad de los menores una vez que están aquí, porque no podrán trabajar hasta que cumplan 16 años. Además de la imagen que trasmite la televisión, allí tienen la visión de los inmigrantes que vinieron hace diez años, que se han integrado social y laboralmente y que bajan en vacaciones a Marruecos con la baca del coche cargada de cosas. Por ende, la familia sabe que a un adulto le pueden repatriar con rapidez, pero no a un menor.

- ¿La propia familia impulsa el desarraigo del hijo?

- Si, en parte presiona al menor y le facilita las cosas para que venga, con lo cual lo papeles se invierten y es el menor el que asume la carga de ser el cabeza de familia. Llega un menor de 14 años con la idea de trabajar y mandar dinero y se encuentra con que hasta los 16 años no puede hacerlo, pero la familia le presiona: ‘tu abuela está en el hospital y se va a morir si no mandas dinero’, etcétera. Suma a eso que tiene 14 años, que acaba de perder todos sus referentes sociales, culturales y de autoridad, y que llega a un país con una lengua extraña, donde vive desde el principio ya cierto rechazo social y donde tiene una autonomía personal casi total.

- Se dan casi todas las circunstancias para que sea imposible su integración… pero su familia no querrá que regrese.

- Desde luego no va a facilitar su retorno. Aquí, menor que viene, menor para el que pedimos su repatriación, porque es mejor que esté con su familia que en cualquier centro de protección. Pero repatriar significa que el Gobierno marroquí busque a la familia, que valore si cumple las condiciones para hacerse cargo y, si no las cumple, que vaya a un centro marroquí… y es muy difícil que esto ocurra.

- ¿Es viable educar e integrar a un adolescente desarraigado en esas condiciones?

- Hay un factor muy importante y que incluso suele faltar en los menores autóctonos que están acogidos, y es la motivación y el proyecto de vida. No vienen aquí a perder el tiempo, quieren trabajar y enviar dinero a la familia. De hecho, un gran porcentaje de jóvenes cuando encuentran los medios para ponerlo en práctica lo hace con éxito. La mayoría están escolarizados hasta los 18 años porque entienden que deben aprovechar el estar bajo protección para formarse y ser competitivos en el mercado laboral. En este materia los centros de iniciación profesional (CIP) realizan un gran trabajo.

- ¿Qué ocurre cuando adquieren la mayoría de edad?

- Aflora el problema de que tienen permiso de residencia legal, pero no de trabajo. Antes tienen que entregar una oferta de trabajo en la Subdelegación de Gobierno, que la valorará. Ese trámite lleva a veces hasta tres meses. ¿Qué empresario puede esperar tanto? Este es un foco importante de problemas, porque tienen residencia legal pero no medios para buscarse la vida, por lo que se ven abocados al trabajo ilegal.

- La Diputación sostiene que las conductas conflictivas sólo afectan a un 10% escaso de los menores acogidos.

- Es cierto. Además, consideremos que en ese 10% hay que englobar a menores con conductas disruptivas, es decir, que tienen problemas mentales, de consumo de drogas o que provienen de familias muy desestructuradas en origen, en definitiva, de jóvenes que ya arrastran una situación muy deteriorada y conflictiva. Si a estos problemas personales les sumamos todas las dificultades derivadas de la emigración…. Y aún así, de ese 10%, hay algunos que consiguen a través de los recursos especializados – donde hay una mayor disciplina – reorientarse.

- Ahora que menciona la disciplina. ¿Cuál es el grado de autoridad que se puede ejercer sobre estos menores? ¿Un menor puede legalmente trasnochar?

- Puede hacerlo en las mismas condiciones que un menor autóctono. Si está en las fiestas de pueblo y hace gaupasa… Y la inmensa mayoría tienen novias autóctonas. En todo caso, hay diferentes centros y grados de autonomía: hay centros en los que el menor no sale solo nunca, siempre lo hará acompañado. Si va mejorando, adquirirá mayor autonomía.

- Si un 10% de los menores es conflictivo, el 90% de los menores cumple los objetivos del acogimiento.

- Sí. Si el éxito es que lleguen a la mayoría de edad con una formación realizada, hablando castellano y sin acumular medidas judiciales, nueve de cada diez menores lo consiguen y logran la inserción social.

- Dicho así, es un éxito y, sin embargo, existe una imagen social bastante extendida de que el sistema falla, sobre todo por la alarma que generan los delitos sexuales, la quema de instalaciones…

- Si examináramos esos casos uno por uno, observaríamos que están ligados a problemas de salud mental y de consumo de drogas. Un menor no quema porque sí un centro, y menos aquél que le está ofreciendo protección. Ahora bien, un menor con problemas graves de autocontrol puede quemar un día un centro porque ha sufrido una crisis.

- Un menor comete un delito sexual y no pasa a régimen cerrado. ¿Hay falta de sintonía con el sistema judicial?

- Hay coherencia entre la protección de menores y la vía judicial, aunque sí hay un problema de tiempos. A todos nos gustaría que la respuesta judicial fuera inmediata pero el sistema tiene su propio ritmo. Si un menor quema un centro, pasa por el fiscal, que valora si tiene que haber una prisión cautelar o vuelve al centro. Luego, un equipo psicosocial también examina al menor, se celebra la vista y el juez dictamina. Además, todos los jueces intentan que las medidas sean de carácter reeducativo, con lo que estoy de acuerdo, de modo que el régimen cerrado es el último recurso.

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