Crisis

El País, LUIS GARCÍA MONTERO, 20-09-2008

Antonio está indignado. Las cosas andan mal, muy mal, y la culpa de todo la deben tener como siempre los políticos. Si supieran hacer su trabajo, ahora no tendría problemas para llegar a fin de mes. Resulta difícil pagar la letra del BMW, la del cochecito de Antonia, la hipoteca del chalet y los dos pisos que compró en El Puerto para invertir y pensar en el futuro de los niños. Todo se lo estaba ganando con su esfuerzo, porque nadie como él era capaz de trabajar a destajo con el yeso, sin tonterías de convenios y de salarios oficiales. Nadie como él para enyesar un edificio del tirón. Pero quién iba a decir que el negocio se pararía, y que a los muchachos de la asociación les iba a resultar tan difícil visitar nuevas obras para imponer condiciones. La culpa es de los políticos…

Fernando está indignado con el partido. Hay que ver las cosas que uno tiene que votar en el Parlamento y defender en la calle. Porque hay cosas que se deben hacer, pero no se pueden decir. La Directiva europea de retorno clama al cielo. Cómo iba a imaginarse que acabaría defendiendo la expulsión de un menor, incluso a un país distinto al suyo. ¡Y los centros de internamiento sin control judicial! Pero es que la gente está muy preocupada, y como se deje a la derecha el asunto de la inmigración se van a perder las elecciones. Eso sería mucho peor para todos. Como siempre, la culpa es de la avaricia de los bancos. Pero quién se lo explica a los votantes…

María está hundida. Acaba de perder su trabajo en Caja Maravillas. Ahora vienen a decirle que ha metido la pata, que arriesgó demasiado y concedió créditos sin garantías. Ya nadie se acuerda del espíritu emprendedor de los triunfadores, de que la suerte ayuda a los más atrevidos, de las mejoras urgentes en la cuenta de resultados, del plus a final de año y del ascenso por clientes conseguidos. ¡Lo que le faltaba! Un imbécil le ha dado un golpe en el coche y se ha ido sin dejar su nombre y su teléfono. ¡Le ha destrozado el intermitente de la izquierda! El muy imbécil habrá querido conservar el plus de no siniestralidad que ofrecen las compañías de seguros.

José tiene la cabeza perdida. Ya no sabe ni conducir, acaba de pegarle un toquecito a otro coche cuando salía del aparcamiento. Pero es incapaz de centrarse en nada. Con lo difícil que resulta poner en marcha una promotora, encontrar suelo, pelearse con las normas municipales, hacer bloques de pisos bonitos, aguantar las críticas de los ecologistas. Lo de Colina Linda parecía un negocio, pero queda más de la mitad sin vender. No hay un duro por culpa del miedo, nadie se fía, nadie invierte. Como no le echen una mano los políticos, va a la quiebra segura. Y haber quién crea puestos de trabajo, quién le da de comer a los moros y a los ecuatorianos. Habrá muchas declaraciones contra el racismo, pero si no se les da trabajo haber cómo van a vivir. Y anda que no exigen. Desde que tienen papeles, exigen más que un albañil de Comisiones Obreras. Lo único bueno de la mala racha es que va a provocar una limpieza. Que vengan ahora a exigir derechos…

Yasir sale en el periódico con sus cinco años, los dientes muy blancos y los ojos muy abiertos. Acaban de salvarle la vida. Nunca ha oído hablar de los Chicago Boys, los economistas que se aprovecharon del golpe de Pinochet para experimentar en Chile las consignas de un nuevo liberalismo. No ha oído hablar de Ronald Reagan, Margaret Thatcher o Deng Xiaoping. No sabe que en los últimos 30 años la riqueza se ha organizado para que un grupo de altos capitalistas aumente con una avaricia extrema su poder y la pobreza del mundo.

Carmen se conmueve al ver la fotografía del niño en la patera. Pobrecito. Mira que ella tiene problemas, que no sabe cómo llegar a fin de mes, cómo pagar la hipoteca. Pero esas criaturas sí que lo están pasando mal. Pobrecitas.

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