Inmigración y distopía

La Vanguardia, Ricard Zapata-Barrero , 19-09-2008

Si analizamos las últimas decisiones de la UE, de España, y de Catalunya en materia de inmigración, estamos entrando en prácticas donde se legitima la violencia física y moral sin fundamentos democráticos. Si los realistas políticos pueden ver estas reflexiones como inútiles, también deben dar respuestas a situaciones actuales que nos recuerdan prácticas que pensábamos superadas. Vayamos a los hechos.

Impedir la reagrupación familiar nos recuerda cómo los estados no liberales impedían que familias puedan proyectar sus vidas. Nuestros estados europeos están actualmente separando familias con argumentos casi totalitarios. Están también estigmatizando a ciertos inmigrantes-pobres como delincuentes, bajo directivas de retorno que bien nos puede recordar lógicas colonialistas, donde sólo dejamos libertad de movimiento a los que tienen formación o dinero que ofrecernos. Dinero-contra-papeles, como parece ser el lema del Ministerio de Trabajo e Inmigración, es un acto casi de corrupción social legitimada ante nuestra falta de visión crítica de lo que está pasando, bajo supuestas medidas contra la crisis económica. Ahora se añade la renuncia a contratos en origen. El ahora sí/ ahora no siguiendo nuestros propios intereses es propio de una lógica utilitarista de la academia más neoliberal. El hecho de que se obligue en Catalunya a niños a pasar a escuelas puente bajo supuestas justificaciones de rendimiento escolar es como crear “campos de inmigrantes jóvenes” en nuestras escuelas frontera.

¿Qué está pasando? Quizás lo que estemos construyendo es un distopía (donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal, es decir, en una sociedad opresiva y totalitaria), que pretende fundamentarse en un realismo político que abandera argumentos de seguridad, de estabilidad, de conservación de nuestro bienestar, y que el tercer mundo se quede en nuestras pantallas de televisión. Un realismo político que está extralimitándose en términos de valores democráticos. Ante la distopía debemos regenerar el pensamiento crítico para hacer frente a esta situación insostenible. La alianza del Estado y la opinión pública negativa no puede dar lugar a una sociedad totalitaria. ¡Es como legitimar la violencia física para combatir el terrorismo! ¡Hay que negociar (distribuir riqueza y democracia) con el tercer mundo ya!

R. ZAPATA-BARRERO, profesor de Teoría Política, UPF ricard. zapata@ upf. edu

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