Sólo 69 inmigrantes han pedido las ayudas para volver a su país pese a la crisis

Un extranjero se puede acoger al retorno si sufre una enfermedad grave o no tiene ingresos

Las Provincias, A. RALLO, 09-09-2008

Crisis sí. Aunque, de momento, el bache económico aprieta, pero no ahoga. Muchos apuestan por capear el temporal. Aguantar. Resistir el envite. Ahora vienen mal dadas, pero las cartas siempre pueden cambiar.

A esta circunstancia se aferran muchos inmigrantes de la Comunitat. Así, se desprende de los datos que maneja Cruz Roja sobre la posibilidad de solicitar el retorno voluntario. En lo que llevamos de año, sólo 69 inmigrantes se han acogido a las ayudas del Ministerio de Trabajo y la Conselleria de Inmigración para regresar a sus países de origen. En 2007 fueron 160 personas, una cifra muy lejana de la actual, a cuatro meses de terminar el año.

Fuentes de la asociación admitieron un incremento de las consultas, de las llamadas en busca de información sobre el programa de retorno. “Llevamos unas 300 consultas de este tipo”. Pero de recopilar información a dar el paso de tomar un avión hay demasiada distancia.

Desde Cruz Roja consideran que la crisis puede empujar ligeramente al alza las consultas. De hecho, “ha venido mucha más gente a solicitar información”. Algo lógico, por otra parte, “ya que la economía ha afectado principalmente a los sectores en los que trabajan los inmigrantes”. Desde el departamento que gestiona estos trámites calculan que el número de ayudas estará finalmente en una cifra similar a 2007 “porque ahora mismo tenemos bastantes solicitudes pendientes”.

El proceso para aquellos que quieran optar a una ayuda de este tipo – normalmente el viaje, aunque se pueden ampliar – es necesario acudir a la oficina provincial de la entidad, donde recibirá el asesoramiento de un trabajador social que analizará su caso.

Los motivos principales para conceder estas ayudas es que el interesado padezca una grave enfermedad o bien alguno de sus familiares en el país de origen. Otras causas que se pueden alegar consisten en carecer de una fuente de ingresos económicos o de una red social o familiar, es decir, estar solo.

Rodrigo, ecuatoriano de 37 años, es de los que ha tocado la crisis con sus propias manos. Él ya sabe lo que es vivir con el agua al cuello. De nada le sirven los eufemismos que enmascaran una situación: en paro, sin cobrar los últimos tres meses y con la amenaza de no poder pagar el alquiler.

Su viaje comenzó hace ocho años cuando por aquel entonces el presente ofrecía más oportunidades que desengaños. Ahora, al contrario. “La empresa me ha dejado a deber más de tres meses”, cuenta.

Rodrigo lo tiene claro. Mucho tendría que cambiar su horizonte para no poner tierra de por medio. “Lo tengo claro, el día 2 de diciembre me voy, con ayudas o sin ellas”. La crisis, en su caso, no es sólo económica. La situación también ha dejado bajo mínimos otro de los termómetros del bienestar: su situación sentimental.

“Mi mujer y mis hijos se fueron hace un año, cuando todo empezó a complicarse”. Mientras el trabajo y el dinero llegaban sin problemas a casa – seis años – su mujer y él eran felices aquí. Ahora “les echo mucho de menos”.

Y es que para pasarlo mal aquí, lo pasa mal allí, es la reflexión de este hombre. Desde que llegó a la Comunitat se ha dedicado a la construcción, antes motor de la pujanza económica. “También he hecho algún trabajo de pintura”, añade.

Su hermana reside con él y le apoya en estos momentos de recesión anímica y económica. “Ahora mismo estoy sin dinero, a la espera de que me salga algo”. Por lo menos, el propietario del domicilio donde vive comprende lo que está sufriendo. “Menos mal que he podido hablar con él. Llevo muchos años en España y ya me conoce”.

De la región guardará un recuerdo entrañable. “Son muy buena gente todos. Nunca he tenido ningún problema, ni se han metido conmigo ni yo con ellos”. En breve, empezará una nueva etapa: “Hay que tirar para adelante. No vale mirar atrás”.

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