Querían que les llevaran a España o a Italia. Sin embargo, los 47 inmigrantes rescatados por un pesquero de Santa Pola (Alicante) se quedaron ayer en el puerto de Trípoli tras ser evacuados por la fuerza por parte de las autoridades libias, tal como relató el padre del patrón del barco, José Ruso.

Este desembarco forzoso ponía punto final a varias horas angustiosas durante las que la mayoría de los ocupantes de la patera, al parecer de origen somalí, se negó a abandonar el Clot de l’ Illot, la embarcación que el miércoles les salvó de una muerte segura en alta mar.

La autorización para atracar en el puerto de Trípoli llegó a las 4.00 horas tras intensas negociaciones diplomáticas entre el Ministerio de Asuntos Exteriores español y el Gobierno libio.

Los 11 miembros de la tripulación respiraron entonces aliviados, pero cuando llegaron a las instalaciones portuarias vivieron momentos de tensión, dado que la gran mayoría de los inmigrantes que llevaban a bordo se negaba a abandonar la nave.

«Ya estaba en tierra una decena de inmigrantes cuando el resto se ha negado a desembarcar, e incluso ha llegado a amenazar con quemar el barco», señalaba ayer, angustiado, José Ruso. Hacia las 11.00 horas, las fuerzas de seguridad libias lograron bajar de la embarcación a todos los indocumentados.

El padre del joven patrón del barco, que tiene tan sólo 20 años, relató que los problemas empezaron cuando los subsaharianos más jóvenes, de entre 16 y 18 años, se pusieron «nerviosos» y «agresivos» al darse cuenta de que los iban a dejar en Trípoli.

Según Ruso, los inmigrantes les dijeron que «si llegan a saber que los llevaban a Libia, los hubieran matado». Con este tenso desembarco acababan 48 horas de incertidumbre tanto para la tripulación como para los inmigrantes, que fueron rescatados el miércoles de una zódiac pinchada en la que se hacinaban hombres, mujeres y niños. En la travesía habían fallecido otras 10 personas más, y los supervivientes habían arrojado sus cadáveres por la borda.