A falta de canción del verano, la crisis se está convirtiendo en el tema estrella de estas vacaciones. Y no es de extrañar, ya que afecta a todos los sectores, a todos los ámbitos de la economía. La playa, que en verano es fiel reflejo de la sociedad española, tampoco se escapa a las garras de estos tiempos de vacas flacas. Ni los chiringuitos, ni los restaurantes, ni los bañistas que, junto a sus neveras, son imagen viva del fuerte parón económico que vive el país. Los síntomas son claros: menos clientes, más demanda de empleo. Dos factores que se dan por igual en todos los locales que La Verdad recorrió ayer por la costa murciana para pulsar los efectos de la crisis a pie de playa.

En pleno puente de la Asunción, a las 14.00 horas de la tarde y a pocos metros de la arena, la situación no es tan desoladora como otras semanas de este mismo verano. Pero se nota un fuerte bajón en las mesas de las terrazas y en las barras de los bares, en comparación con otros años por las mismas fechas. Las mesas más vacías, pero las plantillas de trabajadores más reducidas y los puestos de trabajo completamente cubiertos.

En Los Alcázares, en San Javier o en Lo Pagán, los responsables de los chiringuitos y restaurantes en primera línea de playa se ponen de acuerdo: «este año han venido muchísimos inmigrantes a pedir trabajo», aseguran todos y cada uno de los preguntados. Magrebíes, suramericanos, ucranianas… La lista de nacionalidades y orígenes que recuerdan los currantes entrevistados por este periódico es extensa. «Lo que ocurre es que viene más gente a pedir trabajo, pero trabajo no hay tanto como otros años», asegura Abraham, encargado del chiringuito Cazorla, en la playa del Espejo de Los Alcázares. «De hecho, este año hemos tenido que prescindir de dos personas que trabajaron el año pasado. Pero es que la cosa está muy mal». En otros bares de playa, pese a todo y con «algo de esfuerzo», se mantiene la plantilla de otros años. Si otros veranos faltaban camareros, está claro que estos meses sobran, entre otras cosas porque la demanda se ha multiplicado y el volumen de negocio ha descendido considerablemente. Mayte, del bar Las Gaviotas, asegura que la verdadera avalancha de solicitudes de empleo «fue en mayo y en junio. La gente pedía trabajo ‘por favor’, algo que hacía mucho tiempo que no pasaba». Según cuenta esta hostelera, «ha habido gente conocida de siempre de aquí que también ha venido pidiendo trabajo porque el marido se había quedado sin empleo o porque tenían apuros económicos. ¿Vaya que si se nota la crisis!».

Dos pasos más allá, los inmigrantes son mayoría en el restaurante de Eduardo, que funciona a medio gas, como muchos de la zona, a pesar de ser agosto, sábado y puente de la Asunción. Este profesional de la hostelería, que también ha notado el aumento de la demanda de empleo, asegura sin embargo que quienes llegan a pedir trabajo para el verano «no tienen formación ni experiencia, con lo que muchas veces les tienes que enseñar tú y cuando ya saben algo, cogen las cosas y se van. Así no se puede».

No obstante, los hosteleros estaban contentos ayer. Éste es el fin de semana más fuerte del año en la playa, y no se puede atender a los clientes con cara de crisis. Eso, y que Dios aprieta, pero no ahoga. ¿Marchando una de calamares!

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