Melilla, el feliz triunfo del mestizaje entre culturas
Cada año sube el número de bodas mixtas entre las diferentes confesiones que comparten una ciudad destinada a convertirse en un laboratorio de convivencia dentro de pocas décadas
Diario Sur,
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12-08-2008
El mundo, no sólo Melilla, está felizmente condenado al mestizaje. Las capas existentes entre las diferentes culturas son cada día más permeables y Melilla, ciudad que presume de cruce intercultural basado en la tolerancia, es el mejor laboratorio para prever qué va a pasar en el mundo dentro de no muchas décadas. En la Tierra se dejará de hablar de etnias y se asumirá que sólo hay un concepto programático: la convivencia en paz. La historia de Pepe y Naima es buena prueba de ello. Él, cristiano de cultura occidental; ella, musulmana con bellos rasgos árabes. Él, talludo y ella, muy joven. Pero el amor no entiende de edades o culturas, el amor estalla y ¿ay de quien esté por medio!
Pepe y Naima son marido y mujer porque lo han querido tras una convivencia de meses conociéndose y amándose. Ellos han querido institucionalizar su devoción y lo han hecho casándose en el Palacio de la Asamblea, oficiando el presidente accidental de Melilla y amigo de la pareja, Miguel Marín Cobos.
Ufano
Llegaba el novio ufano, tranquilo y bienhumorado, rasgo que distingue a la casta de los Marta. Minutos después de las ocho de la tarde del sábado 9 de agosto, Naima Mohamed era recibida por su pareja a las puertas del Ayuntamiento. Bellísimo traje con escote palabra de honor en tono crudo y doblez completo rematando una creación tan sencilla como elegante. Naima lucía una sobria diadema de oro blanco y se tocaba con un velo de tul ilusión finamente adosado al cuerpo del vestido, como si hubieran nacido juntos.
José es hostelero y conoció a Naima porque su, hoy, mujer le pidió trabajo en la cocina de Casa Marta. Él está enamorado y pasa muchos pueblos del hecho de estar casado con una musulmana marroquí. Naima está preciosa en el Salón Dorado del Palacio de la Asamblea y en cualquier sitio porque es feliz por dentro y se le nota desde fuera.
Cuando los políticos melillenses hablan de convivencia, e interculturalidad, tienen razón, pero deberían ser más atrevidos y poner a las cosas el nombre correcto: avanzamos hacia la sociedad del mestizaje, la ciudad recorta distancias entre culturas y el modelo melillense resulta hasta exportable.
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