CARMEN FERRERAS

Los que vienen

Diario de Navarra, CARMEN FERRERAS ES COMENTARISTA, 12-08-2008

Y siguen llegando pateras y cayucos al litoral español, cargados hasta los topes de gentes en busca de nuevos horizontes, horizontes de bienestar y de progreso, encandilados por los ecos tardíos del efecto llamada. Los que vienen por los que se van. Desde que la crisis asomó su feo hocico por el horizonte laboral, los inmigrantes, el colectivo más afectado, están empezando a pedir árnica para volver a casa, a su casa de allende los mares o allende los Pirineos.

Vienen más que se van, pero se están marchando muchos de esos trabajadores de mano de obra barata que creyeron que España era el país de Jauja. Y es que el paro soportado lejos del hogar, lejos de la familia, es mucho más duro, se lleva peor, no hay ni alicientes ni consuelo ni el ánimo que a veces se encuentra en el seno de la familia.

De día en día, aumenta el número de emigrantes que se apuntan al retorno urgente y subvencionado. Más vale pájaro en mano que ciento volando. Las coordenadas del hambre no sólo recorren sus países de origen, también se sitúan en la próspera y acogedora España en estos tiempos de debilidad económica y precariedad laboral. Sin presente pasadero ni futuro esperanzador, es mejor retornar. No fracasaron ellos, fracasó el sistema, fracasó la economía. A lo mejor, lo aprendido aquí les sirve para salir adelante allí. A lo mejor sólo necesitaban ese empujón que recibieron aquí para ponerse manos a la obra allí.

La inmigración que llega a nosotros lo hace arrastrada por la necesidad, cuántos de ellos también engañados y explotados por las mafias, seducidos por el viejo señuelo aquel de que por aquí los perros se atan con longaniza cuando ni con chistorra. Como sigamos así, el efecto llamada empezará a difuminarse en la nada anulado por otro efecto, el desalentado mensaje boca a boca de los que se van. De los que creyeron alcanzar una estrella y ni siquiera polvo de estrellas acarician en sus manos, ásperas, encallecidas por el trabajo. Aunque no todo son las penalidades que se apuntan o se sugieren para tratar de ablandar el corazón y con él la solidaridad practicada de mil formas distintas.

Con los auténticos también ha llegado mucho embaucador, mucho farsante, mucho delincuente, mucho tramposo, mucho embustero, mucho falsario. A buen seguro estos serán los que se queden y cuando todo se haya agotado enfilen la proa de su ruindad hacia un nuevo país de promisión. Algunos de los que se van lo hacen poco más o menos que como vinieron, poco más que con una mano delante y otra detrás. El paro les comió lo poco que tenían. Pero otros muchos se van más aliviados económicamente, con ideas y proyectos que ojalá cristalicen en realidades una vez en sus países.

El creciente desempleo, imparable por ahora, ha puesto en evidencia la gravedad de una crisis que con manifiesta torpeza se empeñaron en negar durante demasiado tiempo. Menos mal que, por lo menos, el Gobierno se ha comprometido a no dejar en la estacada a los que se ven condenados a regresar a sus países por culpa de la dichosa crisis que nos ha hecho polvo a todos. Qué menos que hacerles más llevadero el regreso y asegurarles los derechos adquiridos. Mientras tanto, un día sí y otro también siguen llegando cayucos y pateras a las costas españolas, y prostitutas engañadas a los lupanares patrios, a los que se acoge en centros donde ya no cabe un alfiler. En sus países de origen viven con menos, en el nuestro necesitan más y si no, mimetizados por el conjunto de la sociedad, se crean la necesidad y con ella el peligro. Las cosas no están bien, pero siguen arribando a nuestras costas embarcaciones y más embarcaciones donde se hacina una enorme carga humana de hipotérmicos en las últimas, embarazadas, niños, jóvenes y los muertos que no quedaron en la fosa enorme del mar. Los que vienen, por los que se van.

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