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La odisea de Alassane

Alassane, un solicitante de asilo subsahariano, tardó casi tres años en llegar de Costa de Marfil a Bilbao. Durante su travesía, estuvo en Malí, Mauritania, Argelia y Marruecos, cruzó el desierto del Sáhara y viajó en patera a las Islas Canarias.

Deia, 02-08-2008

ESCAPÉ de mi casa en Costa de Marfil y fui andando hasta la frontera con Mali, estuve andando, andando, durante una semana. Por el camino había cuerpos en el suelo, tirados, eran muertos". Así comenzó el viaje de Alassane, nombre ficticio de un marfileño de 25 años que desea mantener su anonimato, que salió de su país natal en 2003 y llegó a Bilbao casi tres años después, en 2006. En avión, este trayecto dura aproximadamente diez horas, pero para un solicitante de asilo subsahariano se puede convertir en una odisea.

Durante el viaje, Alassane estuvo en Mali, Mauritania, Argelia y Marruecos, cruzó el desierto del Sahara y llegó en patera a las Islas Canarias. En esos casi tres años, pasó hambre, le robaron, le arrestaron, y vio cómo 44 personas, entre ellas un buen amigo, morían en el mar. “Yo tuve suerte, no he muerto”, apunta con una sonrisa. Llegó al fin a Bilbao, donde recientemente ha logrado el estatuto de asilo por motivos humanitarios.

Cuando estalló la guerra civil en Costa de Marfil, en septiembre de 2002, Alassane vivía con sus padres y su hermana en el norte del país, de mayoría musulmana y feudo de los rebeldes que luchaban contra el gobierno. El enfrentamiento provocó la huida de más de un millón de personas, entre ellas él y su padre. Su madre fue asesinada en el mercado mientras realizaba unas compras. “Una vecina fue en taxi por su cuerpo y lo enterramos cerca de casa”, relata Alassane.

“Yo quería escapar, pero sólo las mujeres podían salir de casa, si a mí me veían, me mataban”. Pero un día se armó de valor y logró salir de su poblado. Se fue andando hasta Odienné, cerca de la frontera con Mali, un viaje a pie durante el cual vio de cerca la tragedia del conflicto: los muertos abandonados en el camino. En Odienné cogió un autobús que le llevó a Mali.

Allí estuvo dos meses, tras los cuales se marchó a Mauritania, donde se puso a trabajar recogiendo pescado, tratando de ahorrar un poco de dinero. Los días pasaban, la desesperación aumentaba y el dinero escaseaba. Tras varios meses en Mauritania, volvió a Mali y cogió un camión para cruzar el desierto del Sahara rumbo a Argelia. “El camión no era grande, era muy pequeño. Íbamos 25 personas en él. Si tienes dinero puedes conseguir un lugar al lado del conductor, pero como yo no tenía tuve que ir atrás con todos los demás. Tenía gente a los lados y encima”.

Además del calor, las condiciones y la duración del viaje, de una semana, por el camino les atracaron. “Se llevaron el dinero. No sé quiénes eran, no sé si eran policías de Argelia o de Mauritania, tenían la cara tapada”.

Una vez en Argelia, se dirigió a la frontera con Marruecos. En la parte argelina, Alassane se instaló en un campamento improvisado, lleno de inmigrantes subsaharianos, donde tenía que pagar una cuota. “Era un plástico colocado ahí. Yo no tenía dinero, pero vi a un chico de Costa de Marfil con el que antes jugaba a fútbol y él me dio el dinero”. Estuvo allí una semana, después de la cual comenzó a andar hacia el norte, en busca de un lugar por donde poder pasar al otro lado. “Había policía vigilando y si me ven me matan”, asegura. “La frontera es muy peligrosa. Había un hombre que cogió a una mujer de Mali, y le dijo a su marido que si no le daba dinero la mataba. Yo estaba ahí, no tenía dinero, y se llevó mis zapatos”.

Al final logró entrar en Marruecos. Alassane llegó a Uxda, localidad fronteriza al noreste del país. El tiempo que pasó allí durmió en el campus de la universidad. Por el día estaba escondido. Una noche se subió de polizón a un tren con destino Rabat junto con el amigo que se encontró en Argelia. “Estábamos esperando 25, y sólo cogimos el tren tres, a los demás los cogió la policía”. En la capital marroquí se intaló y empezó a trabajar recogiendo tomates. Estaba ya cerca de la entrada a Europa, pero su odisea estaba lejos de terminar.

abandonados en el sáhara Pasaron varios meses hasta que reunió un poco de dinero, fue entonces cuando se puso en contacto con un hombre que podía llevarle en patera hasta las Islas Canarias. Generalmente, el viaje cuesta hasta 1.500 euros, pero a Alassane se lo dejaron por 1.200. Las instrucciones eran: en una semana tenía que viajar a Casablanca, donde le recogerían. Pero la fatalidad se cruzó en su camino. Las autoridades marroquíes hicieron durante esa semana una redada en su barrio, “era una calle como aquí San Francisco, llena de inmigrantes”, y se lo llevaron. “Nos dejaron en el desierto. Nosotros en medio y los policías alrededor. Hubo gente que murió”, asegura Alassane.

Varias organizaciones denunciaron entonces que las autoridades marroquíes habían deportado a 1.000 inmigrantes. La organización Paz Ahora afirmó que había al menos ocho muertos y que las autoridades marroquíes efectuaban deportaciones de inmigrantes subsaharianos a pleno desierto del Sáhara, cerca de la frontera con Argelia. SOS Racismo, por su parte, señaló en aquel momento que se produjeron redadas en Casablanca y Rabat de las que ningún inmigrante pudo escapar, incluidos los que poseían documentación como demandantes de asilo político y estaban bajo la protección de las Naciones Unidas.

Muchos fueron devueltos a sus países de origen, pero a Alassane no podían enviarle a Costa de Marfil por la situación de conflicto que se vivía en el país, así que le dejaron en Uxda, en la frontera con Argelia. Allí cogió de nuevo el tren hacia Rabat y localizó a su contacto para salir del país. No lo sabía con claridad, pero habían pasado varias semanas desde su primer encuentro. Sin embargo, no hubo problema, le dijeron otra vez que viajara a Casablanca. “El camión iba dejándonos entre montañas para evitar a la policía, luego nos volvía a coger y hacíamos otro poco de camino, tardamos un mes en llegar a Agadir. Teníamos mucho hambre y mucha sed”, asegura.

Llegó el momento de subir en la embarcación, eran dos, en una viajaban 42 personas y en otra 48. Se acomodaron como pudieron y comenzó el viaje por mar. Era de noche y las condiciones marítimas ese día no eran las adecuadas, había un fuerte oleaje, y decidieron volver. La otra embarcación continuó y poco tiempo después vieron cómo volcaba. “Iban 48 y sobrevivieron sólo cuatro. Mi amigo de Costa de Marfil no lo logró”, señala. Alassane asegura que vio un helicóptero de las autoridades españolas y que policía marroquí les estaba esperando en cuanto llegaron a tierra.

Alassane se vio de nuevo en Uxda, en la la frontera con Argelia, desesperanzado y sin fuerzas para volver a intentarlo. Prefería irse a otro lugar, pero su contacto le convenció. “Me dijo que por el precio que había pagado tenía dos oportunidades de viajar en la patera, yo no quería, pero al final dije que sí”.

En patera a canarias Empezó de nuevo el viaje hacia Rabat, de ahí a Casablanca, y por último Agadir, todo en las mismas condiciones. “Esa vez lo logré, pasé cuatro días en el mar hasta que llegamos a las Islas Canarias”. No sabe exactamente el lugar. Allí le recibieron las autoridades españolas y la Cruz Roja. “Les dije que buscaba asilo”. Alassane huía de la guerra civil en Costa de Marfil, que mantenía al país dividido en dos: el norte controlado por los rebeldes y el sur por las fuerzas del gobierno. En 2007, ambas partes firmaron un acuerdo para gobernar juntos hasta la celebración de elecciones, que tendrán lugar en noviembre de este año.

De la odisea en patera fue a parar a un centro de detención, donde pasó internado una semana. “Un día me llevaron a un avión, yo no sabía dónde iba, pensé que me llevaban de vuelta y tenía miedo de que me dejaran en otro país que no era el mío, pero al final aterricé en Málaga”. Allí contactó con CEAR, el Comité Español de Ayuda al Refugiado. Cuando llegó a la delegación de Madrid llamó a su hermana. “No había hablado con ella desde que salí de Mali, y le dije que estaba bien”. Él quería venir a Bilbao, así que le remitieron a CEAR – Euskadi, adonde llegó en 2006.

Tras dos años de espera, las autoridades del Estado español le concedieron el pasado 17 de abril el estatus de asilo por motivos humanitarios, gracias al cual trabaja y reside en Bilbao, tratando de dejar atrás la trágica odisea que supuso llegar hasta aquí.

“Mataron a mi madre en el mercado, una vecina fue en taxi a por su cuerpo”

“Iban 48 en la patera y sobrevivieron sólo cuatro. Mi amigo no lo logró”

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