Alas 3.30 de la madrugada, tras tomar unas copas con unos amigos, Juan Ramón Quintana, de 47 años, regresaba a su casa de la calle madrileña de la Infanta Mercedes. De pronto, en el parque de San Germán, vio un capazo. Dentro había una niña: la recogió y se la llevó a casa. Avisó a los servicios de emergencia, que comprobaron que la niña estaba en buen estado de salud y la ingresaron en el hospital de La Paz, tan próximo a la plaza de Castilla. A las 20 horas del abandono de la niña fue detenida la madre, una inmigrante boliviana en situación irregular. La madre llamó al teléfono de emergencias 112 y alertó de que había abandonado a su hija. Se equivocó al dar la dirección de donde estaba la niña. Por eso los agentes no la hallaron cuando acudieron a la dirección indicada. La madre abandonó a la niña por desesperación. Una historia similar a esta está en el origen del drama teatral de sentimentalismo rosa Canción de cuna , que firmó en 1911 Gregorio Martínez Sierra, pero que había escrito, como tantas obras suyas que él firmaba, su esposa, María de la O Lejárraga. La historia de Canción de cuna la tomaron de una noticia de un periódico italiano que informaba de que una niña abandonada había sido recogida en un convento por unas monjas. Canción de cuna tuvo mucho éxito en teatro y en cine.