Italia descubre sus miserias

ABC, 27-07-2008

Una voluntaria de Cruz Roja registra a una gitana rumana, en el primer día del controvertido censo en Italia, el pasado lunes, en Roma AFP

POR VERÓNICA BECERRIL CORRESPONSAL

ROMA. La mayoría de los italianos considera a los gitanos gente poco sociable, como se refleja desde octubre del pasado año: quema de viviendas; enfrentamientos en torno a los lugares donde viven, legal o ilegalmente; medidas para controlar una población cada vez mayor… En su mayoría, se han visto obligados a huir de su país por la pobreza o la guerra e intentan llevar una vida lo más normal posible en Italia, aunque, eso sí, con su estilo de vida y sus costumbres. ABC acompañó a un grupo de Cruz Roja que el pasado lunes en Roma comenzó a recoger datos y a vacunar a los habitantes de estos asentamientos, como ordena la nueva ley de Berlusconi.

«Hola Najo», saludé al responsable de uno de los asentamientos gitanos más grandes, a quien pregunté a ver si habían pasado a censarlos. Me confirmó que no, «porque primero se van a pasar por los ilegales; nosotros de todas formas les esperamos, sabemos que es una cosa positiva para todos, obviamente sin huellas dactilares, porque no era justo hacer esa diferencia entre los niños italianos y los del campamento, que al fin y al cabo han nacido aquí».

«Queremos insertarnos»

En Roma, a base de protestas, se ha logrado evitar la toma de huellas, no así en Milán o Nápoles Lo que se consiguió en la capital italiana, es decir evitar recoger las huellas dactilares a los niños, fue fruto de la protesta nacional y de la alarma internacional lanzada no sólo desde la prensa, sino desde el Parlamento Europeo. Bruselas emitió una votación de rechazo a los planes del Gobierno italiano para la identificación a través de las huellas.

Najo estaba visiblemente contento porque el viernes participó, junto a otros veinte representantes de asentamientos gitanos, en una reunión con la prefectura de Roma en la que les explicaron cómo iba a funcionar el censo: petición de documentos, ficha sanitaria con elenco de enfermedades y vacunas, y, finalmente, tarjeta sanitaria.

«Es la primera vez que nos llaman, creo que es el inicio de un trabajo en común para quienes se quieren insertar en la sociedad», me explicó Najo, partidario de la expulsión de aquellos que dan problemas.

La recogida de datos empezó en Via Candoni, donde residen 11 familias para un total de 34 personas, 15 de las cuales son menores, para proseguir después por los diferentes asentamientos ilegales esparcidos por el territorio. Llegamos a uno de ellos. Al llegar la furgoneta de Cruz Roja, los gitanos salieron de sus barracas para acercarse a los voluntarios que iniciaron a explicar el procedimiento. Despacito, para que se les entendiera bien, aunque la mayoría de ellos, sobre todo los niños, hablan perfectamente italiano.

«Rodeados de ratas»

El proceso fue lento y los datos obtenidos bastante desalentadores. La mayoría de los niños no estaban escolarizados y ninguno de ellos había recibido vacunaciones. Los rostros del personal voluntario hablaban por sí mismos. Sonreían cuando se dirigían a los gitanos, pero cuando empezaban a escribir en la ficha de cada uno, era como si se les cayera el alma a los pies.

«Estamos descubriendo casos muy difíciles – me confirma el presidente del Comité Provincial de Cruz Roja italiana de Roma, Fernando Capuano – , campos ilegales situados en lugares sin ninguna higiene, rodeados de ratas; incluso visitamos uno al que sólo se podía acceder atravesando las vías del tren. Cada vez que una mujer con un niño atravesaba se nos encogía el corazón».

Capuano es una de las personas que estuvo en primera línea rechazando la idea de coger las huellas dactilares a los menores, y a pesar de que el proceso de identificación en los campos ilegales se está llevando a cabo de forma espontánea y sin problemas, «Me doy cuenta que hay que presionar todavía más para que el ayuntamiento haga algo; no se pueden ver estas escenas, y, sobre todo, no se puede vivir en estas condiciones».

Y es que hay un abismo entre los campamentos legales y los ilegales. A los primeros llega el camión de la basura, el agua y un autobús que lleva a los niños al colegio. A los otros no llega nadie.

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