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Derechos o exclusión

La Voz de Galicia, 24-07-2008

Andamos metidos en una disputa de ciegos. Como los personajes de El ángel exterminador , la película del Buñuel mexicano en la que un grupo de ricachones se ven incapaces de salir de la habitación donde están malgastando la herencia. Así estamos los europeos.

El debate de fondo ya no es el de la inmigración, sino el de una sociedad comunitaria o cosmopolita. Estuve en la Conferencia Nacional de la Raza, donde miles de hispanos se alineaban en dos frentes. En una fila estaban los exitosos; los que pagaban 650 dólares por asistir a los discursos de los aspirantes a la Casa Blanca. Eran abogados, médicos y empresarios. Americanos de clase media y de origen hispano con un idioma en la boca y quizás otro en la conciencia. Simbolizaban el poder latino organizado como grupo de presión.

En la otra línea se vestía con camiseta. Había jardineros, albañiles, limpiadoras y cajeras de supermercados. Entraban a una nave donde doscientos expositores promovían sus productos y servicios. Bancos, cadenas de radio y televisión, automóviles, parques de atracciones, comidas preparadas y muchos mostradores ofreciendo seguros contra enfermedades, incendios o impagos. También estaban los marines exhibiendo y captando a jóvenes latinos. Se ofrecían seguros de vida y de muerte. No faltaron los gorrones que arramblaban con llaveros, tazas y baratijas para vendérselos a los más desahuciados.

A los talleres acudían los hispanos más vulnerables para recibir consejo sobre cómo enfrentarse a la crisis hipotecaria, acceder a las escuelas de educación temprana, reformar el sistema de salud y aumentar el poder de los latinos. Voluntarios ayudaban a llenar los formularios para obtener la ciudadanía. Con la doble nacionalidad ganamos todos. El voto no se hereda ni se lleva en la sangre. Se ejerce allí donde se gana uno la vida o donde se la estropean.

Una docena de alcohólicos de la pureza de su sangre se manifestaban fuera del recinto. Coreaban que la comunidad se hace con los que son idénticos. Pienso, por el contrario, que la madurez de una persona y de una sociedad se adquiere por la acumulación de identidades: mujer, madre, desempleada, viuda y pobre. Aquellos apóstoles blancos demonizaban al inmigrante y luchaban contra la demografía. Los latinos censados en Estados Unidos suponen el 14% de la población y el 22% de los menores de 3 años.

Mientras tanto, nosotros en Europa retorcemos las palabras. Decimos retornos cuando son expulsiones. Llamamos extranjero al albañil e inmigrante de segunda generación al niño del vecino. Lo que necesitamos es definir lo que está pasando. ¿Cómo nombrar a la madre latina que ha perdido a su hijo en la guerra de Afganistán? ¿Madre de un inmigrante o de un patriota? Quizás desnacida, desparida o desahijada . No encuentro la palabra, pero sé que el guión que estamos escribiendo se llama derechos o exclusión.

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