No vamos a mejor. ¿Quién dice que hay progreso después de ver la foto de las dos niñas muertas con los bañistas detrás? ¿Es el precio del progreso las dos gitanas Cristina y Violeta ahogadas y tapadas pudorosamente con toallas de playa? Nos desayunamos con esas obscenidades que dejan a algunas películas pornográficas convertidas en cuentos infantiles y miramos para otro lado. Sucedió en Italia, en Nápoles. Pero en el sur de España y en las islas ya vimos imágenes así con los cadáveres de las pateras junto a los bikinis. ¿Cómo se puede seguir tomando el sol con dos muertos al lado? ¿Existe una crema con el factor de protección tan alto como para que la muerte de dos niñas ahogadas, que minutos antes vendían pulseras entre los bañistas, no nos afecten? ¿Qué grado de protección, si existe, es el necesario? ¿40 o 50? ¿La indiferencia era mayor porque las niñas eran gitanas? Cuentan las crónicas que algunos siguieron comiendo y bañándose. ¿Bañándose para lavarse la vergüenza? ¿Comiendo para hacer la digestión de las dos niñas? ¿Son nuestras vacaciones tan sagradas como para no inmutarse ante la muerte? Menos mal que los socorristas consiguieron sacar del agua vivas a otras dos gitanas. Todo nos da igual, menos lo que afecta a nuestro ombligo, auténtico centro de gravitación del planeta de cada uno. El mundo no mejora. Esto no lo arreglan ni los diez millones de ángeles del Libro de Daniel.