Desde Dentro Ricardo Peytaví

¿Abrimos una tienda en Senegal?

El Día, 23-07-2008

COMO cada día nos despertarnos con una sorpresa nueva
en asuntos de la inmigración clandestina, parece que ahora los receptores GPS
que guían a los cayucos los compran en una tienda de Las Palmas – tenía que ser
en Las Palmas – y se los llevan a Mauritania y Senegal en la misma bolsa del
comercio en cuestión, donde los revenden no se sabe a qué precio. Y los motores
también. Allá por 1982 asistí en el Ferrol – entonces todavía del Caudillo – a la
botadura del portaaeronaves “Príncipe de Asturias”. Junto a la grada del moderno
buque había varias patrulleras en fase de construcción. “Son para Marruecos”, me
dijo un señor con entorchado en la bocamanga del uniforme. Eran tiempos en los
que las patrulleras marroquíes capturaban, e incluso ametrallaban, pesqueros
españoles a mansalva. “Es que si no los construimos nosotros, lo hacen otros”,
añadió ante mi estupor. Propongo, si me permiten un poco de sarcasmo en lo que
es una tragedia humana, que inspeccionemos la tienda de Las Palmas en cuestión
para asegurarnos de que, al menos eso, los receptores GPS no están falsificados.
Y también que los motores han pasado la ITV. Aunque no.

Hablar de este asunto en un tono jocoso supone, se mire
como se mire, una actitud macabra que no cabe ni siquiera en el contexto de las
licencias literarias admisibles en los artículos de prensa diaria. La realidad
es que poco puede hacer España para complicarle la vida a las mafias en los
países desde los que salen los cayucos. Bueno, en realidad sí; puede enviar a
sus altos cargos en visita oficial. Visitas como la que ayer inició el
secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Ángel Losada, por cuatro países
africanos para hablar, entre otros asuntos, de inmigración. Parece que el señor
Losada tiene previsto entrevistarse con las autoridades locales. A mí también me
recibió el gobernador de Noadibú un viernes a las siete de la tarde, cuando
regresó de rezar en la Mezquita. Me invitó a té de menta en su casa y me
autorizó a filmar todo lo que me diera la gana. ¿Y qué? También me recibió con
exquisita cortesía el gobernador de Rosso, ciudad a orillas del río Senegal que
sirve de frontera entre este país y Mauritania. El gobernador de Rosso no me
invitó a té con galletas, porque eran las 11 de la mañana y los dos teníamos
muchas cosas que hacer. Mi amigo Sambá se deshacía en reverencias ante su
autoridad. Yo, no; algunas veces me he puesto a ensayar ese gesto solemne de
doblar la cerviz, como Manuel Hermoso ante el tirano Fidel, pero no me sale.
Será cuestión de seguir practicando.

En fin, ¿a quiénes pretende engañar el Gobierno del
talante? En los países africanos reciben cortésmente a todo el que se presente
sin prepotencias. A todos menos a Zapatero y sus acólitos. Mohamed VI, sin ir
más lejos, le concedió audiencia en una ciudad marginal, le leyó la cartilla y
lo despidió con la amenaza de una nalgada si el Rey volvía a pisar Ceuta o
Melilla. Esa es la altura actual de la Diplomacia española. Ciertamente, no creo
que al secretario de Estado de Exteriores le dejen abrir una tienda para vender
los GPS directamente en Senegal, o montar un taller de puesta a punto de motores
fueraborda. Ni siquiera eso.

rpeyt@yahoo.es

 

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