El ahogamiento de dos gitanas rumanas ante la pasividad de los bañistas sacude Italia

ABC, 22-07-2008

VERÓNICA BECERRIL

SERVICIO ESPECIAL

ROMA. Ponerse morenos a cualquier precio, incluso si éste es tener delante los cuerpos de dos niñas muertas,Violetta de 12 años y Cristina de 11. Las dos niñas de etnia gitana estaban junto a otras dos amigas paseando por la orilla de una playa cercana a Nápoles y vendiendo a quienes tomaban el sol pequeños objetos, cuando, atraídas por la frescura del agua ante el tórrido sol de primera hora de la tarde, decidieron darse una baño. Acababan de comer, pero éste pensamiento no supuso un freno a su deseo, así como tampoco el hecho de no saber nadar. Medio vestidas, comenzaron a adentrarse en el mar, hasta que a la más pequeña, de sólo 8 años, una ola se la llevó. Las otras niñas, en su intento de salvarla, acabaron como ella, pidiendo ayuda, mientras el mar las golpeaba de forma violenta contra las rocas cercanas. Alguien llamó al servicio de emergencia y avisó también a los socorristas, mientras la mayoría de los bañistas optaban por coger sus teléfonos móviles para grabar la escena. Gracias a la pronta intervención del socorrista, dos de las niñas se salvaron, mientras que las otras dos ya casi estaban sin vida cuando recuperaron sus cuerpos. La fuerza del mar y la violencia de los golpes contra las rocas acabaron con sus vidas, pero también la indiferencia de la gente acabó con ellas. Así lo denunció el arzobispo de Nápoles, el cardenal Crescenzio Sepe, quien señaló que la imagen de lo ocurrido con la gente que seguía tranquilamente tomando el sol era peor que las toneladas de basuras acumuladas por la ciudad. El purpurado condenó sobre todo esa «indiferencia ante la tragedia de unas niñas cuya vida ya había estado marcada por los prejuicios», por lo que el arzobispo de Nápoles dijo que «es el momento de hablar claro, llamando a la reflexión de lo sucedido, no sólo por la tragedia de la pérdida de dos vidas, sino sobre todo ante la actitud de quienes siguieron tomando el sol, o, incluso peor, quienes armados de sus teléfonos móviles «inmortalizaban» los cuerpos». Estas niñas ya viven su tragedia, pertenecen al primer campo gitano por donde se pasaron las autoridades en Nápoles para recoger las huellas dactilares, aunque ahora parece que el Gobierno italiano ha optado por una línea más suave, y ayer el ministro de Interior prometía la nacionalidad para los menores sin padres.

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