Una meta en silla de ruedas

ABC, CARMEN ECHARRI- CEUTA., 21-07-2008

De lo que sucedió aquella madrugada de 1999, Makan Diarra tiene escasos recuerdos. Sabe que, junto con otros compatriotas, decidió adentrarse en la Ciudad autónoma de Ceuta saltando por la parte cercana a la cantera de Benzú.
Uno a uno, sus compatriotas fueron saltando sin problemas. Pero en el suyo se cruzó la mala suerte, que fue la que le condujo al vacío, partiéndose la espina dorsal. Nueve años después, Makan recuerda en su entrevista con ABC cómo aquella noche se quedó en el suelo, sin poder moverse durante horas hasta que, de mañana, apareció una patrulla de la Guardia Civil que fue la que le auxilió.
«Me caí por el muro»
«Estaba en Marruecos y quería cruzar a España. Cuando crucé me caí por el muro y allí me quedé. Ya había saltado la valla, me encontré con una cantera y caí al vacío, caí de pie», recuerda Makan. «Mis compañeros se habían marchado y me quedé allí solo, era de madrugada», recuerda. «No me podía mover, recuerdo que no me dolía, pensé que después de un rato podría mover las piernas, pero pasó media hora, lo intenté y me di cuenta de que no podía. No podía andar».
Tras ser ingresado en el hospital civil, Makan fue trasladado a un centro peninsular. Primero al Puerta del Mar y después a un centro de San Fernando para minusválidos. Fue allí donde le dio tiempo a asumir su nueva vida, lo que le había deparado el destino, estar postrado en una silla de ruedas.
Makan perdió la movilidad de sus piernas en su salto hacia Ceuta, pero no la esperanza. Ahora, en San Fernando, con la ayuda de varios compañeros que han creído en él, ha conseguido abrir una zapatería en el número 133 de la calle Real. «En el hospital estuve varios meses, después en el centro San Rafael hasta que me concilié con mi nueva situación. Con la ayuda de unos amigos entré en un colegio de San Fernando en donde aprendí la profesión para aprender el oficio de zapatería y marroquinería».
Apoyo de su socio
Ahora, cuenta con el apoyo de un socio en su nuevo negocio que prevé servirle para abrirle una nueva puerta a la vida.
Atrás, en Malí, Makan dejó a su familia con la que mantiene contacto. Incluso fue a visitarles el año pasado. «En verdad fue muy triste, porque ellos no esperaban verme de esta manera, en una silla. Fue algo triste, pero por otro lado también fue un momento de alegría porque me ven que he salido adelante», recuerda.
Ahora Makan sueña con poder traerse a su hermano a España, para que le ayude en su nuevo negocio.
Un negocio que aporta la nota positiva a una historia migratoria que integra una más de la ristra que toman como escenario la ciudad.
Makan da vida a aquella noticia que copó la portada de la prensa local aquel 1999 y que ahora tiene una continuidad positiva en el tiempo. Y lo tiene porque Makan ha decidido poner metas en un camino que comenzó con trabas.

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