La vida de Liz

Dejó Bolivia en 2006 para venir a Donostia, donde trabaja como empleada del hogar. Su sueño: tener un futuro mejor

Diario Vasco, MIGUEL GONZÁLEZ, 20-07-2008

DV. Los inmigrantes que viven en Gipuzkoa observan con recelo las nuevas leyes promovidas para frenar su llegada. A pesar de su preocupación, la realidad demuestra que la cifra de extranjeros sigue aumentando y que su integración es una realidad.

Así lo atestigua Liz, una boliviana de 23 años que vive en San Sebastián acompañada por su hermana Eliana Elisabette, de 27, y su madre Miriam. En su país viven otros cuatro hermanos, comprendidos entre los 31 años del mayor y los 15 de la más pequeña. La añoranza por su tierra es lo que peor lleva en sus dos años de estancia en Gipuzkoa. «Uno tiene sus raíces donde nace y aquello tira mucho. La mayoría de mi familia vive allí y les echo de menos. Pero hay que ser realista, mucha veces hay que estar lejos de la familia para poder ofrecerles algo mejor. Yo, afortunadamente, tengo aquí a mi hermana y a mi madre».

Como sucede con la mayoría de los inmigrantes, la búsqueda de una vida mejor fue lo que le empujó a hacer las maletas. «En Bolivia no tenía futuro. Mi hermana llevaba aquí algún tiempo y me animó a venir. Llevo dos años y estoy encantada, porque puedo trabajar. Ustedes no se dan cuenta de lo que supone tener un trabajo. No lo valoran. Nuestro sueño cuando venimos acá es lograr un trabajo digno que nos permita abrirnos una esperanza en esta vida».

La vida de Liz no es sencilla, aunque entre su colectivo no es de las peor situadas. Trabaja en una casa de 8 a 11 de la mañana y, cuando termina, acude a otra hasta las dos. En total, gana 700 euros mensuales, de los que envía cerca de cien a sus familiares en Bolivia. Para hacerse con unos euros extra algunas tardes acude al caserío de una conocida para ayudarle en las labores de limpieza.

Comparte con su novio, que es ecuatoriano, una habitación en un piso de Egia por la que pagan 375 euros al mes. En la vivienda residen además otras tres personas, con las que comparten los gastos de las zonas comunes y la limpieza de los baños, salón y cocina. «No es cómodo convivir con tanta gente, pero nosotros no tenemos otra alternativa, porque no podemos permitirnos alquilar un piso entre dos personas. Hemos barajado la opción de comprar un piso de segunda mano en una de las zonas más baratas de la ciudad, pero sólo de entrada te piden 35.000 euros. Estamos ahorrando, pero para alcanzar esa cantidad necesitamos muchos años. Así que, mientras tanto, seguiremos como estamos».

Además del respeto y el calor que ha encontrado entre los guipuzcoanos, Liz se siente atraída por el paisaje. «La bahía de La Concha es algo maravilloso, sobre todo por la tarde. Nunca me hubiera imaginado que existiese algo igual. Algunos días, cuando termino las clases de baile con el grupo ecuatoriano en el que estoy, bajamos a la playa con varias amigas a darnos un baño y es algo maravilloso. Eso, y el helado de después en el Boulevard, no tiene precio. No somos de mucho gastar y esas pequeñas cosas para nosotros tienen un sabor especial».

La tortilla de patatas

Curiosamente la comida, a pesar de la fama que atesora la gastronomía vasca, es una de las cosas que más extraña Liz. «Más que la comida, la forma de comer es diferente. Aquí con unas vainas y un filete vas listo, mientras que en mi país para media mañana ya solemos tomar una sopa y un segundo plato. Otra diferencia es que tomamos mucho arroz y patatas y aquí no tanto». No obstante, se ha enamorado de un plato de lo más sencillo. «No conocía la tortilla de patatas. Y mira que allí nos sobran patatas. Está buenísima. La primera vez que la probé me dije, tengo que aprender a hacerla. Y ahora soy una experta. Además, es un plato muy económico».

A Liz no le gusta los prejuicios que marcan a los inmigrantes y realiza una petición a todos aquellos que los realizan. «Les pediría que antes de juzgarnos, nos conozcan. La mayoría de los que venimos aquí sólo perseguimos conseguir un trabajo y llevar una vida mejor. No buscamos hacernos millonarios. Nos culpan de muchas cosas sin saber siquiera lo que tenemos que padecer hasta llegar aquí». mgonzalez

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)