El otro verano

Deia, 11-07-2008


>La cruel realidad de las pateras llega con las buenas mareas, con el verano, y trae esta vez a Almería un escenario de dolor y muerte en esta ocasión con nueve niños de menos de cuatro años fallecidos de un total de 15 muertos.

>Llega el buen tiempo, el verano, y la cruel realidad de las pateras arribando a las costas andaluzas y canarias llena los informativos de imágenes impactantes, de dolor y de muerte. Ayer la estadística de fallecidos se endureció hasta el infinito cuando se supo que nueve de los quince muertos eran niños y niñas menores de cuatro años. La costa de Almería vio ayer cómo desembarcaban 33 supervivientes. Todos ellos en muy mal estado de salud, un único niño que pudo llegar con vida en situación de extrema gravedad y cuatro mujeres ingresadas en la UCI. Datos que fueron corroborados por el amplio equipo de asistencia de Cruz Roja cuyo relato fue estremecedor. Algunos de ellos, con lágrimas en los ojos, relataban que nunca en su extensa experiencia de rescate de inmigrantes habían asistido a una tragedia de esta envergadura. Cuando comenzaron a conocer las historias personales de las madres que se vieron obligadas a tirar a sus pequeños por la borda de la embarcación se estremecieron hasta el límite. Como debería hacer cualquier ser humano cuando conoce historias de desesperación como la vivida ayer en el puerto almeriense. 33 supervivientes, 19 varones y 13 mujeres, al menos tres de ellas embarazadas. Cifras y más cifras que en ningún caso desdramatizan la situación de la inmigración en verano. El presidente Zapatero calificó la llegada de pateras como “un drama casi insoportable”. Mejor si le quita la palabra “casi” porque es sencillamente insoportable. La UE trabaja a todo gas en una directiva de retorno y en otra serie de sustentos legales que sólo persiguen controlar a aquellos inmigrantes que llegan a nuestras costas de manera irregular. Porque el objetivo real no persigue mitigar de alguna forma esta sangría. No se fija la UE en la realidad que llega del mar. Los países ricos se reúnen en una cumbre como la de Japón, recién celebrada, en la que se despilfarra dinero en gastos superfluos relacionados sólo con la suntuosidad del Primer Mundo, pero en la que se muestran incapaces de tramar una red de complicidad, primero entre ellos y luego con el Tercer Mundo, para poner los medios con los que frenar esta injusticia. El verano acaba de comenzar. Las buenas mareas van a ser propicias para aventuras suicidas llegadas desde África. Hoy los medios de comunicación se alarman porque en la patera de Almería viajaban al menos diez niños. Nueve murieron y sus propias madres y padres tiraron sus cuerpos por la borda. La noticia merece primeras páginas porque el drama adquiere su más alto grado de crudeza. Sin embargo, llegarán más pateras, habrá más historias de desesperación. Y los gobiernos seguirán mirando para otro lado. Urge, y mucho, una cumbre seria de la que nadie se levante sin un compromiso firmado de ayuda a África que termine con esta realidad.

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