Arrancados del regazo de sus madres

ABC, 11-07-2008

L. MEDERO/M. V. COBO

ALMERÍA. «¿Dónde está mi hijo?», preguntaba una mujer desesperada que acababa de ser rescatada y que no podía sostenerse en pie. Otras comenzaban a darse cuenta en ese momento de que sus bebés no estaban. Después de una terrible travesía sin agua ni comida y remando con las manos, todavía tenían que soportar algo peor: nueve de los niños que viajaban en la patera – sus hijos – no pudieron soportar la dureza del viaje y sus cuerpos fueron arrojados al mar. Pero sus madres se debían encontrar tan debilitadas o bajo un «shock» que algunas creían que los pequeños seguían junto a ellas y sólo fueron conscientes de su tragedia cuando llegaron a tierra.

El drama brutal vivido por los pasajeros de ese «viaje de la muerte» aporta testimonios espeluznantes. Para darse cuenta del infierno que constituyó para ellos la travesía basta mencionar que dos de los pasajeros fueron elegidos por sus compañeros para arrancar a los bebés muertos de los brazos de sus madres y arrojarlos al mar. Enterradores en el mar.

Según Francisco Vicente, coordinador provincial de Cruz Roja, los supervivientes tenían quemaduras tan graves que «no se les podía ni tocar». Algunos, exhaustos, llegaron a «perder el conocimiento» vencidos por el dolor.

Uno de ellos es Tangufor Lucas, que había salido de Marruecos una semana antes. Alto y delgado, de entre veinte y treinta años, mostraba en su cara la tristeza y el cansancio por lo vivido en los últimos siete días, desde que salieron rumbo a Europa. Habla más con los ojos que con la boca, porque sigue agotado del viaje. Su «aventura» había empezado mucho antes de llegar al mar, cuando salió de Camerún. Él es uno de los supervivientes de la patera que llegó en la medianoche del miércoles a las costas de Almería tras ser rescatada por el Servicio Marítimo de la Guardia Civil.

«Durante el viaje murieron siete niños y cuatro adultos, once personas en total», dice, aunque fuentes oficiales hablan de catorce muertos en la travesía, más uno durante el rescate. El joven lo explica desde el Centro de Acogida Inmediata del puerto de Almería, donde está custodiado por la Policía Nacional hasta que se inicien los trámites para devolverlo a su país.

Lleva puesto el mismo chándal que el resto de los supervivientes, con una sudadera granate y pantalón negro que les facilitó Cruz Roja nada más llegar a puerto. Y como el resto, pasa por un corredor aislado con una valla de una dependencia a otra de ese centro, en el que esperan. Tangufor se acerca a la valla para hablar con los medios de comunicación y explica en francés parte de aquella travesía maldita.

Relata que partieron de Marruecos el sábado por la noche. Una avería les dejó sin motor. «A medio camino, nos quedamos sin comida ni agua». «Tenemos quemaduras en la piel del sol». Tangufor habla con un hilo de voz y tiene los ojos llorosos. Está serio y se aferra al pequeño bote de zumo como si fuera lo único que tiene desde que salió de la tierra que lo vio nacer. En realidad, es así.

Cuando el joven se aleja hacia el interior del edificio, otro chico, también joven, se acerca con reservas a la valla que lo separa de haber cumplido su sueño en Europa. Explica en inglés la dureza del viaje. «Se nos rompió el motor y estuvimos tres días remando con las manos». Cuando pudimos acceder a ellos, habían pasado doce horas desde que llegaran al puerto de Almería. Entonces, a medianoche, ni siquiera podían mantenerse en pie. Los cinco, seis o siete días que habían pasado en el mar, sin agua ni alimentos, los habían dejado exhaustos.

«Tragedia indescriptible»

Intentaron remar con las manos, pero no tenían un rumbo determinado. Sólo lograron cansarse más, y por el camino fallecieron unas catorce personas. Entre los muertos hubo un total de nueve niños de entre doce meses y cuatro años. Así lo relata Francisco Vicente, que calificó lo vivido en la madrugada del miércoles como la «tragedia más indescriptible».

Y es que la escena que vivieron los 25 voluntarios que atendieron en el puerto a los rescatados iba tomando tintes dramáticos por momentos. Los inmigrantes llegaron exhaustos, sin fuerzas para tenerse en pie ni hablar. «Sólo nos indicaban con la mano que querían agua y a duras penas nos decían que llevaban siete días en el mar». María del Mar es la responsable de Socorro de Cruz Roja, y una de las enfermeras que atendió a los inmigrantes. El aviso hablaba de 33 personas rescatadas, entre ellas varias mujeres embarazadas y un bebé. Fue este bebé el primero en salir de la barca «Cabo de Gata» del Servicio Marítimo de Guardia Civil que los rescató.

Fuentes del Instituto Armado señalaron que la operación en alta mar fue complicada. Los ocupantes de la patera estaban tan exhaustos que no podían cambiar de barca, fueron los agentes los que tuvieron que subirlos a bordo. Incluida una mujer, que falleció durante la operación de salvamento.

Al puerto llegaron todos en malas condiciones. «Estaban todos tumbados en el suelo de la barca. A casi todos hubo que sacarlos en camilla, en sillas de ruedas o en brazos», explica la enfermera de Cruz Roja.

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