Al aire de los Sanfermines

Deia, Milagros Rubio, 06-07-2008

Durante el verano, nuestra geografía celebra por doquier sus fiestas patronales. Los Sanfermines, y las semanas grandes de Bilbo, Donostia, Gasteiz son, sin duda, las más famosas, si bien todas las poblaciones guardan el sabor de esta secular tradición. Recuerdo las fiestas de Tudela en mi infancia, como días de alegría y música, de encuentro, amistad, visitas de familiares venidos de otros lugares, de aroma a horneado de cafareles y pastas recién hechas, de charangas, de vaquillas, de olor a albahaca y cera derretida, de caballitos y feria, de zapatillas perdidas a la carrera en la Revoltosa, de gigantes y cabezudos, de carritos con helados, de madrugadas de encierro, de fuegos artificiales, de transgresión de horarios, de estallidos de blanco y rojo, de bebidas a menudo alcohólicas en exceso, de verbenas, de puertas de casa abiertas y almuerzos en la calle sin número fijo de invitados. Cualquiera que anduviera cerca, compartía los alimentos, la bebida y la alegría. La fiesta incluía la hospitalidad como esencia de la misma. Con diferentes presupuestos y entidad, la naturaleza de la fiesta era la misma en todas partes.

Hoy, aunque las fiestas han cambiado, conservan su esencia: trangresión, alegría, música, almuerzos, calle, hospitalidad… Me pregunto, sin embargo, si nuestra hospitalidad se ha hecho más selectiva. Si hemos hecho de la fiesta un disfrute de élites. En Pamplona, hace años ya que, por impedimentos municipales, desaparecieron las barracas de los colectivos, en esta ocasión están a punto de hacerlo las de los feriantes. Si se consigue mantener la feria, la infantil es muy cara y las instituciones, en general, no son proclives a solucionarlo, si bien en Tudela en concreto, el ayuntamiento aprobó una moción de NABAI y en su cumplimiento, este año la feria infantil será más barata. Creo que las propias federaciones de municipios deberían intervenir en el asunto y promover acuerdos con los feriantes del tipo del convenido en Tudela o mediante cualquier otra fórmula, y hacer posible que las criaturas puedan disfrutar de carruseles y chiringuitos de la Feria sin obligar a que las familias con peques tengan que huir de las fiestas.

Por otro lado, no solamente hay mucho personal que habitualmente vive en el lugar festivo y que se marcha en las fiestas por precios prohibitivos o exceso de ruido, sino que también se intenta cortar el flujo entrante, no el de los extranjeros procedentes del Norte, sino el de familiares de personas vecinas nuestras nacidas al sur del mundo enriquecido. No en vano, a partir de ahora, la directiva europea, esa que las ONG y colectivos sociales han denominado “Directiva de la vergüenza”, podrá amargar las fiestas a numerosas personas. En nuestra tierra, el mestizaje es un hecho, pero habrá personas que aquí habitan, que no podrán recibir a sus familiares ni compartir almuerzos, otras que podrán ser expulsadas o encerradas 18 meses, incluso niñas y niños, ¿por delincuentes? No, serán seres humanos criminalizados por su situación irregular administrativa, por el único delito de haber nacido en países pobres o en guerra e intentar buscar su sueño a nuestro lado. Llegarán por sus propios medios, o en cayucos, o a través de mafias, y sus sueños no se sentarán a nuestra mesa ni se rodearán de fiesta y de ternura, se golpearán con la Directiva. ¿Se golpearán también con nuestra indiferencia?

Europa ha optado en la directiva de la vergüenza, por criminalizar a las personas inmigrantes en situación administrativa irregular, en lugar de buscar su normalización. Esto supone que, cuando a Europa le conviene porque no encuentra quien limpie sus retretes, construya sus casas, recoja sus cosechas, cuide a sus personas ancianas…, regularizará una parte de la inmigración, aumentará sus cotizaciones a la seguridad social y su índice de natalidad gracias a la inmigración, y utilizará sin escrúpulos a la que no tenga papeles manteniéndola como ejército de reserva, mano de obra barata de usar y tirar, y cuando le lleguen a Europa las vacas flacas, como sucede en estos momentos, arrinconará a estos seres humanos, los expulsará, los encerrará hasta año y medio como si fuesen delincuentes tengan la edad que tengan, y les prohibirá el reagrupamiento familiar. Esta Directiva, que niega los Derechos Humanos propios de la tradición europea, hay que pararla con la dignidad y la solidaridad de la sociedad civil. No puede ponerse en marcha con nuestra indiferencia. Que lo injusto no nos sea indiferente y podamos seguir disfrutando unas fiestas sin número fijo de invitados.

* Concejala de NABAI

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