La Catedral de Copacabana

San Mamés se llenó de colorido y fiesta ayer con el encuentro de seguidores de Brasil y Bolivia que acompañaron a sus países en la final del Mundialito BBK de la Inmigración.

Deia, 06-07-2008

Pocos conocen que Bolivia y Brasil comparten su veneración por la virgen de Copacabana. La imagen originaria del Potosí (Bolivia) tiene su réplica en una de las playas más famosas de Río de Janeiro. Dos pueblos separados por miles de kilómetros se mantienen unidos por una fe común. Ayer, el fútbol y La Catedral bilbaina significaron un nuevo nexo de unión entre Brasil y Bolivia. Dos países hermanos, vecinos e inmigrantes en Euskadi, llevaron su peregrinaje a San Mamés, convertido por un día en Copacabana.

El estadio rojiblanco vistió una de sus mejores galas para albergar un colorido e inusual encuentro internacional. No era la canarinha de Kaka, Ronaldinho y cia, ni la Bolivia de Peña o del mítico Etcheverry. Se trataba de los dos combinados finalistas de la tercera edición del Mundialito BBK. El estadio bilbaino se llenó del colorido de estas dos comunidades de inmigrantes que ofrecieron el mejor repertorio de su nutrido folklore en un evento socialmente importante para todos.

El verde colombiano y el amarillo brasileño se fusionaron con el rojo de la grada donde se vivió un bonito espectáculo. Samba, capoeira, cueca, morenaza… danzas típicas de los países finalistas se disfrutaron en Bilbao a buen ritmo. Lo primero, la preceptiva ofrenda a Pichichi por parte de los dos capitanes y seguido los correspondientes himnos respetados unánimemente. Luego, el partido.

Fiesta es sinónimo de Brasil y Bolivia no quiso faltar a la cita. Su dominio en la grada fue aplastante. Unos 25.000 cruceños habitan en Euskadi y en la final abundaron los originarios de la provincia de Santa Cruz. Jon Ander, del bar La Cepa de Erandio, y Luisa, del departamento de Portachuelo, pronosticaban victoria segura para los verdes. “Les hemos espiado. Somos mejores y ganaremos”. Acertaron. El duelo sudamericano se trasladó a la grada y los 10.000 espectadores disfrutaron como nunca. Y es que desde la lejanía se vive con mayor intensidad los sentimientos y la añoranza hacia el país de origen. Un minicarnaval de Río desfiló las escaleras de la tribuna principal. Salvador de Bahía se había trasladado a Bilbao y Bolivia tuvo en su ruidosa parroquia un digno rival: orquesta, charangas, instrumentos de percusión, la ola…

Los brasileños estaban en minoría. Adriano, de Sao Paulo, y Thiago, de Goias, se refugiaban en su danza. “Somos formales. La salsa es la fiesta. No necesitamos beber”, contaba sin parar de hacer sonar su timbal. La unión es la fuerza, reza el lema nacional boliviano y sus once representantes llevaron a la máxima expresión la digna frase. Bolivia se alzó con el título por 2 – 0 y la Virgen de Copacabana hizo pareja con San Mamés por un día.

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