Niños gitanos bajo sospecha

ABC, 06-07-2008

Un niño gitano pasa por delante de una chabola del campo nómada Casilino 900, en las afueras de Roma

TEXTO Y FOTO VERÓNICA BECERRIL

SERVICIO ESPECIAL

ROMA. Brenda tiene cinco años. Es rubia con los ojos azules y está jugando con sus amiguitas en un columpio hasta que me acerco a ella preguntando por su padre. Brenda podría ser una niña cualquiera pero es gitana y vive en el campo nómada Casilino 900, uno de los más grandes de la capital italiana. A pesar de ir a un colegio con niños italianos y recibir asistencia sanitaria, una cosa la diferenciará del resto de sus compañeros a partir del jueves cuando la Policía, Cruz Roja y Cáritas, acudan a su casa a tomarle las huellas dactilares.

Y es que desde el 10 de julio hasta el 15 de octubre, el gobierno de Silvio Berlusconi ha establecido el control y censo de los menores que viven en los campamentos gitanos de Roma obviando la polémica y la dura denuncia que ha lanzado la Iglesia a través de Cáritas y de publicaciones católicas como «Famiglia Cristiana».

Para conocer más de cerca la situación, ABC visitó la sede de Cáritas Diocesana en Tívoli, a 30 kilómetros de Roma, donde se trabaja sobre el terreno para la integración de estas familias. Virgilio Fantini es el director de este centro Cáritas y casi sin rodeos califica de «ofensiva» la medida invitando a «que primero se tomen las huellas de Berlusconi». Fantini aboga por la integración, viendo en este censo una discriminación. «En nuestra zona llevamos desde hace años un censo de los gitanos que han ido llegando sin causar ningún trauma o prejuicio. No entiendo la medida de controlar a los menores, cuando la mayor parte de ellos han nacido en Italia», sentencia el director de Cáritas Diocesana de Tívoli.

Iguales pero distintos

Esto mismo me hacen notar los padres de una numerosísima familia gitana de origen bosnio. «Somos personas, como los italianos, pero vivimos de forma distinta. Estos niños han nacido aquí pero no se les reconocen los derechos como a cualquier otro niño italiano. ¿Por qué, que les diferencia?», se pregunta una joven de 27 años, madre de cuatro hijos y ya abuela. Las condiciones en las que viven estas familias son bastante insalubres, denuncian a ABC. «A nosotros no nos gusta vivir así. Preferimos tener una casa digna, pero es lo que nos dan», señala uno de los hombres de la familia, que después nos cuenta que el alcalde de Roma, Gianni Alemano, se paseó recientemente por el campamento alabando las condiciones, pero en el momento en el que se iba le oyeron decir, «vámonos, vámonos de aquí».

«Y razón no le falta – prosigue el jefe de la familia sonriendo dejando ver su diente de oro – yo también me iría corriendo». La presencia de gitanos en Italia supone el 0,23 por ciento de la población, aunque es difícil ajustar la cifra exacta. La mayor parte de ellos son muy jóvenes. Se estima que el 40 por ciento tiene menos de 14 años, según datos proporcionados por la Comunidad de San Egidio de Roma.

Ni estatus jurídico ni derechos

El problema principal es que los gitanos que nacen en Italia no son reconocidos como ciudadanos italianos, por lo que muy a menudo carecen de un estatus jurídico y de derechos, por lo que acaban siendo considerados como «clandestinos», y esto produce un efecto aún peor sobre la población, cuya actitud, según datos publicados recientemente por el Eurobarómetro, es una de las más racistas de Europa.

El 47 por ciento de los italianos rechaza vivir cerca de un gitano, frente al 24 de la media europea. Para luchar contra la discriminación, el presidente del Comité provincial de Cruz Roja Italia, Fernando Capuano, explicó a ABC la asistencia que se les ofrece. Cruz Roja acompañará a la Policía en su recorrido por los campamentos para «garantizar el máximo respeto», señaló Capuano que no quiso entrar en discusiones políticas, explicando solamente que ellos se ocuparán de coger los datos básicos: nombre, apellidos, y edad.

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