CIVISMO

La prostitución repunta en la autovía de Castelldefels

Presionadas en Gavà, mujeres albanesas se concentran en menos de cinco kilómetros, cerca de las viviendas

La Vanguardia, RAÚL MONTILLA - Castelldefels , 30-06-2008

Mira hacia un apartamento próximo desde el que parece que la vigilan. Cada vez que habla mira hacia allí, intranquila. No llega a los 20 años. Es albanesa, como la mayoría de las chicas que trabajan en la autovía de Castelldefels. Alrededor de una treintena de prostitutas en menos de cinco kilómetros. Las hay de todo tipo, las que trabajan por libre y van cada día a su silla blanca en coche. O las que son repartidas por Gavà y Castelldefels en furgonetas. Altas y bajas, rubias y morenas. Alguna rumana, pero la mayoría son albanesas. Muy jóvenes.

Y nunca antes había habido tantas, para desesperación de los propios vecinos.

La prostitución en la autovía de Castelldefels no es nueva. A pesar de que hace unos años se redujo, en parte por las obras de la autovía – que desplazó a un grupo de Viladecans a Gavà- y por la propia inestabilidad de los grupos que actuaban – hubo más de un tiroteo por este motivo-, ahora vive uno de sus momentos dorados. No importa que en los últimos meses haya habido varias detenciones de proxenetas. Las mafias cada vez tienen más fuerza y el negocio en la autovía es rentable. Tanto que ya no importa, ni siquiera, acercarse a los grandes burdeles de Castelldefels. Una norma no escrita. A nadie le gusta la competencia desleal.

Quedan las de toda la vida, las que no hablan con periodistas porque no se fían. Y las nuevas, las que no hablan con nadie porque no les dejan y tienen miedo. A las que ni siquiera les está permitido llevar teléfono móvil. Entre estas últimas, están las que en los últimos meses se han desplazado a Castelldefels. La presión de la policía local de Gavà iniciada hace un año les había obligado. Las visitas de los agentes eran frecuentes. Y más si detectaban a algún posible cliente. La excusa era que los coches que circulaban por la autovía y frenaban de golpe para pedir un servicio sexual podían provocar un accidente. Y si hay un policía rondando donde hay una prostituta, eso no es bueno para el negocio. “Hace cuatro meses que estamos aquí”, comenta la albanesa que no llega a los 20 años, tímidamente. Sus jefes la llevan ahora a Castelldefels. A ellas y a las otras chicas que forman parte del mismo grupo. Algunas trabajan a tan sólo una treintena de metros del famoso y polémico prostíbulo Riviera. Aunque desde el Riviera hacia el Garraf, en donde se extienden otros prostíbulos, no hay chicas. Las ha habido en algún momento, pero eso ya sería estar demasiado entre prostíbulos. Es, por lo menos, lo que explican ellas. “Nos trajeron aquí porque en Gavà hay demasiada policía vigilando. Aunque ahora hay más chicas también allí”, comenta la joven prostituta antes de alejarse. Da la sensación que ha hablado demasiado.

“Con el buen tiempo hemos notado un incremento de prostitutas también en nuestro término municipal, a pesar que en los últimos meses se había reducido mucho el número”, explica el teniente de alcalde de Gavà, José Obispo. Ellos también habían percibido el éxodo de chicas hacia Castelldefels. “Pero con el buen tiempo parece que simplemente hay más”, añade. En este sentido, el Consistorio intensificará en las próximas semanas el control de las prostitutas de carretera. “A ellas sólo las identificamos. Nos centramos en los clientes. Primero, en los que por pararse pueden provocar un accidente. También en algunos casos por escándalo público o si se encuentran en caminos agrícolas, sin ser personal autorizado”, añade el teniente de alcalde.

Por su parte, fuentes del Ayuntamiento de Castelldefels señalan que también se intensificará la presencia de su policía local. Las chicas trabajan demasiado cerca de las viviendas. En todos los accesos de Gavà Mar, al lado del restaurante de La Pava. La entrada del Club de Tenis Gimeno algunos mediodías está tomada por hasta media docena de chicas, situación que molesta enormemente a los vecinos de la zona. Son chicas que suelen trabajar de día, cuando los menores van a los colegios – más de uno próximo a donde están esperando a clientes o trabajando-. Las prostitutas ejercen a tan sólo unos centenares de metros de donde hay viviendas. En lugares de paso de los propios vecinos, hastiados, y que, en más de una ocasión, temen más a los clientes o todo lo que engloba la prostitución que a las propias chicas. “No podemos permitir un prostíbulo en plena calle. Además, trabajan al lado de donde viven muchos vecinos. Por eso no lo vamos a permitir. Aunque ellas muchas veces son víctimas, no lo vamos a permitir”, asegura Obispo.

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