El dato de que la población ya supera en España los 46 millones de habitantes representa, en buena medida, la consecuencia de un prolongado período de crecimiento económico. El hecho de que un 11% de los habitantes sea de origen extranjero así lo indica. Se trata de una realidad territorialmente desigual, que ha situado además a la comunidad rumana por delante de la marroquí. Pero es más que probable que ni las dificultades económicas que repercutirán especialmente entre los inmigrantes ni las medidas que adopte el gobierno para estimular el regreso de muchos de ellos a sus lugares de procedencia les disuada de permanecer entre nosotros. Es lógico que tiendan a pensar que la España afectada por la crisis siempre será un lugar más esperanzador y confortable que algunos de los países de los que proceden. Una sensación que se une a la previa disposición a quedarse aquí.