LA TRIBUNA DE 'LA VERDAD'

De la Europa de los valores a la Europa de los miedos

La Verdad, 21-06-2008

Uno recuerda con nostalgia a esta Vieja Europa que en 2003 se echó a la calle y vio cómo su núcleo duro, Alemania y Francia, se atrevió a confrontar con el imperio frente la dinámica de guerra que se abría en Irak. Es decir, uno añora el protagonismo de una Europa anclada en los valores de la paz para dirimir los conflictos o los choques de intereses por el control de los mercados del petróleo. Se unían instituciones y ciudadanos.

Este fin de semana, en que se reúne la Cumbre europea de jefes de Estado y de Gobierno, uno echa de menos que le hablen de ese gran proyecto común que es Europa, con unos ideales capaz de protagonizar las ilusiones y anhelos del futuro próximo, desde el que vamos a influir en el mundo para un cambio mejor. Si miramos su agenda – el frenazo al Tratado, la respuesta contundente a la inmigración, y la crisis alimentaría – , nos damos cuenta de que no vamos por ahí. Lo primero que se abordará es el frenazo al proceso de construcción europea, generado por el no irlandés, y una vez más darán vueltas a cómo bordear esta nueva dificultad y parchear un proyecto europeo que, desde su nacimiento, busca más ser un mercadoque un proyecto de ciudadanía europea; y ese es el vicio o pecado original, frente al que no se quieren bautizar o vacunar.

No comprenden por qué Irlanda, el país que más fondos europeos ha recibido, casi 40.000 millones de euros en los últimos quince años, y de mayor crecimiento económico – cerca del 10% anual, por encima del crecimiento español – dice no al Tratado en un referéndum con más del 53% de participación, mayor que la del referéndum español de la Constitución Europea. Además, ponen pegas en esta ratificación los países recién incorporados y receptores de grandes inversiones como Polonia y Chequia. Sin embargol, como si no pasara nada, sigue el proceso de ratificación; eso sí, sin referéndum;el Parlamento inglés dijo sí este miércoles, y el Parlamento español hará lo propio el jueves próximo.

No es un problema de dinero recibido, sino de la impresión de que ese dinero y ese crecimiento condicionan mi desarrollo y lo hace dependiente de las economías, las culturas, las industrias y negocios del corazón europeo: Alemania, Francia e Inglaterra. No es porque no entiendan el contenido del Tratado de Lisboa; es porque tenemos un déficit de ciudadanía y todavía estamos en una Europa de intereses, que no percibe la ventaja de «una gran nación europea de 400 millones de ciudadanos». Hace unos días Inocencio Arias decía en su artículo, en La Verdad, que «hay mucha gente propensa a votar no cuando no entiende exactamente lo que le propone el Tratado…», y hablaba de tres salidas: una Europa de varias velocidades; una reforma cosmética para incorporar a Irlanda en un nuevo referéndum o dejar fuera a quien no se quiera sumar.

La Europa de los sueños basada en la economía con alma social, limitadora o reguladora del mercado, para garantizar conquistas sociales, da paso a la Europa farisea que necesita de inmigrantes para su estructura productiva, porque le sale más barato producir en su territorio a costes salariales más bajos que producir en esos países, por la inversión en infraestructuras y desarrollo que ello implica; pero que niega los derechos sociales más básicos o traslada la confrontación o los enfrenta con los trabajadores europeos, con conquistas sociales, laborales y salariales consolidadas.

Un Gobierno de la izquierda europea impulsa esta directiva que trasgrede los derechos fundamentales de inmigrantes, que ha ayudado a su crecimiento económico, sumándose a los valores de mano dura que impulsa y apoya la derecha y extrema derecha europea, y que combaten la izquierda y los verdes europeos. Es decir, en la Europa de los valores, de la libertad, la igualdad y la fraternidad, hemos creado una categoría inferior de ciudadanos amenazada de expulsión. La orden de expulsión y reclusión de casi ocho millones de inmigrantes sin papeles que hay en Europa puede ser el mayor movimiento de represión y expulsión de Europa desde la expulsión y ataque a los judíos.

No entiendo que se pretenda liderar en España un desarrollo económico con avances sociales y conquista de nuevos derechos, y a la vez en el proyecto común – Europa – , se encabeza el recorte de derechos, que ahora se tiene en España. En nuestro país, con la restrictiva ley de Extranjería del PP, un inmigrante no puede ser retenido sin decisión judicial, con asistencia jurídica de oficio, ni por más de 40 días. La directiva aprobada por el Parlamento Europeo, sin aceptar ninguna enmienda de los grupos progresistas y de izquierdas, regula el retorno en dos fases. La primera, al emitir «la orden de retorno», para la que el inmigrante tiene voluntariamente un plazo de 7 a 30 días, y otra, cuando, una vez acabado este plazo, se emite una orden de expulsión, que supone una orden de internamiento por seis meses, ampliable a dieciocho meses, tanto para mayores como para menores, que puede hacerse por una administración (no por un juez) y que no exige la defensa jurídica gratuita, hasta que se logre repatriarlos.

Si se hubiera aplicado en 2005, la mayoría de sin papeles de Europa a internar y expulsar serían de Marruecos y de Ecuador, pero ahora la mayoría son de Polonia y Rumanía, por lo que el efecto real será muy reducido por no poder expulsar a ciudadanos europeos. ¿Por qué en Europa se puede retener por decisión administrativa, sin defensa jurídica y por dieciocho meses, y además la expulsión impide un nuevo intento en los próximos cinco años, aunque sea con contrato? ¿Por qué se renuncia a liderar una Europa con corazón más cerca de los ciudadanos y nos incorporamos a la construcción de la Europa de los miedos? El portavoz alemán de la directiva, M. Weber, dice incluso que el Gobierno español presionó para endurecer la directiva «de la vergüenza» según la denominan las organizaciones de inmigrantes.

Yo creo que estamos en un momento crucial y que Europa debe abordar el reto de construir una Europa de ciudadanos, que protagonizan un modelo de desarrollo económico, con derechos sociales y comprometido con el cambio climático. León Felipe, – el poeta maldito como le decía el franquismo – , utilizaba un término muy despectivo, Vieja Raposa de Occidente, para referirse al expolio que Inglaterra había realizado en su gestión colonial y postcolonial. Hoy esa despectiva definición se podría trasladar al conjunto de la UE. Y, lo que es peor, el giro neoconservador y mercantil de Europa, junto al despertar que Obama genera para EE UU, puede colocar a Europa como el freno de los avances, la generalización de bienestar y la lucha contra el cambio climático, por la imagen que perciben de ella los países en vía de desarrollo, sobre todo Hispanoamérica, África y Asia.

Pedro Antonio Rios, ex diputado por la Región de Murcia.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)