ANÁLISIS

Por fin unidos

El Correo, 19-06-2008

Y a somos europeos. Nos hemos unido en la captura de inmigrantes. Se le llama cazar en mano. Siempre he sospechado que la UE no funciona por su principio de insolidaridad. A veces con los de dentro, otras con los de fuera, y siempre desde la convicción de que lo que debe prevalecer es el ‘mi mío’. España, como casi todos los que asumen estas medidas coercitivas, es objeto de deseo de los inmigrantes o simplemente teme su desembarco o sencillamente evita que le afeen de nuevo la conducta. Quiere estar en todo. Y después de blandir el efecto llamada asume ahora la condición de repelente. Me decía ayer mi amigo Juan Bas que, por desgracia, el fenómeno puede apelar al resurgimiento de la extrema derecha. Eso es así. Y veo con preocupación que personajes como Berlusconi van a acabar por granjearse la admiración que atesoramos hacia políticos precursores. Adelantados a su tiempo, hoy sustituyen los cañonazos italianos por confortables comisarías. Algún filosofo de izquierdas arriesgaba esa tesis. La idea de que Berlusconi sólo dio el primer bocado al inmigrante. La izquierda, en general, ha conservado sus actitudes éticas. Pero está de capa caída. Se ha opuesto a la disciplina desde posiciones ajenas al poder y casi remotas como oposición. De hecho, la norma ha superado las votaciones sin problema. Y es curioso que la Unión, por definición siempre desunida, muestre su coherencia en las grande tardes de lapidación del inmigrante. Justo donde se sabe en terrenos que le son propicios. Terrenos que antes de la crisis correspondían al populismo.

No sólo se pierde solidaridad sino tal vez la última oportunidad de pedagogía para practicarla. La unanimidad señala hacia la defensa de los intereses individuales de cuantos temen por la pérdida de su puesto de trabajo. Prescindiremos del ‘colacao’ y de la chica de servicio, en favor del tabaco. Prevalecerá la cuestión: y si hay mierda, ¿habrá para todos? No creo yo que eso nos vaya a hacer más grandes. Incluso me temo que eso tampoco va a evitar que se señalen culpables. Pero nuestros políticos han preferido poner la venda antes de la herida. Lo que parece marca el signo de los tiempos y siempre representará un consuelo. Decía mi profesor de relaciones internacionales Gómez Antón que ni los políticos ni los periódicos deben dar siempre a los ciudadanos lo que esperan. ¡Qué tiempos aquellos…!

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