CULTURA

Todorov, el emigrante humanista

De origen búlgaro y nacionalizado francés, el intelectual se ha distinguido por su defensa de Europa como un espacio abierto a la pluralidad

El Correo, 19-06-2008

El sector más indolente de los estudiantes de Letras, en los años setenta y ochenta, recordarán Tzvetan Todorov con un amargo regusto. El intelectual búlgaro, nacionalizado francés, que ayer ganó el Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales, figuraba como coautor junto a Oswald Ducrot del temido, valioso y obligatorio ‘Diccionario Enciclopédico de las Ciencias del Lenguaje’, un tocho en toda regla que no hacía demasiadas concesiones a la muchachada, y que pretendía sumergirla en las profundidades de la semiótica, una disciplina que entonces hacía furor y que más tarde perdió gas.

El propio Todorov fue alejándose de ella para preguntarse en sus libros sobre la experiencia de vivir en países ajenos al propio, hasta que uno los hace suyos, o sobre el ansia de imponer un ideal de perfección humana, del que se alimentaron los totalitarismos del siglo XX.

Hoy en día encarna como nadie la figura del humanista, del estudioso que no quiere guardarse sus conocimientos para sí mismo y los pone al servicio de las cuestiones del presente. «Representa en este momento el espíritu de la unidad de Europa, del Este y del Oeste, y el compromiso con los ideales de libertad, igualdad, integración y justicia», resume el acta del jurado, presidido por Manuel Fraga Iribarne.

Todorov estaría de acuerdo y seguramente orgulloso con esta caracterización, si bien él lo explica a través de su afición a la cocina. «Se hace para los otros, se comparte con los otros, es un don, una obra efímera que desaparece de la noche a la mañana, es una obra para recomenzar todos los días…».

Precisamente desde que dejó a un lado la semiótica, Todorov se embarcó en el estudio y en la comprensión del otro o de los otros, a través de un fascinante estudio sobre la crisis que produjo en la conciencia europea el descubrimiento de los indios americanos, diferentes e iguales, como insistía Bartolomé de las Casas, la inspiración entonces de este último premio Príncipe de Asturias. El libro se tituló ‘La conquista de América’ (1982)

Sartre y el totalitarismo

Nacido en Sofía, capital de Bulgaria, en 1939, Todorov estudió Literatura desde el aspecto más técnico para no buscarse líos con la autoridades ideológicas del país, entonces bajo el dominio soviético. Una tía suya, residente en Canadá, decidió becarle y en 1963 se fue a Francia, donde conoció a Roland Barthes, influyente luminaria de la intelectualidad parisina, que le dirigió su tesis doctoral en la Sorbona.

En este recinto sagrado del saber conoció a otros grandes intelectuales como Gerard Genette, que estaban descubriendo a los formalistas rusos y dando forma al estructuralismo, una de las grandes escuelas de pensamiento del siglo XX. Como Todorov conocía el idioma ruso, se encargó de traducir los textos, una labor que le granjeó un enorme prestigio dentro de los círculos lingüísticos.

Además de esta faceta académica, vivió en el centro del París ‘chic’, de los escritores que salían en las revistas de todo el mundo y de aquellos que allanaron el camino para Mayo del 68, como Jean – Paul Sartre, de quien no entendía cómo apoyaba regímenes totalitarios como aquellos de los que él había huido. «Lo que se llamó politización de la juventud no fue algo maravilloso. Hubo mucha simplificación, mucho dogmatismo. En la época actual se da más importancia a la búsqueda individual de una vida mejor, más bella. Me parece legítimo y corresponde a la democracia. La democracia no ofrece plenitud a sus ciudadanos. Tener buena seguridad social no le hace a uno feliz. Tener una jubilación decente no hace que uno se sienta realizado. Y la democracia es eso», declaró recientemente.

Cuando los políticos ofrecen la felicidad, comienza el desastre, asegura Todorov, un señalado defensor de la Ilustración. Tanto el comunismo como el nazismo pretendieron crear un pueblo feliz, mandando al infierno a quien no era como ellos. Uno de sus obras más comentadas y leídas, ‘Memoria del mal. Tentación del bien’ expone estas ideas y traza unos perfiles de personas que sufrieron en sus carnes el totalitarismo, como Margarete Buber – Neumann, David Rousset , Primo Levi y Vassili Grossman, durante mucho tiempo un comunista de piñón fijo y un conocido reportero soviético de la Segunda Guerra Mundial, hasta que en los años cincuenta cayó en la cuenta que el Partido había eliminado el derecho, el individuo y la verdad, según Todorov. Luego Grossman escribió la novela ‘Vida y destino’, que no llegaría a ver publicada y que, traducida recientemente al español, ha sido uno de los libros ‘superventas’ de esta temporada.

Casado con la escritora canadiense Nancy Huston, a la que conoció en el París de los sesenta, y padre de dos hijos, Todorov ha firmado más de veinte libros, traducidos a veinticinco idiomas.

El autor de ‘El hombre desplazado’ fue propuesto por varios miembros del jurado, entre ellos por la catedrática de Filosofía Moral y Política Adela Cortina. La profesora valenciana ensalzó a Todorov como «una figura fundamental para abordar el reconocimiento de las distintas identidades» y puso de relieve su condición de emigrante, lo que a su juicio debe llevar a los europeos a reflexionar sobre el trato que se les va a dar a los foráneos, en referencia a la ley de la Unión Europea que permite detener 18 meses a los ‘sin papeles’.

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