"Tardé 48 horas en recibir un abogado"

Carlos Mérida, retenido en el CIE de Barcelona por no renovar su visado

Público, G. F., 18-06-2008

En la sala de espera la mayoría son mujeres, cargadas con bolsas con el equipaje para pasar el tiempo del encierro. Carlos Mérida recibió el pasado domingo un libro, cascos para oír música y un cuaderno donde apuntar lo que no quiere olvidar. “Escribiré todo, porque aquí se pasa muy mal”, asegura el boliviano, que fue detenido el 22 de mayo en una calle de L’Hospitalet. Desde hace 27 días espera cualquier cosa, la repatriación o el regreso a su trabajo de jardinero en Gavà (Barcelona), con “tal de no estar encerrado”, explica al acercarse a los orificios que permiten oír su voz.

Cuesta oír sus palabras a través de la mampara y la verja de hierro que separa a los internos de las visitas. Además, hay que discernir entre el rumor de unas diez personas, porque la visita se organiza en tandas de cinco. A lado y lado, todos extranjeros.
“El martes pasado (10 de junio) nos rebelamos. Nos negamos a comer, exigíamos que atendieran a un enfermo, temíamos que tuviera tuberculosis. El director se comprometió a mostrarnos el informe médico, porque supuestamente no hay riesgo, pero nunca lo vimos”, explica Carlos. La Policía en Barcelona niega que existiera ningún enfermo de tuberculosis. Según la institución policial “los detenidos son revisados por un médico casi a diario”. Mérida también esperó en vano “un abogado de oficio” cuando fue detenido. Lo conoció el día del juicio, 48 horas después. “Ni siquiera supe su nombre”, añade.

El CIE de Barcelona se encuentra en la Zona Franca, un lugar donde los contenedores reemplazan a los pisos y los vecinos. Con capacidad para albergar a 226 personas en 46 celdas, de dos y seis literas. Y aunque no se trata de una prisión, ocurren situaciones propias de una cárcel: el 25 de octubre de 2007 hubo una fuga de 36 personas. También peleas por adelantarse en la fila del comedor, régimen limitado de visitas dos horas al día, estricto horario de comidas y ocio, y cierre de todas las puertas
a la medianoche.

Al final de la visita, si el guardia de turno lo permite, un amago de abrazo o un beso. Quien más lo aprovecha es Nerea, la hija de Mérida, que nació hace siete años en Barcelona. A su padre le pillaron por tener el permiso de residencia vencido. “Si lo llevan a Bolivia, ¿quién sabe cuándo volverá a verlo?”, manifestó Carmen Arévalo, la madre de la menor, al salir del recinto.

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