Un escándalomuy evidente

Las Provincias, F. P. PUCHE, 13-06-2008

El estado de bienestar del que disfrutamos es tan bueno, nos ha venido llevando tan en bandejita de plata, que a veces llamamos desabastecimiento de alimentos a la falta de yogures desnatados de fresa con frutas del bosque con menos de dos semanas de caducidad.

Por eso, y por cierta inquietud que veo entre personas llenas de buena voluntad, me está haciendo gracia estos días el pequeño escándalo que se ha montado a raíz de la detención, en Castellón, de unos carotas delincuentes que habían liado toda una red de matrimonios de conveniencia. Como luego ha venido la exhibición de piquetes del transporte, como además han pillado a unos muchachotes financieros de Al Qaida, la verdad es que casi no hemos reparado en que han caído en el garlito cinco nigerianos y 16 españoles, puestos a disposición de su señoría y acusados de asociación ilícita, usurpación del estado civil, favorecimiento de la inmigración ilegal, falsedad documental y bigamia.

Y es que hasta 400 personas dice la policía que han pasado por esa vicaría ficticia que se montaron los estafadores para favorecer lo que en realidad no era más que una forma clandestina de meter en Europa, arropados en documentación más falsa que un billete de 11 euros, a inmigrantes nigerianos que no tenían papeles.

Hasta el Arzobispado ha tenido que recordar que desde el año pasado tiene centralizado todo el papeleo de los matrimonios mixtos en la curia, en la notaría de palacio, una decisión dura que se tomó por pura necesidad, porque los carotas sin escrúpulos eran capaces de fingir no ya un amor que muchas parejas contrayentes no tenían sino una adhesión religiosa ficticia, con lo que engatusaban a curas párrocos llenos de la mejor buena voluntad.

Pero ya digo: lo que extraña y duele es que esto aún asombre. Y lo que asombra es que tras el escaso interés que hemos puesto en el control de fronteras físicas, administrativas y judiciales, este tipo de mafias todavía sorprendan y llamen la atención a nadie. ¿Pero es que no veíamos lo que estaba ocurriendo ante nuestras narices?

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