LA GUERRA DE LA DROGA / Los testimonios

La batalla está en la calle

El Mundo, JACOBO GARCIA / Especial para EL MUNDO, 02-06-2008

La lucha contra el narcotráfico ha provocado que en ciudades como la fronteriza Tijuana se endurezca la violencia El olor a taco y burrito y el asedio de los vendedores de imágenes, santos y cruces, llega justo hasta el semáforo que permite la entrada en Estados Unidos. Los gritos de los cambistas con las manos llenas de dólares, el calor y el aroma de las aguas de fruta serpentea entre las colas de coches con la misma velocidad que los vendedores ambulantes, que agotan los últimos metros de tolerancia, intentando colocar cualquier souvenir que recuerde el país que dejan.


La última mirada atrás permite ver un monstruo abigarrado, contaminado y violento llamado Tijuana. Pero cuando la luz se pone en verde aparece ante el viajero una apabullante autopista de cuatro carriles con arcén y un tren ligero que por un dólar te deja en San Diego.Según el índice de desarrollo humano de la ONU, sólo Tánger y Tarifa (puestos 126 y 13) presentan en el mundo un mayor contraste entre dos regiones fronterizas. En apenas 16 kilómetros es posible dejar atrás una ciudad aterrada y caótica para entrar en un parque temático que ofrece avenidas, jardines, aceras, marquesinas, pero sobre todo tranquilidad.


En Tijuana miles de familias acomodadas nada tienen que ver con los emigrantes que pululan junto al muro fronterizo, pero han tenido que huir y a diario emprenden una nueva vida al otro lado, ante la ola de ejecuciones y secuestros que vive el norte del país. «En Tijuana siempre hubo violencia, pero hasta ahora, nunca en la calle. Hasta hace dos años la violencia era entre bandas rivales, narcos que no pagaban, policías corruptos… es decir, era entre ellos y la gente no se daba cuenta», explica Jorge Morales, subdirector del periódico Frontera de Tijuana.


Desde que secuestraron a un redactor, en el periódico que coordina Morales ha desaparecido la sección de Narcotráfico y los hechos violentos se cubren con chaleco antibala.


«Antes tampoco había robos a bancos, era rarísimo. Entre enero y mayo de 2007 no hubo un solo asalto y este año llevamos ocho.La metodología tampoco es normal: usan armas de alto calibre, tácticas militares y una gran violencia. En los últimos meses se han llevado 18 cajeros automáticos arrancándolos con cadenas de la sucursal», explica.


La realidad que vive una de las ciudades más industrializadas del país es buen botón de muestra para entender la ola de violencia que vive el país. Desde que Calderón decidió plantar cara al narcotráfico, el cartel de Tijuana, liderado por los Arellano Félix ha sido uno de los más golpeados y cinco de sus líderes fueron detenidos, pero su estructura delictiva ha seguido funcionando y busca nuevas formas de financiación. Como consecuencia, en las ciudades del norte del país se han disparado los casos de secuestro y extorsión y sólo en Tijuana las organizaciones ciudadanas (más fiables que las cifras de la Policía) han contabilizado unos 500 secuestros en lo que va de 2008 a un ritmo de 100 mensuales.


A más de 2.000 kilómetros de distancia, la opinión publica y los centros de poder de la capital mexicana han seguido hasta ahora por televisión una guerra que se libraba en los desiertos de Sonora, las montañas de Chihuahua o las planicies de Coahuila.Por el momento, en los polvorientos y secos paisajes del norte del país siguen librándose las batallas más espectaculares, como la de hace un año en Cananea (Sonora), cuando 15 camionetas blindadas con 50 sicarios fuertemente armados y con uniformes de la Policía irrumpieron en el pueblo y secuestraron a siete personas. El Ejército salió en su busca y comenzó un enfrentamiento a campo abierto que duró seis horas y dejó 15 muertos.


«México es un país muy centralista y los grandes periódicos, televisiones y medios nacionales del Distrito Federal no habían volteado hacia aquí, porque no les tocaba. Era un asunto del norte. Pero ahora ya los tienen ahí», explica este periodista.


Además de un conflicto lejano, de los más de 4.000 muertos del último año y medio, cerca del 90%, estaban involucrados de una u otra manera al mundo del narcotráfico, lo que ha favorecido la indiferencia. «En el DF no se estaban enterando que aquí hay una guerra. Una guerra que no se ha sabido explicar, ni contar», se lamenta.


Pero la guerra que vive el país se queda por el momento en el semáforo de la frontera. Aunque sus causas parecen estar más allá del río Bravo y la inmensa talla de Jesucristo con la que una mexicana fue arrestada la semana pasada en su camino hacia Texas, estaba hecha de cocaína.

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