«Es evidente que existe un clima nocivo que alimenta la intolerancia y la xenofobia. Y sería un error negarlo o infravalorarlo», denunció ayer Walter Veltroni, el líder del centroizquierda italiano.

No le falta razón al jefe de la oposición. En los últimos días, y tras la aprobación el miércoles de la semana pasada, por parte del Ejecutivo de Silvio Berlusconi, de un paquete de durísimas medidas para combatir la inmigración ilegal, en el país trasalpino se suceden las agresiones de carácter xenófobo. El pasado fin de semana, por ejemplo, un grupo de una veintena de personas armadas con palos y con el rostro cubierto se dedicó a asaltar establecimientos gestionados por extracomunitarios en el barrio de Pigneto, en la periferia de Roma. Rompieron escaparates, destrozaron tiendas e hirieron a un bangladesí, en una especie de trance colectivo de ira contra los extranjeros desencadenado por el robo de una cartera que había sufrido una vecina.

Y ese es sólo el principio. Una rumana afincada desde hace ocho años en Italia y que trabaja como mediadora cultural fue vejada a base de insultos el miércoles mientras viajaba junto a su hijo de 15 meses en un autobús público de Roma. «Gitana de mierda, no subas, os vamos a quemar a todos», fue una de las humillaciones que los pasajeros le dedicaron. Por no hablar de lo sucedido al albanés Kledi Kladiu, dueño de una escuela de danza y uno de los encargados de instruir en los secretos del baile a los participantes en el programa de televisión Amici, el equivalente italiano de Operación Triunfo. También el pasado miércoles tres hombres le agredieron, dedicándole frases como: «Albanés asqueroso».

En este clima de violencia e intolerancia, el martes en la universidad romana de La Sapienza se registraron enfrentamientos entre jóvenes antifascitas y de extrema derecha, que acabaron con tres heridos y seis detenidos.