Corbacho no es Caldera

El Día, Desde Dentro Ricardo Peytaví, 28-05-2008

ALGUNAS reconversiones causan más sorpresa que otras. Aunque, bien pensado, nadie ha dicho que el ministro de Trabajo e Inmigración, Celestino Corbacho, haya tenido que mudar su opinión antes de manifestar, como lo hizo hace unos días en un periódico amable con el régimen, que no está a favor de los papeles para todos; entiéndase, a favor de que los emigrantes vengan libremente, entren en el país sin cumplir las normas y, al cabo de un tiempo, se les regularice su situación. Él, puede que no; pero el Gobierno del que ahora forma parte sí ha cambiado de parecer. Al menos no era esa la línea seguida por su antecesor, el lamentable Jesús Caldera.

Añade Corbacho, como quien se cae del caballo camino de Damasco, que “lo que tiene este país lo han conquistado sus habitantes con su esfuerzo y su sudor; sea un parque, sea lo que sea. Un país, un barrio, una escalera nunca pueden gobernarse con las normas del último que llega”. Menos mal que quien se expresa así es un progre; o, por lo menos, un socialista que se profesa como tal para el resto de sus días. “Dejaré de ser ministro de Trabajo, pero siempre seré socialista”, manifiesta en la misma entrevista. Si quien dijese esas cosas de los inmigrantes fuese alguien del PP, o mismamente de CC, ya habría intervenido algún humanista cholero para presentar una denuncia por xenofobia y racismo

En cualquier caso, llaman mucho más la atención otras declaraciones del ministro de Trabajo sobre los menores inmigrantes acogidos en Canarias. Corbacho reconoce que la tutela de dichos menores es un problema que lo recibe Canarias como puerta de entrada y también como competencia, “pero no nos podemos quedar en la segunda apreciación”, precisa. “El resto tenemos que ser solidarios para que Canarias se quede con la justa correspondencia que debe tener en función de la competencia que podría tener si no fuera puerta de entrada, sino que estuviera en otro lugar. Y en esa línea hay que trabajar”. Ya era hora. No ha sido ese, desde luego, el discurso hasta ahora del Gobierno central. La pretensión añadida de no utilizar este asunto para desgastar las relaciones entre Canarias y Madrid también es elogiable. Al igual que las intenciones del ministro en cuanto a buscar las soluciones adecuadas.

Los actos de contrición son un buen comienzo, pero sirven de poco si no los acompaña un propósito de la enmienda. Un arrepentimiento eficaz ha de reconocer los errores del pasado. Un paso imprescindible para no tropezar dos veces en la misma piedra. Es hora de que Zapatero y sus ministros de forma especial, los miembros del Gabinete que ya formaron parte de él durante la pasada legislatura reconozcan que se equivocaron con la última regulación masiva. No porque fuese mayor en cuanto al número de personas acogidas a ella a las que realizó el PP, sino porque se realizó en unas circunstancias que amplificaban el efecto llamada: la reinstauración en España de un Gobierno socialista, en general más propenso a la mano blanda en asuntos como este. Una decisión de darle papeles a todos, conviene recordarlo, seriamente criticada por los vecinos europeos. En fin, rectificar es de sabios.

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