La experiencia de Mataró ilustra la dificultad de lograr la integración

No hay convivencia, sino coexistencia

La Vanguardia, , 28-05-2008

LUIS BENVENUTY – Mataró

EL CASO DE MATARÓ Es la ciudad catalana con un mayor porcentaje de población marroquí

EL PAPEL DE LA ESCUELA La escolarización de los hijos de magrebíes permitirá avanzar hacia la integración
Desayunando en Mataró, en la ciudad catalana con mayor porcentaje de población un 6%; en Rocafonda, de los dos barrios de la urbe donde una de cada tres personas son inmigrantes, donde se concentran la mayor parte de los magrebíes; en la cafetería de Mohamed: tés morunos, batidos de frutas, tortitas de Tánger. Los autóctonos no tiran piedras contra el bar, pero tampoco hacen ni amago de entrar. Mataró fue, allá por los últimos años de los ochenta, una de las primeras localidades del país en acoger norteafricanos. Llegaron siguiendo los pasos de los subsaharianos.

“Lo siento – dice Mohamed-, aquí no se puede fumar”. Tampoco vender alcohol ni cerdo. "Es mi religión. No puedo tomarlo ni venderlo, de ningún modo, nunca. Es innegociable.

Por eso aquí sólo entran marroquíes". Los catalanes siempre necesitan cigarros y cerveza. “Por eso conozco pocos catalanes. Mi cultura es un orgullo. No puedo renunciar a ella. Por nada”. La historia de Mohamed es la de buena parte de los ocho mil marroquíes que viven en la capital del Maresme. Este colectivo es también el que más altas registra cada mes en el padrón. En el 2005 superó a los originarios de Andalucía.

Josep Palacios, jefe del servicio municipal de Nueva Ciudadanía de Mataró, reconoce que lo que ocurre en la ciudad no puede calificarse de convivencia, sino de pacífica coexistencia. “Los primeros subsaharianos en llegar en los setenta se integraron rápidamente – cuenta Palacios-. Muchos se casaron con españolas. Tenían formación e iban camino del norte de Europa, pero acabaron trabajando las flores en los campos de Mataró. Hoy están repartidos por toda la ciudad y sus hijos son catalanes”.

Los magrebíes escribieron otra historia. Sus escasos estudios los relegaron a la construcción, ahora al paro. El mercado inmobiliario los arrinconó en los barrios de Rocafonda y Palau, en pisos compartidos por hombres que dejaron esposas e hijos en Marruecos. “Esta segregación ha dado pie a una reafirmación cultural de los magrebíes – agrega Xavier Balanzó, médico del hospital de Mataró y de la diplomatura de la UAB de inmigración y salud-; y a una creciente presión sobre los servicios públicos, lo que implica el rechazo de los autóctonos más necesitados”.

Compartir la miseria no es fácil. “Las experiencias de las primeras generaciones son siempre las más duras – matiza Palacios-. Pero ahora está cambiando el perfil del marroquí inmigrado, cada vez hay más mujeres y niños”. Faissal, de dieciocho años – catorce en Catalunya-, lo explica desde la carnicería halal de su padre: “Los jóvenes no tienen tantas manías como los mayores. Mi hermano pequeño va al instituto y cuando sale por ahí siempre va con españoles y habla con ellos en catalán, y luego reza con mi padre. Yo nunca he tenido problemas en Mataró por ser marroquí”.

El futuro, retoma Palacios, pasa por la escolarización de los niños. “Sólo así lograremos que puedan prosperar e integrarse en la ciudad”. Palacios concluye que el duro y último informe del Síndic de Greuges sobre la inadecuada concentración de inmigrantes en las aulas catalanas señaló tres excepciones. “Y una es Mataró gracias a su sistema de redistribución por las escuelas concertadas”. El técnico recuerda como, hace años, un imán dijo que su hija no iría más a la escuela. “Y mandamos a la policía para que la acompañara a clase. Al día siguiente fueron con ella muchas más niñas”.

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