Barreras entre el mundo occidental y el musulmán

Desconocido mundo árabe

Terrorismo, prejuicios y religión politizada dificultan la integración de los musulmanes

La Vanguardia, , 28-05-2008

JOSEP PLAYÀ MASET – Barcelona
o entiendo a los inmigrantes: vienen N a nuestro país, viven junto a nosotros y luego quieren cambiar nuestras normas y costumbres. España no es un país musulmán y no tiene por qué aceptar esas tradiciones arcaicas. Poner el velo islámico a una niña es impedirle que aprenda, es excluirla de la escuela pública", dice María, una joven catalana de 17 años que estudia en el Instituto Francés de Barcelona, en un correo electrónico que envía a sus amigas Meriem y Lydia, francesa e italiana. No se trata de un diálogo real, sino de la ficción creada por el escritor Tahar Ben Jelloun en su último ensayo, No entiendo el mundo árabe (editado por Aleph y en catalán por Empúries y presentado ayer en Barcelona) a partir del diálogo entre cuatro adolescentes.

Existe una incomprensión del mundo musulmán y árabe, dos términos que a menudo se mezclan en el discurso de los autóctonos. Ben Jelloun prefiere hablar de los árabes para circunscribir el problema, ya que también hay musulmanes en China, Indonesia o la India.

Morofobia popular. Kebir Sabar, un investigador-colaborador de la Universidad del País Vasco, ha alertado del resurgimiento de una ideología llena de prejuicios, estereotipos y xenofobia. “Las viejas representaciones del otro en el imaginario europeo – el bárbaro o el moro, por ejemplo- se ven reemplazadas o actualizadas por otras figuras: el ´integrista musulmán´, el ´terrorista árabe e islamista´ y el ´emigrante clandestino´”, ha señalado este autor.

Una encuesta del CIS del 2003 evidenció que “los norteafricanos son los inmigrantes que inspiran menos simpatías” y en una escala de 0 a 10 obtenían un 5,3, frente al 5,9 de los africanos, 5,8 de los ciudadanos del Este y 6,6 de los latinoamericanos. ¿Cuáles son las causas? En países con una larga relación con los árabes existen prejuicios que se expresan incluso en canciones y refranes y que tiene raíces profundas en la historia (corsarios argelinos, desastres de la guerra del Rif, guardia mora de Franco…).

Miedo al terrorismo. El 11-S y el 11-M han supuesto dos mazazos a la aproximación entre el mundo occidental y el islámico y ha venido a reforzar la idea del choque entre civilizaciones planteado por Samuel Huntington. Aunque estos y otros atentados sean obra de individuos aislados o con una difusa relación a través de Al Qaeda, se amparan en el islamismo integrista. Y los medios de comunicación occidentales no entran en matices. “¿Por qué la tele invita a ese tipo de gente que cuando habla del islam asusta a los europeos? Son personas que caricaturizan la religión. No hay que concederles la palabra, no darles publicidad”, dice Meriem, la protagonista mitad marroquí mitad francesa que vive en París. Su mentor, Ben Jelloun, asegura que hay intelectuales del islamismo moderado y críticos con el fanatismo pero “no son invitados a los platós de televisión”. Y añade que lo que existe es “un choque de ignorancias y de prejuicios”.

Las últimas detenciones de pakistaníes en el Raval son un ejemplo de cómo este tipo de actuaciones, tanto las de terroristas como a veces las desmesuradas actuaciones preventivas de la policía, acrecientan la islamofobia. Tras este episodio, un grupo de entidades musulmanas divulgó un comunicado en el que llamaba “a reaccionar ante la difusión de lecturas fundamentalistas del islam y a combatir el radicalismo dentro de las comunidades musulmanas”. A título privado, algunos firmantes expresaron su preocupación ante “la presencia de discursos salafistas entre las comunidades musulmanas de Catalunya”. Su eco ha sido escaso a ambos lados de la barrera.

Religión politizada. En una sociedad de origen católico que acababa de retirar los crucifijos de los centros oficiales y escuelas y que dejaba atrás una época donde la Iglesia compartió palio con el poder, la presencia de niñas con velo en los colegios, de trabajadores que paran para cumplir el Ramadán o de rezos en la calle crea incomprensiones. El reciente acuerdo de un matadero de Girona que hace coincidir los descansos con las horas de oración es considerado por unos como un convenio pionero y por otros como un paso atrás.

“El pañuelo no es una simple pieza de ropa, es un símbolo político. Cuando una chica se tapa con el pañuelo es que quiere que la reconozcan como musulmana practicante; y de inmediato se niega a hacer clase de gimnasia (no quiere ponerse un chándal) y después rechaza la asignatura de biología porque se dan explicaciones científicas sobre el origen del hombre”, dice el e-mail de Meriem. Jelloun cree en la laicidad y considera que el primer paso debería ser una escuela donde se enseñase la historia de las religiones y no el proselitismo (cristiano o musulmán). Sólo una pedagogía basada en la tolerancia permitirá avanzar.

Sin interlocutores. Los inmigrantes latinoamericanos, por su proximidad a la cultura y a la lengua y por su tradición asociativa, tienden a crear entidades y a dotarse de portavoces. Entre los marroquíes y entre los africanos es más difícil. En Catalunya hasta el pasado mes de abril no surgió una Federación de Entidades Culturales Catalanas de Origen Marroquí. Ellos mismos han entonado un mea culpa por ser de los colectivos peor organizados. La necesidad de cohesionar el tejido asociativo va pareja con la de trabajar para ofrecer un marco de diálogo, reflexión y debate. Incluso se ha anunciado la creación de una Casa de Marruecos en Barcelona. Podría ser un paso más.

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