Espejismo

El Periodico, JOSEP CUNÍ, 24-05-2008

Hubo un tiempo no muy lejano en el que Italia se nos presentaba como referencia. Era cuando las continuas crisis de los gobiernos de Roma iban distanciando a sus ciudadanos de la política. Y, así, mientras las coaliciones llevaban a los partidos a la ruina, la sociedad emergía cada vez con más fuerza y sus iniciativas empresariales contaban con mayor envergadura, demostrando aparentemente el poco relevante papel de sus representantes. Qué gran ejemplo para la España desencantada, según el parecer de algunos con ascendencia pública.
Y en esas llegó Berlusconi y nuestra imagen de aquella república cambió porque el empresario no merecía respeto alguno fuera de su mundo, que era el de las inmobiliarias, las finanzas, la publicidad, le televisión y el fútbol. Por estas latitudes solemos reaccionar así de displicentes para con los demás países, gobiernos y sociedades, como si en nosotros habitaran la verdad, la seriedad y el rigor. Y criticamos a quienes a nuestro parecer consideramos que han votado erróneamente en otros países, como si sus elecciones no fueran democráticas. Siendo cierto que el sistema también se equivoca, es más discutible que lo hagan quienes depositan libremente su voto cuando alguna causa les lleva a cambiarlo. Y generalmente no son razones ocultas, sino vergüenzas públicas. Por eso Il Cavaliere gobierna de nuevo, y por eso mismo se atreve a llevar a cabo iniciativas tan controvertidas e impresentables como la de homologar por primera vez en Europa la condición de inmigrante ilegal con la de delincuente. Su ministro viene a España a explicarse después de la trifulca diplomática provocada por María Teresa Fernández de la Vega, pero no convence a nuestro Ejecutivo. Y no lo hace no tanto por las razones que denuncian los defensores de los derechos humanos o el Vaticano, sino porque cree que va a desviar los flujos y van a llegar aquí muchos más de los esperados.
Mientras, la Unión Europea alcanza un acuerdo común sobre el periodo de retención legal de los sin papeles en el continente y el ministro Celestino Corbacho endurece su discurso al respecto para no dar can – cha a sus votantes a pasarse al PP porque su claridad les pone más. De paso, invita a los empresarios a priorizar el empleo de los españoles. No quiero ni pensar qué habría pasado si esta sugerencia la hubiera hecho la derecha. Estaríamos hoy metidos de lleno en tal berenjenal, que de lo menos que se les tildaría sería de fachas.
Realidad

Todo este remolino que nos aspira pone de manifiesto dos cosas. 1) Respecto a la inmigración, parece evidente que nadie tiene la receta mágica. Ni Harry Potter, porque los británicos gobernados por la izquierda han impuesto lo más parecido al carnet por puntos que aquí tantos disgustos dio a Artur Mas cuando lo propuso. 2) Sobre Italia, ¡qué poco hemos aprendido del gran embrollo en el que anda metido ese país desde hace lustros! Veamos, si no, el debate sobre la financiación autonómica. ¿Acaso no reclama Catalunya lo que empezaron a pedir Piamonte o Liguria? Cuando hablamos de comunidades subvencionadas nos referimos a las del sur español como ellos señalaban Calabria o Sicilia. Hay diferencias, por supuesto y por suerte. Ni basuras, ni mafia, ni camorra. Pero las peonadas o los subsidios siguen al ritmo de la reforma agraria siempre predicada y nunca ejecutada. A eso, algunos lo llaman voto cautivo.

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