La muerte de tres ciudadanos subsaharianos en su dramática travesía en cayuco hasta las costas canarias vuelve a reflejar el rostro más amargo de la inmigración ilegal y a recordar que las arribadas de embarcaciones con sus viajeros en riesgo puede multiplicarse con el inicio del buen tiempo. Los servicios de emergencia se han encontrado, esta vez, con una doble tragedia, porque la atención sanitaria prestada a uno de los inmigrantes en estado grave no bastó para poder salvarle la vida encontrándose ya en tierra. Sólo un 1% de los extranjeros que residen en nuestro país ha llegado en patera, lo que cuestiona las reticencias hacia un fenómeno al que en España se ha conseguido dar cauce de manera más o menos ordenada. Pero el sufrimiento de ese 1% y, sobre todo, su desesperación ponen en duda tanto la humanidad como la eficacia de las iniciativas restrictivas hacia la presencia de indocumentados que están empezando a cundir en el seno de la UE.